Asesinos seriales: La Historia de Charles Manson

Charles Milles Manson nació en Cincinnati, Ohio (EEUU), el 12 de noviembre de 1934. Hijo ilegítimo de una joven adolescente de 17 años, Kathleer Maddox. Su verdadero padre es un misterio, a pesar de que su madre interpuso una demanda judicial para demostrar la paternidad de un hombre con el que convivio unos años, como dijo el mismo Manson su madre era una: «prostituta de diecisiete años».

Su infancia transcurrio viajando de ciudad en ciudad hasta que a los 8 años su madre salio de prision, donde cumplia una pena de cinco años por robo y agresión. Durante este tiempo convivio con su tia, una beata contraria a cualquier forma de placer, el cual consideraba pecaminoso.

Vivio con su madre (alcohólica) unos años hasta que por medio de un robo reunió el dinero necesario para «independizarse», a los 14 años fue detenido por primera vez y a partir de este momento su vida transcurrio entre fugas e ingresos en prisión, por lo cual se podría decir que su formación fue la que recibio en centros penitenciarios con otros presos. Recien cumplida su mayoría de edad ya contaban entre sus hazañas el robo, una violación homosexual a un compañero, agresiones y varias fugas.

En 1953 con 19 años se casa con una enfermera de 17 años, habiendo tenido hasta ese momento solo relaciones homosexuales, tuvo su primer hijo pero el matrimonio fracaso y se divorciarion en 1958. Un año despues se caso con una prostituta para que no declarara contra él y de ese matrimonio nació su segundo hijo.

Posteriormente ingreso en prisión donde comenzó a formarse en el esoterismo y paso a formar parte de la Iglesia de la Cienciología, todo esto desencadeno en que en 1967 cuando abandono la carcel con 32 años llevase 17 años de su vida en la carcel. Esta formación esoterica le llevo a contar con un grupo de seguidores «su familia», segun su filosofia solo los que les siguiesen se salvarían del apocalipsis.

Manson, que se autodenominaba Satán (además de Jesucristo, el Espíritu, el Anticristo y el Demonio), predicaba una curiosa doctrina, una mezcla de conceptos orientalistas y una reinterpretación de la Biblia.

Hippies, drogas, sexo libre, rock. Aquello era demasiado para un tipo que había aprendido a base de abusos a manipular a la gente y a ser temido por sus enemigos. El bueno de Manson fue bien acogido en la comunidad alternativa californiana. Tanto que se fue a vivir con una bibliotecaria -y ecologista radical- llamada Mary Brunner. Al poco tiempo, el tipo que posteriormente se autoproclamaría Anticristo, metió en casa a una chica de 16 años que encontró en la calle. Esto no molestó a Mary, que creía firmemente en los principios Hyppies, dando lugar a lo que sería el germen de «La Familia», institución creada a la medida de Manson.

Pronto comenzaron a recorrer toda la costa en un destartalado autobús escolar, predicando la palabra del ecologismo y el sexo libre, y captando la atención de numerosos seguidores. Eran ya una de las atracciones de Los Ángeles: ricos, famosos y celebridades recibían con los brazos abiertos a la comuna. Como Dennis Wilson, batería de los Beach Boys, que los alojó en su casa.

Y fue Wilson el que desencadenaría la ira de Manson. el chico de la playa, le había presentado a un productor musical -hijo de Doris Day- que vivía en una lujosa mansión en la calle Cielo Drive 10500, lugar al que acudiría Manson cada dos por tres para convencerle de que le produjera un disco. Ver como meses depués los Beach Boys sacaban el álbum 20/20 con la canción «Never learn not to love» -calco de un tema compuesto por Manson- tuvo que ser suficiente para que el líder de La Familia gritara «¡¡Cerdos!!».

En ese periodo, Bobby Beausoleil -miembro de la familia- se pelea con un traficante de mescalina llamado Gary Hinman. Manson, Beausoleil y Susan Atkins no dudan en presentarse en casa de Hinman para pedirle dinero. El tipo se niega, así que Manson le corta una oreja y se va de la casa diciendo a sus seguidores que hagan con él lo que quieran. Y vaya si lo hicieron. O eso parece por el estado en el que quedó el cadáver del traficante.

