La momia de un niño Inca revela un linaje genético desconocido

Investigadores consiguieron descifrar parte del genoma de la momia de un niño inca de 7 años que hace unos 500 años fue sacrificado en un ritual.

En la época del incanato era común realizar sacrificios humanos en honor al dios Sol. Fue precisamente alrededor del año 1500 que un grupo de personas llevó a un menor de 7 años a lo alto del Aconcagua, en la actual Argentina, para entregarlo en ofrenda. Hoy se sabe gracias a una investigación que aquel niño perteneció a un linaje humano hasta ahora desconocido, según informó la revista Scientific Reports.

Un equipo internacional de investigadores, liderado por el español Antonio Salas, de la Universidad de Santiago de Compostela, logró descifrar parte del genoma de la momia del niño inca que fue encontrada en 1985 por unos montañistas.

Los resultados del estudio muestran que el menor perteneció a un linaje humano que se formó hace unos 14.300 años –llamado ahora C1bi- y que ya no existe sobre la faz de la Tierra. La investigación respalda los últimos estudios genéticos con americanos actuales y esqueletos ancestrales, que sostienen que los primeros humanos que pisaron América lo hicieron hace 15.000 años desde Siberia.

Entre los posibles motivos de esa extinción, apuntan a la merma que sufrieron las poblaciones americanas por la llegada de los europeos y las epidemias que sufrieron. Asimismo, los autores han localizado en Perú y Bolivia posibles descendientes vivos de este linaje.

Se trata de la primera vez que se estudia genéticamente una momia andina. La aplicación de las modernas técnicas de ADN a restos humanos antiguos, dicen los autores, abre una ventana al conocimiento de las enfermedades y la forma de vida de civilizaciones ancestrales.

La momia completa «sigue custodiada por la Universidad Nacional de Cuyo, congelada a -20 grados, pero su lugar concreto es un secreto”, señala Antonio Salas.

El enigma del cráter Patomskiy

En 1949, el geólogo Vadim Kolpakov partió en una expedición hacia Siberia, sin darse cuenta de que estaba a punto de descubrir uno de los misterios sin resolver más extraños del mundo: el cráter Patomskiy.

Como Kolpakov viajó a un territorio casi inexplorado, la gente local Yakut le advirtieron de no seguir, explicando que había un mal en lo profundo del bosque que hasta los animales lo evitaban. Lo llamaron el «Nido del águila del fuego» y afirmó que la gente empezaría a sentirse mal cerca de él y algunos dirían que simplemente desaparecerían sin dejar rastro.

Pero un hombre de ciencias como Kolpakov no se deje intimidar por estas historias. Aun así, incluso él se encontró atónito para explicar lo que encontró en lo profundo de los bosques siberianos. Un cráter gigante, del tamaño de «un edificio de 25 pisos», se alzó de entre los árboles. De cerca se parecía a una boca del volcán, pero Kolpakov sabía que no había habido volcanes en la zona durante al menos un par de millones de años. Este cráter parecía relativamente recién formado. Kolpakov estima que tendría alrededor de 250 años. Esta fecha ha sido apoyada por estudios posteriores de crecimiento de los árboles cercanos. Curiosamente, los árboles también parecen haber experimentado un período de crecimiento acelerado similar a la observada en los bosques alrededor de Chernobyl.

Desde el descubrimiento del cráter, ha habido muchas teorías sobre por qué (o quién) podría haberlo creado. Algunas personas, incluyendo Kolpakov, han especulado que podría haber sido formado por un meteorito, aunque el cráter no se parece a ningún otro cráter que haya dejado algún meteorito conocido. Otros están convencidos de que se trataba efectivamente de un volcán. Muchos incluso creen que hay un OVNI escondido debajo del cráter.

En 2005, una expedición se puso en marcha con la esperanza de encontrar algunas respuestas, pero entonces llegó la tragedia. El líder de la expedición murió de un ataque al corazón, a pocos kilómetros de distancia del sitio. Los lugareños estaban convencidos de que el mal que irradia ese cráter fue el que lo llevo a la muerte.

La máscara de oro de Tutankamón perteneció en realidad a Nefertiti

La repentina muerte del faraón niño, como se suele llamar a Tutankhamón a pesar de que falleció con casi veinte años, supuso que su enterramiento se realizara con cierta premura. Acabó inhumado en una tumba que recientes investigaciones parecen estar demostrando que en realidad es mucho más grande de lo que parece. Los indicios apuntan a que podría ser el principio de un largo hipogeo real de finales de la XVIII dinastía. En realidad, la tumba de Tutankhamón se habría creado en parte anterior en la parte anterior de este gran hipogeo cegando el pasillo con un muro.

Con el ajuar funerario de este faraón se siguió con esta política de «reciclado», porque muchos de sus objetos presentan correcciones en el nombre que portan. Algunas veces se trata sólo del cambio desde el Tutankhatón con el que fue llamado nada más nacer al Tutankhamón que se puso al rechazar el culto atoniano y volver al culto tradicional. Pero en otras ocasiones se puede observar cómo los objetos fueron pasados a Tutankhamón borrando un nombre femenino y escribiendo encima el del soberano. Uno de ellos parece haber sido la máscara de oro del faraón.

Nicholas Reeves, de la Universidad de Arizona, ya había sugerido en el 2001 que en realidad la máscara de oro de Tutankhamón había sido creada para un personaje anterior y luego «rebautizada» borrando su nombre y escribiendo encima el de Tutankhamón. El personaje original sería Ankheperura Neferneferuatón, esposa de Akhenatón, más conocida como Nefertiti. A esta conclusión llegó al observar varios detalles de la máscara. El primero son los daños presentes en ella anteriores a su descubrimiento, como dos agujeros para pasar un hilo con el que sujetar el flagelo o lo que parecen las marcas de una caída en vertical en la parte protuberante derecha del tocado nemes. Continuar leyendo «La máscara de oro de Tutankamón perteneció en realidad a Nefertiti»