Ni alienígenas ni asesinatos del KGB: Rusia cierra el caso de los excursionistas muertos en los Urales en 1959

“En este momento estamos sentados cantando canciones. Los chicos tocan la guitarra, Rustik toca ‘Atrapa tu corazón’ con la mandolina. Este es el último lugar de la civilización”. La letra redondeada de Liudmila Dubinina describe en su diario la noche del 27 de enero de 1959. “Parece que esta es la última vez que escuchamos canciones nuevas”, dice en la que sería una de sus premonitorias páginas finales. Cuatro días antes, Dubinina, una joven seria de largas trenzas, y un grupo de otras nueve personas, todos estudiantes o graduados del Instituto Politécnico de los Urales, habían emprendido un viaje para hacer caminatas y esquí de fondo en una zona de los Urales, la cordillera considerada frontera natural entre Europa y Asia. Aspiraban a alcanzar la montaña Jolat Siajl, conocida por los mansi, los pobladores locales, como la Montaña de la Muerte o la Montaña de los Muertos.

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Qué es el «agua muerta», el fenómeno que atrapa a los barcos en medio del océano

En 1893, el explorador noruego Fridtjof Nansen comenzó una expedición al Polo Norte que le daría fama mundial por conseguir romper el récord de latitud norte. Esa travesía también lo convertiría en la primera persona en observar un extraño fenómeno que ha desconcertado a los oceanógrafos por más de un siglo.

Cuando navegaba por las aguas del Ártico, al norte de Siberia, Nansen notó que de pronto su barco, el Fram, comenzó a detenerse, a pesar de que sus motores andaban a toda máquina.

El aventurero describiría la anomalía como una «fuerza misteriosa» que retenía a su embarcación, haciendo que casi no pudiera maniobrar.

«Hicimos bucles en nuestro curso, a veces dimos vueltas, probamos todo tipo de estrategias para evitarlo, pero con muy poco éxito», relató luego.

Nansen se convirtió así en el primero en observar este fenómeno, al que le dio el nombre de «agua muerta».
Capas

Once años más tarde, en 1904, el físico y oceanógrafo sueco Vagn Walfrid Ekman logró identificar qué causaba esta anomalía.

Ekman demostró en un laboratorio que olas formadas en esta parte del océano Ártico debajo de la superficie, entre capas de agua salada y dulce -que tienen distinta densidad- interactuaban con un barco, generando resistencia.
Ártico
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En el agua del Ártico se mezclan capas de diversa salinidad.

Lo atribuyó a los glaciares que se derretían, formando una capa de agua dulce sobre el mar, más salado y denso.

Sin embargo, en sus pruebas de laboratorio, Ekman vio que las olas de arrastre generaban oscilaciones en la velocidad del barco.

Esto difería de las observaciones de Nansen, cuyo barco se detuvo a una velocidad constante y anormalmente baja.

Hasta ahora nadie había podido explicar estas diferencias, ni tampoco entender exactamente cómo funciona el efecto que genera el agua muerta.

Pero un equipo interdisciplinario del Centro Nacional para la Investigación Científica (CNRS), la institución de investigación más importante de Francia, y de la Universidad de Poitiers, cree haber develado ambos misterios.
«Cinta transportadora»

El grupo de físicos, expertos en mecánica de fluidos y matemáticos franceses utilizó una clasificación matemática de diferentes olas internas y un análisis de imágenes experimentales a escala de subpíxel para estudiar el fenómeno.

En un trabajo que publicaron a comienzos de julio en la revista científica PNAS concluyeron que las variaciones de velocidad descritas por Ekman se deben a la generación de olas que actúan como una especie de «cinta transportadora ondulante».

El fantasma de una mujer vestida de novia le hace dedo a los conductores en La Pampa

Las rutas pampeanas cruzan un mapa curtido de tierra y olvido. Muchas de estas huellas, muy poco transitadas, pasan por pueblos abandonados, rincones deshabitados donde, cuentan los lugareños, suceden fenómenos inexplicables y fantasmagóricos.

Una de estas apariciones sobrenaturales es la llamada «Novia del Bajo de la Tigra». El fantasma de una mujer que a principios de siglo XX, por mandato familiar, no pudo casarse con su enamorado y en la desesperación se vistió de novia y se suicidó colgándose de un caldén (árbol típico de la zona) junto a la ruta 1, entre General Campos y Alpachiri, en la indeterminada desolación pampeana. «El hecho sobrenatural existe, las apariciones están documentadas», asegura Fabián Romano, fotógrafo y piloto de avión, referente de estos temas en La Pampa. La última aparición -dice- fue aterradora.

«Lo más curioso es que sucedió a plena del luz del día», cuenta Fernando Quiroga, periodista de Bahía Blanca, especialista en estos casos del diario La Nueva Provincia. «Me llamó una mujer de un teléfono privado para contarme que un fantasma con ojos oscuros y dientes muy grandes la corrió en la ruta en el Bajo de la Tigra», afirma. El relato en primera persona es verdaderamente espeluznante. Esta aparición, que suele manifestarse en los fríos meses de invierno, hace por lo menos un siglo que es frecuente en esta ruta, pero jamás se materializó como en noviembre pasado.