Este no era el primer delito de sangre cometido por La Familia, aunque sí el más grave. La detención de B. Beausoleil por el asesinato de Hinman a los pocos días de producirse, provoca que Manson busque un nuevo refugio para sus «hijos». Nada mejor que una granja abandonada, en el desértico Valle de la Muerte. Allí la familia se prepara para lo que Manson denomina el Helter Skelter: el fin del mundo en el que los negros se levantarán en armas para dominar a los blancos…una teoría que Manson refuerza basándose en signos que sólo él percibe, como las advertencias incluídas a este respecto el White Album de Los Beatles.

La Masacre de Cielo Drive.

El viernes 8 de agosto de 1969 Manson ordenó la ejecución de todas las personas que se encontrasen en el 10050 de Cielo Drivey para ellos envió a Susan Atkins, Patricia Krenwinkel y Leslie Van Houten -acompañadas por Tex Watson, miembros de su familia.

La vivienda por aquel entonces de Roman Polanski, entre las personas asesinadas se encontraba la esposa de este, Sharon Tate, que se encontraba embarazada de 8 meses, el matrimonio Jay y Gibby Folger, y Wojtek Frykowski. Las mujeres de Mason mataron salvajemente a Sharon Tate cortándole sus pechos y muriendo desangrada. En una de las paredes se podía leer escrito con sangre humana ¡Cerdos!!».

Al día siguiente, Manson organiza el asesinato del matrimonio La Bianca para extender el rumor de que ha comenzado una cacería por parte de negros radicales. Esta vez sí acude con el grupo, pero da instrucciones y se marcha antes de que empiece el espectáculo.

Pocos días después detienden a S. Atkins acusada de participar en la muerte del traficante de mescalina. En prisión, habla largo y tendido sobre su maravilloso líder y sus aventuras con La Familia. La policía detiene a Manson el 12 de octubre del 69 junto a otros miembros del clan. Nunca pudo probarse que matará a nadie él mismo, pero si que ordenó varios asesinatos.

El Eslabon Perdido: La teoría de la Evolución y el Creacionismo.

La expresión «eslabón perdido» se refiere originalmente a los fósiles transicionales, cuando dichos estados intermedios aparentemente faltaban en el registro fósil o se desconocían. Hoy en día no es una expresión de uso científico, aunque sí abunda en los medios de comunicación, que suelen denominar «eslabón perdido» a casi cualquier nuevo fósil transicional que se descubre.

En busca del Eslabón Perdido.

Todo comenzó cuando Charles Darwin lanzó en el tapete científico la Teoría de la evolución de las especies en 1859. Darwin no habló de la evolución humana hasta mucho tiempo después, cuando publicó su libro La ascendencia del hombre, en 1871. Pero los seguidores de Darwin sí comenzaron a aplicar la teoría al ser humano. Thomas Huxley publicó en 1863 el libro Evidences as to Man’s place in Nature (Evidencias del lugar del hombre en la naturaleza), en el cual decía, tras hacer un estudio de anatomía comparada, que el lugar del hombre estaba en estrecha relación con los grandes monos, particularmente los africanos. Y de Huxley fue la idea de que el Homo sapiens había evolucionado a partir de un antepasado simiesco. Entonces los escépticos pidieron que, si el hombre había evolucionado de los monos, que les mostraran el eslabón perdido entre estos y el ser humano.

Uno de los grandes buscadores fue Eugène Dubois, que entre 1886 y 1895 descubrió restos que él mismo describía como «una especie intermedia entre los humanos y los monos». Lo llamó Pithecanthropus erectus, que en griego significa mono erecto, hoy clasificado como Homo erectus.

El fraude del hombre de.

