Fotos de un supuesto extraterrestre congelado

Una supuesta nueva ‘prueba’ de la existencia de extraterrestres apareció en Rusia provocando numerosos comentarios en Internet. Una jubilada rusa sostiene que durante dos años guardó el cuerpo de un alienígena en su heladera.

La historia empezó en el otoño del año 2009, cuando Marfa Yegórovna, de Petrozavodsk, en el norte de Rusia, encontró el cuerpo de un ser extraño al lado de su dacha. Al lado del mismo había unos restos de metal. La mujer recogió el cadáver y lo trasladó a su departamento, donde al parecer pudo encontrarle un lugar adecuado en el frigorífico.

Pasados dos años, la jubilada tuvo una visita inesperada. Las personas que llegaron a su casa supuestamente se presentaron como especialistas de la Academia de Ciencias de Karelia (la región donde vive la mujer) y exigieron que se les entregara el cuerpo del marciano, algo a lo que ella obedeció.

Marfa no volvió a ver a su inquilino de otra galaxia. El único recuerdo del enigmático extraterrestre son unas fotos, que actualmente podrían ser las únicas pruebas de que existiera de verdad.

En las fotos se ve un bulto extraño de unos 40 o 50 centímetros de largo que parece un híbrido entre un pez y una legumbre podrida y está envuelto en una bolsa de plástico.

La historia obtuvo resonancia en los medios extranjeros. Por ejemplo, el diario británico The Sun no se tomó la noticia en serio, aunque encontró cierta semejanza entre el extraterrestre de Marfa Yegórovna y el personaje de La Guerra de las Galaxias Jabba el Hutt. A su vez, la publicación The Daily Mail cita al ufólogo Michael Cohen quien señala que podría tratarse de una falsificación, al tiempo que sostiene que no se puede descartar la posibilidad de que el marciano de la nevera fuera real.

Alienígenas falsos

Rusia es un lugar donde con frecuencia se producen avistamientos ovnis y la actividad ufológica es muy alta. Pero los montajes vinculados con el tema de la vida extraterrestre también surgen periódicamente.

Uno de los casos más recientes de esta índole fue sido un vídeo subido a YouTube en el que aparecía un supuesto marciano. En tres días estas imágenes fueron vistas por casi 1,5 millones de personas, pero luego se descubrió que se trataba de un maniquí hecho de masa de harina y recubierto por piel de gallina.

Las enigmáticas luces de Marfa

En el año 1883, un joven cowboy que transportaba ganado en Texas, Estados Unidos, presenció unas extrañas luces parpadeantes de colores y pensó que eran apaches haciendo señales. Desde entonces, el fenómeno se ha repetido año tras año.

Los más fantasiosos creen que son los espectros de exploradores españoles que se ahogaron buscando oro en un lago cercano. Los más racionales pensamos que puede ser un espejismo creado al colisionar el aire caliente que se eleva y el aire frío que desciende, haciendo que se refleje la luz.

Estas misteriosas luces son visibles durante las noches claras, cerca de Marfa, en el estado norteamericano de Texas. Hubo miedo y superstición en el pasado. Hoy en día, esas luces siguen siendo un enigma para la ciencia, aunque representan un importante enclave turístico.

Robert Reed Ellison, fue el primero en informar acerca de estas luces en 1883. En un primer momento pensó que podían ser fogatas de los indios apaches, pero más tarde, los investigadores precisaban que, durante el día, no se lograban encontrar restos de cenizas u otros elementos de pruebas de que fueran fuegos los que provocaban aquellas luces.

Una vecina de la zona, la señora Giddens, contaba cómo en una ocasión su padre se perdió en una ventisca. Las luces aparecieron y hablaron con él, informándole de que iba en dirección equivocada. Las luces lo guiaron hasta una cueva, y una gran bola de luz permaneció con él hasta la mañana siguiente, cuando por fin pudo encontrar el camino a casa.

