El Hombre Pez de Liérganes

El siguiente relato fue publicado el 27 de enero de 1879 en el «Semanario Pintoresco Español». Existen, según la Wikipedia, versiones que datan de años anteriores; Sin embargo, el Mito del Hombre Pez de Liérganes, representa el legado cultural de una región particular de España y es una historia realmente increible y llena de mística y fantasía. Aunque probablemente se trate de una leyenda antigua, adaptada a los tiempos de la Inquisición Española, la leyenda posee un gran valor cultural y ha sido transmitida por los lugareños de generación en generación.

La Leyenda del Hombre Pez

El 22 de octubre de 1658, en un pueblo de Santander llamado Liérganes, era bautizado con el nombre de Francisco de la Vega Casar, un niño que resultó ser un gran pescador y nadador. Desde temprana edad, Francisco demostró un interés particular por la pezca y una habilidad innata para desenvolverse en el agua.

En 1672, cuando su mamá quedo viuda, Francisco tuvo que viajar a Bilbao para aprender el oficio de carpintero. En dicho lugar permaneció dos años hasta la víspera del día de San Juan, del año 1764. Aquel día, Francisco y sus amigos fueron a bañarse como lo hacían habitualmente, pero ese día decidieron ir a una parte del río más cercana al mar. Dejaron la ropa y se fueron a bañar, los amigos de Francisco empezaron a jugar en el agua, pero Francisco empezó a nadar hasta perderse en el horizonte. Los amigos esperaron hasta la madrugada y al ver que no volvía pese a que sabían que Francisco nadaba de maravilla pensaron que se había ahogado así que decidieron comunicárselo al maestro del taller de carpintería. Luego de que las autoridades lo buscara sin obtener ningún resultado, lo dieron por muerto y se lo comunicaron a su madre y a sus tres hermanos.

La historia tomaría un giro inesperado en febrero de 1679, cuando unos pescadores cercanos a la bahía de Cádiz, vieron cerca de su barca un ser de apariencia humana que se desplazaba por las aguas como si de un Delfín se tratara. Aunque trataron de atraparlo, no lograron su cometido, ya que éste ser lograba sumergirse y emerger del agua de manera icreíblemente rápida.

Curiosos de descubrir de que extraño animal se trataba, los pescadores volvieron al día siguiente; Llamaron su atención tirandole pedazos de Pan, que éste comía con las manos, y ayudados por una gran cantidad de redes, finalmente lograron atraparlo y lo trasladaron al puerto.

Los pescadores se quedaron sorprendidos al ver que su presa en realidad era un joven chico de aproccimadamente 1,80 de estatura, corpulento, de tez pálida y macilenta que parecía traslúcida y un cabello rojo como el fuego. Aparentemente era un humano normal aunque tenía unas extrañas deformaciones; Por ejemplo, Dos cintas de escamas una desde la garganta hasta el estómago y la otra a lo largo de la columna vertebral. En sus manos tenía una pequeña membrana parecida a la que tienen los patos y bramaba y rugía como un animal, para tranquilizarlo tuvieron que emplear la fuerza siete pescadores.

Lo llevaron al convento de San Francisco y en el lugar intentaron comunicarse con él, sin embargo no obtuvieron respuestas, pese a que le hablaron en varios idiomas. Primero pensaron de que estaría poseído por algún espíritu maligno, por lo que llamaron a religiosos para que lo ayudaran. Afortunadamente, después de algunos días, pronunció la palabra «Liérganes».

Al descubrir que se trataba de un pequeño poblado de Santander, mandaron un emisario a la Localidad para saber porque ese ser había dicho el nombre del pueblo y allí se enteraron de la desaparición de Francisco. Un fraile lo llevó a su casa, y cuando su madre y sus hermanos lo recibieron estaban todos muy contentos a excepción del mismo Francisco quien no mostraba ningún sentimiento al respecto.

En Liérganes, vivió durante los siguientes nueve años con su madre. Francisco parecía tener un trastorno intelectual que nunca había manifestado antes de su desaparición, nunca llevaba nada en los pies, no tenía interés por nada ni por nadie, solo pronunciaba tres palabras tabaco, pan y vino. Comía cada tres o cuatro días, y poco a poco fue perdiendo sus escamas.

Una tarde de 1687, oyeron un alarido similar al que profieren los animales heridos. Alguien vio correr a Francisco en dirección a las aguas del río Miera y ésta vez, el joven, desapareció para siempre.