Piltdown es un pequeño pueblo de Sussex, Inglaterra. Un escenario humilde para uno de los fraudes más extraños de la historia de la ciencia. En una cantera cercana, un trabajador encontró un hueso que llevó a Charles Dawson, un abogado y arqueólogo aficionado. Se trataba de un fragmento de parietal humano, de color oscuro. Más tarde, el propio Dawson recogió en el mismo lugar otro fragmento mayor, perteneciente a un hueso frontal. Enseguida, Dawson puso en conocimiento de lo ocurrido a Arthur Smith Woodward, un eminente paleontólogo, quien inmediatamente comprendió el interés del hallazgo. En el verano de 1912 se llevaron a cabo nuevas exploraciones del terreno, asumiendo que los obreros, en el curso de sus trabajos, habían roto un cráneo y dispersado los pedazos. Entre Dawson y Smith Woodward encontraron otras partes del mismo cráneo además de restos de animales y algunas piedras talladas.

El 18 de diciembre de 1912, Charles Dawson y Smith Woodward presentaron su descubrimiento a la Sociedad Geológica de Londres. Smith Woodward reconstruyó el cráneo como quien arma un rompecabezas en el que faltan varias piezas. Consideró que se trataba de una forma muy primitiva, «representante de la aurora de la Humanidad», de alrededor de 500 mil años de antigüedad, y le dio el nombre de su descubridor, Eoanthropus dawsonii – Hombre de la Aurora de Dawson – La prensa inglesa recogió en primera plana la noticia: el Hombre de Piltdown era el eslabón perdido en el proceso evolutivo de la Humanidad.

Sir Arthur Keith, que era por entonces el principal experto en anatomía del Colegio de Cirujanos de Londres, consideró que el cráneo estaba mal reconstruido. Pensaba que su capacidad debía ser mayor de los 1.070 c. c. que se le habían asignado y que debía parecerse más a, como él mismo dijo, «un burgués de Londres». Keith hizo su propia reconstrucción utilizando moldes de los fragmentos, obteniendo un volumen de 1.500 c. c.

En 1913, Dawson llevó al yacimiento al que sería con el tiempo un filósofo y paleontólogo célebre, el jesuita francés Pierre Teilhard de Chardin, quien estudiaba por entonces en el vecino seminario de Hastings. Ambos hallaron un canino que fue atribuido al fragmento de maxilar hallado anteriormente, y que reforzó los caracteres simiescos que se le atribuían. Posteriores exploraciones del yacimiento, en 1915, pusieron al descubierto fragmentos pertenecientes a los cráneos de otros dos individuos.

La mandíbula hallada parecía ser mucho más simiesca que el cráneo; los molares eran muy similares a los de un chimpancé. El paleontólogo francés Boule dijo lo evidente: era una «asociación paradójica». El Hombre de Piltdown tenía un cerebro extrañamente moderno en un cuerpo muy primitivo.

Un dentista y arqueólogo aficionado de Clapham, Alvan T. Marston, descubridor del fósil de Swanscombe, se dedicó a estudiar a fondo los materiales hallados por Dawson y Smith Woodward, que estaban en el Museo Británico de Historia Natural. En 1936 llegó a la conclusión de que el canino de la mandíbula de Piltdown pertenecía a un mono. Se basó en la forma de la raíz: mientras la raíz del canino humano es derecha, la del Hombre de Piltdown era curva. Estudió también los caninos de los restos de Homo Erectus hallados en Choukoutien, China, y pudo ver que todos tenían las raíces rectas. Además la corona del canino de Piltdown estaba desviada hacia la mejilla, como ocurre en los monos antropoides. La abrasión excesiva del diente indicaba una dieta y una función propia de un mono. Marston consideró que se trataba de la mandíbula de un chimpancé.

En julio de 1936, Marston publicó en el British Dental Journal un artículo en el que afirmaba que aquella mandíbula era de un animal. Ese año reiteró su hipótesis en la Royal Society of Medicine y en el Journal of the Royal Anthropological Institute. Marston además llamó la atención sobre el color chocolate de la mandíbula de Piltdown, que atribuyó a que había sido tratada con una solución conservadora de bicromato, y que el color original de aquel hueso había sido gris.

Como consecuencia de estas indagaciones, otro científico tuvo la idea de efectuar un examen microscópico de la dentición de los restos de Piltdown. El estudio reveló la presencia de finas marcas de raspado, que sugerían la aplicación de un instrumento abrasivo. Además había una notable diferencia entre el contenido de flúor entre el cráneo y la mandíbula. La conclusión fue que la mandíbula era moderna y el cráneo mucho más antiguo.

