«El remache de oro»; La leyenda del puente carretero de Río Cuarto

La construcción del puente del Río Cuarto, en la ciudad homónima localizada en el centro de la provincia de Córdoba, se inició en el año 1911, y se completó un año más tarde. Hasta ese momento, si la gente quería cruzar el río Cuarto debía pasar por un vado de arena bastante precario que cuando llegaba alguna creciente quedaba totalmente sumergido bajo las aguas. O sobre los rieles y las tablas de un puente ferroviario que había sido construido algunos años antes.

Según señalan algunas fuentes, en 1985 el Gobierno de la provincia se encargó de la construcción del puente carretero de la ciudad de Río Cuarto, no obstante, por esas cosas que tiene la política y sus proyectos, la construcción nunca se llevó a cabo.

Pasaron cerca de 18 años para que, el intendente de Río Cuarto de aquél año, Alfredo Boasi, retomara aquella cuestión, enviándo una carta al Ministro de Obras Públicas de la Nación, en donde transmitía la enorme urgencia de la ciudad de contar con un puente que comunicara más rápidamente los dos sectores del municipio que dividía el río, ya que el mismo, dejaba completamente separadas la planta urbana de la ciudad del resto del municipio hacia el norte, quedando a este rumbo un núcleo de población importante. Por aquellos años, las frecuentes crecientes mantenían completamente incomunicados a los dos sectores de la ciudad, incluso por varios días.- Continuar leyendo ««El remache de oro»; La leyenda del puente carretero de Río Cuarto»

«La mujer del angelito» Una leyenda urbana de Córdoba

Los cocheros que hacían el recorrido entre Alta Córdoba y el Centro contaban con singular espanto terribles versiones que les sucedía a la vuelta al bajar por la avenida Roque Sáenz Peña. Decían que una mujer enlutada a la cual no se le veía la cara marchaba por los rieles en pos del tranvía llevando en sus brazos un pequeño ataúd sobre el cual había un candelero con velas de sebo. Adquirió tanta popularidad esta aparición que en las noches invernales se interrumpió por completo el trafico de peatones y los pocos vehículos que se animaban a pasar por la zona lo hacían acompañados por otro, nunca solos».

Así, el 1º de enero de 1926, en una larga evocación sobre la Córdoba de finales del siglo XIX, La Voz del Interior recordaba a la todavía fresca «Mujer del angelito». La bajada de Alta Córdoba, como se la conocía en tiempos de la aparición paso a ser señalada como la «Bajada del angelito muerto». El barrio hacia poco que se había incorporado a una ciudad que, ya saturada en los alrededores de la plaza San Martín, se atrevía a subir a los altos. La estación de trenes del Ferrocarril Belgrano fue un punto de atracción.

La evocación del diario sostiene que el fantasma desapareció al instalarse en el barrio el R13 de Infantería, aquel cuerpo de artilleros que peleo en la intentona revolucionaria radical del 4 de febrero de 1905.
Pero para Azor Grimaut, en su libro Duendes en Córdoba, aun hasta 1915 se hablaba de la «Mujer del angelito». Entonces, los niños pequeños fallecidos eran tenidos como angelitos y sus velorios eran toda una tradición festiva, celebratoria. Para ellos, los féretros se pintaban de blanco y ese era el color del cajoncito que transportaba la mujer.

Cuenta Azor Grimaut: «El viaducto ferroviario, de noche parecía un enorme bostezo interminable. A los dos lados de la bajada se levantaban como murallones los cortes de las dos grandes barrancas de greda y arena colorada. El transito de vehículos, especialmente pasadas las 11 de la noche, no era nutrido, aunque de tarde en tarde la sensación de que intentaba iniciarse, cuando el tranvía a caballo, mas popularmente conocido como «la carreta», trabajosamente , por el agotamiento de las bestias, iniciaba su ascenso en dirección al norte. Mayorales y cocheros difundieron la versión (de la Mujer del angelito), que no dejo de preocupar hondamente a los supersticiosos, de que, regresar, siempre en el ultimo viaje cuando nadie -aparte de ellos- ocupaba el vehículo, se aparecía, corriendo por el terreno existente entre los rieles, delante de los caballos, una mujer de traje oscuro -quizás negro-, llevando en brazos un cajón fúnebre de angelito…»

El fantasma, según la versión, se deslizaba de acuerdo a la velocidad del tranvía y finalmente a corta distancia del viaducto antes citado desaparecía como desvaneciendose.