La leyenda del Rey Salomón

Dos madres solteras compartían una habitación, y cada una de ellas dio a luz un niño sobre el mismo día. Por la noche, una de estas madres por accidente, se dio la vuelta en la cama asfixiando a su bebé.  Al despertarse en medio de la oscuridad, vio que su hijo yacía gélido e inmóvil, por lo que la avergonzada madre, cogió el bebé de su compañera de cuarto que aun dormía, colocando al bebé muerto en su lugar.

Posteriormente, la otra mujer despertó, y viendo al bebé muerto, comenzó a llorar por el dolor de su pérdida. Pero después examinó al niño, y se dio cuenta que ese no era el suyo. En el otro lado de la habitación, pudo comprobar cómo su compañera tenía a su bebe.

Las dos mujeres se presentaron ante el rey, luchando por la custodia del niño vivo.

– Escuche, mi señor -dijo la primera mujer-… El hijo de ésta murió una noche por haberse acostado ella sobre él; ella se levantó a mitad de la noche y me arrebató a mi hijo, mientras tu sierva dormía, lo puso a su lado, dejando al lado mío a su hijo ya fallecido.

La mujer siguió profiriendo que cuando se despertó a la mañana para dar de comer a su pequeño, encontró a su lado a un bebé muerto que no era el suyo, sino el de su compañera.

– No -gritó la otra mujer con enfado-, mi hijo es el que está vivo; es el tuyo el que ha perecido.
– No -exclamó la primera mujer-, tu hijo es el muerto; y el mío vive.

Qué espectáculo ofrecieron estas dos mujeres en el palacio, gritándose de manera mutua, dispuestas a tirarse de los pelos si las hubieran dejado. ¡Pobre Salomón! Nunca antes había presenciado un caso tal. ¡Ahora si que necesitaba la sabiduría que Dios le había garantizado!

– Acercadme una espada -ordenó contranquilidad; y cuando el siervo se la trajo, un insondable silencio se apoderó de la sala.
– ¿Qué querrá hacer con esa espada? -murmuró alguien.
—¡Ahora, traigan al bebé! -mandó el rey. Los asistentes manturvieron la respiración. ¿Cortaría al niño por la mitad?-. Partid al niño vivo por la mitad —siguió ordenando Salomon— y entregad la mitad de él a la una y la otra mitad a la otra. Un cuchicheo de pánico recorrió la estancia.

En principio, el soldado pensó que el rey estaba de broma, pero Salomón comenzó a mirar con ira la indecisión del subdito. Lentamente este desenvainó su afilada y brillante espada y avanzó hacia la mujer que poseía el niño. De repente, la verdadera madre se lanzó a los pies del rey y suplicó:

– ¡No! ¡No, por favor! -exclamó la verdadera madre.- ¡Oh, señor rey!, dale mi bebé a esa mujer, pero vivo; que no lo maten.
– No -dijo la otra mujer sin compasión-. Ni para mí ni para ti: que dividan al bebé.

Entonces Salomón supo sin lugar a dudas, quién era la madre de verdad. La mujer que abdicaba en la partición, era la madre legítima del niño, y señalando a la mujer que había pedido que perdonaran la vida al pequeño ordenó: «Entregad a la primera el niño vivo; no lo matéis. Ella es su madre verdadera».

Al salir del juicio las dos mujeres, la curiosa historia de lo que ocurrió comenzó a propagarse. Yendo de boca en boca, llegó a los pueblos y aldeas hasta que en todo el país la gente se supo de cómo Salomón había reconocido a la verdadera madre del niño.

“Todo Israel conoció la sentencia que el rey había emitido, y todos le admiraron, viendo que había una sabiduría divina con la que él podía hacer justicia”. Visto en : Historias y Leyendas

Una escurridiza presencia

Una gran mayoría de estrellas se presentan formando dúos o tríos, con planetas en complicadas órbitas, como las estrellas más cercanas, que son Próxima, Alfa y Beta, del Centauro, las dos últimas semejantes al Sol en tanto que la primera es mucho más chica y menos potente en su luminosidad.

Nuestro Sol, parece casi una excepción, aunque muchos astrónomos sospechan que existiría una compañera del astro rey.

Los últimos planetas y micro-planetas se fueron descubriendo por afectaciones de las órbitas por la masa de–en ese entonces- incógnitos planetas.

Hoy sabemos que los cometas son elementos de la nube de Oort, con órbitas que los acercan desde esos lejanos confines hasta la cercanía del Sol. Se pensó que estas órbitas podrían deberse a la influencia de algo masivo(Tal que se habló primero de un planeta X).

Sabemos hoy que existen enanas rojo-negras (en extinción de sus vidas), y marrones, (estrellas fallidas que por falta de suficiente masa no encendieron sus fuegos nucleares, generando calor solo por gravitación). Son algunas veces más grandes que Júpiter.

Orbitando a un millón de kilómetros del Sol, sería difícil verla para nosotros con tantos cuerpos que existen en estos lugares y que por ende permitirían un cierto ocultamiento. El trabajo astronómico realizando innumeras fotos –en forma automática- para notar particularidades de movimientos, intensidades, variaciones varias, etc., generalmente son seguidos ahora por especiales computadoras.

Sería probable esta existencia, aunque difícilmente detectable por todavía algunos años. Las perturbaciones cometarias se explicarían muy bien, deberá estar por detrás de la Nube de Oort, en el plano de la eclíptica, ser enana marrón-negra y estar a más o menos un año luz de distancia. Más, sería muy probable que una buena parte de esta distante nube, en parte la encontramos porque por su gran cercanía al Sol, esta compañera no pudo contar con ella, para aumentar su tamaño y constituir sus propios planetas y satélites, salvo capturar y expulsar a algunos futuros cometas.

Esta “compañera” del Sol, por sus andanadas desde los confines, de la materia más alejada del sistema, sería uno de los modificadores de la constitución planetaria y satelital, e incluso del reloj biológico de nuestra propia Tierra.

Los cometas en diversas épocas han modificado los paisajes terrestres, han llenado nuestros océanos y han hecho aportes minerales, de prebióticos y de algunas influencias genéticas originadas en otros planetas, desde otros soles, en otras épocas y ciclos.

Incluso, podrían los cometas conocidos haber oficiado de “cuasi” planetas en órbita de Némesis y por razones gravitacionales y astronómicas serían expulsados hasta nosotros.

Desde hace mucho esta “estrella” ya tiene nombre: Némesis, la diosa griega de la venganza, por su posible afectación de los –para nosotros- peligrosos cometas.