Al perforar la mandíbula de Piltdown se vio que el color, que se había atribuido a la impregnación por hierro, era superficial, y originado en el bicromato potásico con que fue tratado artificialmente el hueso. En conclusión, la mandíbula era de un orangután y el canino había sido añadido posteriormente. La aplicación de hierro y bicromato había sido hecha para obtener el mismo color del cráneo. En 1953 se asumió oficialmente que el Hombre de Piltdown era un fraude magistral.

Entonces se planteó la pregunta obvia: ¿quién fue el autor? Los fundamentalistas cristianos afirmaron que se trató de una conspiración científica para hacer aceptable la idea de la evolución humana (estos grupos creen que la narración bíblica de la Creación debe ser interpretada literalmente). El renombrado científico y divulgador norteamericano Stephen Jay Gould puso el foco en Dawson y Teilhard de Chardin. Otros sospechosos son Arthur Smith Woodward, su adversario el zoólogo Martin A. C. Hinton y hasta Sir Arthur Conan Doyle, el autor de los relatos de Sherlock Holmes, que vivía en la zona y tuvo acceso a los restos. Probablemente la verdad no se sabrá nunca.

Gould se interna en una cuestión que a mí me resulta más interesante que las indagaciones de índole policial. Ya Boule y Hrdlicka habían hecho notar que había algo extraño con los restos. Hoy parece evidente que el cráneo y la mandíbula no corresponden al mismo individuo. Entonces ¿por qué tantos científicos eminentes aceptaron el hallazgo? ¿Por qué se demoró casi 40 años en reconocer lo obvio?

El primer motivo es simple chauvinismo: Adán era británico (hasta se levantó un monumento en el lugar donde fue hallado, financiado por suscripción popular). El fraude fue una especie de reaseguro paleontológico de la hegemonía mundial de Gran Bretaña. Ganó las primeras planas de los diarios en una época en la que los editorialistas estaban preocupados por el tremendo desafío económico, político y militar que planteaban el Imperio Alemán y los Estados Unidos; en una época en la que ya se atisbaban en el horizonte los nubarrones de la tormenta de sangre y fuego que fue la Primera Guerra Mundial. El Hombre de Piltdown también cumplió un papel muy destacado como guardián de la supremacía blanca, demostrando que el ser humano había aparecido en Europa en la misma época en que Asia y África estaban habitadas por formas humanoides de naturaleza bestial. «Igual que ahora», era el corolario tácito, en la era dorada del colonialismo.

El segundo es menos superficial. La teoría de la evolución, cuyos coautores son Charles Darwin y Alfred Russell Wallace, vino a derribar al ser humano del pedestal que se había asignado a sí mismo como Rey de la Creación. Además, asestó el golpe de gracia al creacionismo, la doctrina de los sostenedores de la interpretación literal de los libros sagrados: en ellos nada se dice del ser humano surgiendo del fango primordial, luego de una evolución de eones, mediante un proceso de selección natural. Para la época de la muerte de Darwin (1882), la mayoría de las personas educadas aceptaban sus ideas (hasta el punto de deformarlas y adaptarlas al gusto del capitalismo más crudo como un legitimador de la desigualdad social bastante más eficiente que las creencias judeocristianas). La versión aggiornada del creacionismo aceptó la evolución, pero supuso que, cuando en la Tierra aparecieron formas simiescas más o menos adecuadas, Dios infundió el soplo vital dando la inteligencia a esas criaturas (el propio Wallace, en su ancianidad, sostenía esta teoría) en un abrir y cerrar de ojos geológico. El Hombre de Piltdown, con su cerebro moderno y su cuerpo aún primitivo, encajaba como anillo al dedo en esta interpretación.

Por desgracia para el orgullo humano, el Hombre de Piltdown era un fraude. Posteriores descubrimientos demostraron que en realidad sucedió lo contrario: los más antiguos cráneos de tamaño comparable a los de los humanos de hoy en día tienen unos pocos centenares de miles de años, mientras que nuestra característica fisiológica más notoria, la posición erguida al caminar, tiene al menos 5 millones de años de antigüedad.