«Nunca voy a olvidar ese llamado y la voz de ella», recuerda Quiroga. Muy angustiada, le relató un hecho que la cambió la vida. Yamila López Uriarte -jamás pudo volver a comunicarse con ella luego de este llamado- vive en Boedo y tiene alrededor de 30 años. Su familia es oriunda de La Pampa y decidió visitar a su padre, que en esos días estaba trabajando junto a su tío en Alpachiri (pueblo de la frontera). Entró a la provincia por Guatraché y subió por la ruta 1. Nunca imaginó lo que unos minutos después le sucedería.

«Me cuenta que ve a una mujer vestida de blanco haciendo dedo, pero de una manera muy inusual, los movimientos de pies y brazos, de su cuerpo, era extraños, intensos, como si estuviera desesperada. Yamila -lo aseguró- no era de las personas que levantan a extraños en la ruta y pasó de largo. Sin embargo, al hacerlo, ve que el rostro de esa mujer no estaba normal, tenía ojos acuosos, muy grandes y no tenía labios, sus dientes, muy grandes, estaban al descubierto», el relato se corta.

Esa figura, siempre según el relato que Yamila le contó a Quiroga, no sabemos si llamarla humana o sobrenatural, la miró «enojada», como si la acción de no levantarla la perturbara aún más de lo que estaba. «Todo esto pasó al mediodía, por eso el relato cobra mayor interés», cuenta. La joven conductora (de 30 años al momento de presenciar este hecho), madre de una niña y abogada, apretó el acelerador, quería quitarse esa horrible visión. Esta aparente calma, de haberse alejado, fue temporal. Pasando el Bajo de La Tigra, un kilómetro más adelante, volvió a verla.

«Cuando me comentó esto, comenzó a llorar», recuerda Quiroga aquel llamado del 27 de noviembre del 2019. Yamila, aterrada, volvió a pasar sin detenerse, pero unos metros después, detuvo su auto, aunque lo dejó en marcha. «Estaba de espalda, era una mujer con un vestido blanco, sucio, viejo», describe. Le preguntó si necesitaba ayuda. Bajó de su auto, volvió a preguntarle. «No pude creer lo que me contó», afirma Quiroga.

Ese espectro, a esta altura es la palabra adecuada, se dio vuelta y miró a Yamila. Ella puede ver con precisión que donde deberían estar los ojos, tenía dos huecos negros, y los dientes, muy expuestos en las encías, sin labios. En ese momento, esa aparición comenzó a correr hacia Yamila.

«Ella me cuenta que se olvidó su auto y corrió campo traviesa, no recuerda cuanto, gritó pidiendo ayuda, perdió el aliento y cayó delante de un caldén. En una de las ramas, colgaba el cuerpo de una mujer», relata Quiroga. Yamila se incorporó, pero no tuvo tiempo de procesar lo que estaba viendo, sintió que algo o alguien le rozó el cuello «y vio la aparición de la ruta, la misma que vio en el árbol. Un segundo después, desapareció». La mujer salió corriendo hacia la ruta y no frenó hasta Alpachiri.

Una curva mortal

Quiroga publicó el relato en su columna en La Nueva Provincia, y enseguida se convirtió en viral en la región. «Te llamo para que otras personas que hayan vivido lo mismo que yo, lo cuenten», recuerda las últimas palabras de Yamila, y nunca más la volvió a oír. Intentó rastrearla, pero no lo consiguió. Los lectores de la nota, pronto contaron sus vivencias, ninguna tan vívida como la de Yamila.

«Las apariciones se suceden, el de Yamila no es el único testimonio», afirma Romano, muy respetado en La Pampa por sus investigaciones. Vive en Macachín, a media hora del Bajo de la Tigra. «Las personas mayores del campo cuentan que el fantasma de una mujer aparece levitando», sostiene. Leyenda o no, los testimonios se multiplican. Se puede hacer un perfil que los cruza a través de las generaciones: es una aparición femenina, vestida de blanco que elige ese tramo de la ruta 1. «Tiene una curiosidad: vayas a la velocidad que vayas, el fantasma te sigue», sugiere, inquietante.

La historia acerca del origen se centra en aquella desdichada joven que decide terminar sus días suicidándose. Se desconoce el nombre de la chica y el hecho se pierde en la región de la leyenda y del mito rural. «Algunos dicen que podría llamarse Alba», arriesga Quiroga. «También he investigado la muerte de una mujer que habría sido atropellada en el Bajo de la Tigra por un camionero, que luego tuvo problemas psicológicos», afirma Romano, quien viaja frecuentemente por esta ruta. «Los moradores de una casa que está cerca dicen oír voces», agrega.

Sin dudas, el crudo relato que Yamila le contó al periodista bahiense causó terror en la región. El diario La Arena de La Pampa, uno de los más importantes de la provincia, debió salir a desmentir el hecho porque los habitantes de Alpachiri y Guatraché tenían miedo de transitar la ruta. Lo cierto es que en la curva del Bajo de La Tigra, la muerte atrae víctimas. En agosto de 2007, junio de 2017 y mayo de 2019, para nombrar los casos más resonantes, conductores perdieron la vida allí. «No se trata de creer o no, algo sobrenatural y fantasmagórico, sucede en esa curva», concluye Romano.