Las leyendas que corren entre los habitantes del lugar hablan de que las luces representan a los colonos que fundaron estas tierras, o bien señales de los mineros que buscaban oro en este lugar. Incluso llegaron a pensar que era Pancho Villa y sus hombres que se desplazaban por las montañas.

Otras leyendas son las que cuentan los indios americanos. Para ellos, las luces son guerreros vengativos que tratan de atraer a los soldados a alguna trampa o una tribu en busca de su jefe. Para otros representan a un antiguo jefe apache que guarda así aquellas historias para que nadie pueda robarle el oro que esconden.

Las luces son de color blanco, amarillo y naranja. La ciencia ha podido demostrar que las luces existen en realidad, pero aún no ha podido precisar ni lo que son ni de dónde proceden. Algunos creen que es un resplandor de algo, pero los científicos tampoco pueden precisar a este respecto qué refleja o cómo puede hacerlo.

La única razón que se ha podido postular con más fuerza es que las luces se tratan de gases que emiten los pantanos cercanos. Por la noche, el gas de las aguas estancadas puede provocar estos reflejos en el cielo. Aún así sigue siendo una teoría de poco peso.

Otras explicaciones razonables son las que indican que las luces pueden ser causadas por hechos similares a los que producen los espejismos, provocadas por las condiciones atmosféricas cuando el frío y el aire caliente crean un efecto visible al doblar la luz.

Combustiones espontáneas, el fuego de la muerte

El mundo del misterio es tan amplio, variado y sorprendente que de no ser por el frío documento que generalmente da fe de los hechos, es comprensible que en determinadas ocasiones los sucesos sean considerados argumentos más propios de una novela de ficción que de casos reales.

Representacion de una combustion espontanea.

5 de diciembre de 1966. Coudersport, Pennsylvania. El doctor Irving Bentley era respetado por su vecindad. Hombre de pocas palabras, serio y conversación amena, gozaba del privilegio de contar con muchos y buenos amigos. Nadie hubiera deseado daño alguno para el viejo médico. Al menos nadie conocido…

La calle bullía de vida. El Sol derretía levemente los finos copos de nieve caídos durante la madrugada. Eran tiempos de bonanza económica, una circunstancia que agradecían los comerciantes de la pequeña localidad, que veían entusiasmados como sus establecimientos se llenaban de posibles compradores. No en vano la Navidad estaba cercana, y los adornos multicolores, abetos y regalos desaparecían de las tiendas a un ritmo inusual.

Don Gosnell aceleró el paso. El joven había ingresado meses atrás en la compañía de gas de la ciudad y deseaba causar una buena impresión a sus superiores. Además, si finalizaba la tarea con rapidez aún tendría tiempo para realizar alguna compra que otra.

“Maldita sea, como pesa la condenada”. La bolsa que permanecía asida a su hombro comenzaba a causarle demasiadas molestias. Dichas eventualidades se disiparon al torcer la esquina. Allí estaba la vieja y enorme casa de piedra, una construcción victoriana de finales del XIX, y a la postre su última visita del día: el hogar del doctor Bentley. Lentamente cogió el pomo de la puerta, empujándolo con fuerza. Un sonido seco recorrió el interior del inmueble, suficientemente fuerte como para que su cliente se diera por aludido. Nadie contestó. Gosnell comenzó a impacientarse. “No hay que dejarse llevar por los nervios”, pensó a la vez que el llamador de plomo golpeaba la superficie de madera. De nuevo no hubo respuesta. En un arrebato de ira, el muchacho desplazó la puerta hacia el interior, mostrando la oscuridad sombría que reinaba en el salón recibidor. “Por Dios, que peste”. Un olor nauseabundo escapó al exterior. El miedo se apoderó del muchacho. La fina capa de humo azulado que invadía el ambiente agudizó los sentidos de éste, temeroso de que se hubiera producido un escape. Continuar leyendo «Combustiones espontáneas, el fuego de la muerte»