Pau y el nuevo árbol evolutivo.

Una nueva especie de simio encontrada en España en el transcurso del año 2002, el Pierolapithecus catalaunicus, resulta ser el antepasado común más reciente de todos los grandes simios.

El 5 de diciembre de 2002 aparece por casualidad al reparar un camino en las obras de ampliación del vertedero de Can Mata, en Els Hostalets de Pierola (Barcelona, España), un cráneo y una decena de dientes de un antropoide macho de entre 30 y 35 kg. de peso de hace entre 12 y 13 millones de años que había sido devorado por carroñeros. La gran importancia del hallazgo reside en que corresponde a una franja cronológica de la que apenas existen fósiles y que es cuando debió existir el antepasado común de los grandes antropoides actuales.

El 19 de noviembre de 2004 se publican los resultados del estudio, realizado por el Institut de Paleontologia Miquel Crusafont en Sabadell, de los fósiles recuperados en el yacimiento de Barranc de Can Vila 1 (Hostalets de Pierola, Barcelona) desde el 5 de diciembre de 2002. Se nombra un nuevo género y especie, Pierolapithecus catalaunicus (es decir, el mono de Pierola catalán), aunque el espécimen recuperado, correspondiente a un macho de 35 kilográmos y entre 1 y 1,20 metros de altura, lleva el apodo de Pau. Los científicos consideran que este antropomorfo, datado entre 12,5 y 13 millones de años, es posiblemente un ancestro común de los grandes simios actuales, incluyendo a los humanos.

La aparición de nuevos yacimientos y restos de simios han llevado a la constitución del proyecto SOMHI (Searching for the Origins of Modern Hominoides Initiative, es decir, la Inicitiva para la Investigación de los Orígenes de los Homínidos Modernos)

Fuentes:

Pierolapithecus catalaunicus
El Falso eslabón Perdido
Pau: El eslabón perdido hallado en España

En busca de la Torre de Babel.

La Torre de Babel es una construcción mítica mencionada en la Biblia. Según se narra en el capítulo 11 del Génesis, los hombres pretendían, con la construcción de esta torre, alcanzar el Cielo.

Yahveh, para evitar el éxito de la empresa (que se oponía a su propósito de que la humanidad se extendiera por toda la superficie de la Tierra, se multiplicara en ella y la sojuzgara), hizo que los constructores comenzasen a hablar diferentes lenguas, luego de lo cual reinó la confusión y se dispersaron.

Expediciones: En busca de la Torre de Babel.

Durante cuatro siglos arqueólogos occidentales intentaron ubicar esta famosa construcción en la zona del actual Iraq. Entre otros sitios, fue buscada en Akar Quf (al oeste de Bagdad), donde antaño existió Dur Karigalzu (las ruinas retorcidas de cuyo zigurat, identificado por algunos viajeros con la Torre de Babel, todavía desafía a los vientos que la han modelado); y en Birs Nimrud, donde se encuentran las ruinas de la antigua Borsippa, situada cerca de los restos de la antigua Babilonia, hacia el suroeste.

En 1913, el arqueólogo Robert Koldewey encontró una estructura en la ciudad de Babilonia que él identificó como la torre de Babel. Esta torre habría sido destruida y reconstruida en numerosas ocasiones, debido al cambiante destino de la zona. La destruyeron los asirios y también los arameos. Y fue reconstruida en varias oportunidades por los príncipes caldeos, entre ellos Nabopolasar (625-605 a. C.). Se estima que la construcción más antigua de la Etemenanki, «Casa del Fundamento del Cielo y de la Tierra» se construyó durante el III milenio antes de Cristo.

La base de esta torre habría sido un cuadrado de 92 m de lado, y su altura original habría sido aumentada en tiempos de Nabopolasar y Nabucodonosor II (605-592 a. C.), para hacerla una digna exponente de su poderío y grandeza. Cálculos basados en otras excavaciones arqueológicas determinaron que esta torre escalonada pudo haber tenido entre 60 y 90 m de altura.

Se conserva una muy interesante y detallada descripción de este zikkurratu (zigurat) en los escritos de Heródoto, llamado el «Padre de la Historia», quien visitó Babilonia.