Los Tasaday: La tribu que nunca existió

Durante una expedición por una Fundación, el 7 de junio de 1971 se descubrió en una región montañosa de la isla de Mindanao, en Filipinas, un pueblo que vivía literalmente, en la Edad de Piedra. Los Tasaday, aislados del mundo desde hacía 2,000 años, eran cazadores y recolectores que hablaban un dialecto desconocido y vivían en cuevas.

La Tribu Tasaday

Su poco contacto con el mundo les había impedido conocer productos como el tabaco, hecho que los antropólogos era una prueba de su incomunicación, pues esta planta se comenzó a introducir por todos los rincones del planeta desde el siglo XV, cuando los primeros viajeros se lanzaron a explorar el mundo.

Tan popular se hizo la ‘tribu’ que la revista National Geographic le dedicó una portada y un documental de una hora, realizado bajo la vigilancia de funcionarios del gobierno del entonces presidente de Filipinas, Ferdinand Marcos.

Sin embargo tras la caída del dictador en 1986 se hizo una investigación más completa sobre este pueblo. En abril de ese año el antropólogo Oswald Iten, junto con el periodista filipino Joey Lozano, entraron en las famosas cuevas y las encontraron completamente vacías.

Los tasaday existían, actualmente con unos 150 miembros, pero no había nada sorprendentes en ellos, era similares a otras tribus del sudeste asiático: usaban herramientas de hierro, vestían ropas de algodón y solo dormían en cuevas cuando iban de cacería.

Estas nuevas evidencias permitieron descubrir al autor del mayor fraude antropológico de la historia: el director de la fundación Panamin, dedicada a salvaguardar los intereses de las minorías, Manuel Elizalde, quien se ‘sacó de la manga’ a una tribu entera usando a los aborígenes del lugar con el fin de obtener recursos económicos, varios millones de dólares, destinados a proteger el estilo de vida de los Tasaday. Así llegó a su fin una tribu que nunca existió.

Resuelven el misterio del «OVNI» del Mar Báltico

Un grupo de buzos pudo comprobar que no se trataba de una nave espacial, como se creía desde su descubrimiento.

El enigma, finalmente, fue develado. Tras varios meses de expectancia por revelar, lo que se creía, una de las mayores evidencias de la existencias de inteligencia superior más allá de la Tierra, todo fue descartado. El «OVNI» del Mar Báltico era, ni más ni menos, que un pedazo de roca.

La comprobación fue realizada y confirmada por un profesor asociado de la carrera Geología de la Universidad de Estocolmo, Volker Brüchert. El caza tesoros, Peter Lindberg, quien hizo el hallazgo el 19 de junio de 2011, no quiso hacer comentarios al respecto.

«Me encontré con un mineral negro que podría ser muy bien una roca volcánica. Mi hipótesis es que este objeto, esta gran estructura, se formó durante la Edad de Hielo hace muchos miles de años», dijo el investigador al portal español «ABC.es».

Se trata de un depósito glaciar que data de miles de años, que mide aproximadamente 60 metros de diámetro. Su forma ovalada y la simetría de sus extremos hizo que los expertos relacionaran al objeto con una nave espacial. Hubo algunos, incluso, que lo compararon con el «Halcón Milenario», aeronave famosa de la película ‘Star Wars’.

En cuanto a las marcas que se encontraron detrás del ahora identificado objeto hasta su lugar de estacionamiento, el experto universitario indica que son producto del arrastramiento que sufrió desde su posición original. «Dado que todo el norte de la región del Báltico está enormemente influenciada por el deshielo de los glaciares, tanto la estructura como estas muestras de roca se formaron probablemente en íntima conexión con los procesos glaciares y post glaciares. Y lo más probable es que esas rocas fueron transportadas por los glaciares», resaltó.

El Gran Fraude Lunar de 1835 | Vespertilio homo

El libro publicado en 1836, Grandes descubrimientos astronómicos hechos recientemente por Sir. J. Herschel en el Cabo de Buena Esperanza, que a pesar del título realmente describe las invenciones de Richard A. Locke, un reportero del New York Sun que en 1835 publicó una serie de seis artículos en los que aseguraba que el astrónomo John Herschel había conseguido descubrir plantas y animales en la Luna con un nuevo telescopio de su construcción.

El crédulo traductor, Francisco de Carrión, asegura en el prólogo «Decir no lo creo, por que no lo he visto, u otras trivialidades, o por lo chocante que parezca el que haya hombres con alas en la Luna, y antojarse, sin más examen, paparrucha inventada por la imaginación fecunda de un burlón; no es modo de raciocinar.»

El autor de la narración es un personaje ficticio, el Dr Andrew Grant, que se describe a sí mismo como compañero de viajes y amanuense de Sir John Herschel. Gracias a un impresionante telescopio construido por el propio Herschel, era posible contemplar la Luna a ojo desnudo a una distancia de 91 m, con lo que presuntamente se alcanzaba una resolución sin precedentes.

Sir John Herschel era hijo de Sir William Herschel, conocido músico y astrónomo aficionado descubridor del planeta Urano. Además de un gran astrónomo fue uno de los precursores de la fotografía. De hecho, acuñó los términos fotografía, negativo, positivo, y descubrió el uso del tiosulfato de sodio como fijador de las sales de plata. También informó a Daguerre de que su propio descubrimiento del hiposulfato de sosa fijaría sus fotografías haciéndolas permanentes.

En 1833 Herschel viajó a Sudáfrica para catalogar las estrellas, nebulosas y otros cuerpos celestes visibles desde el hemisferio sur. Pretendía completar la clasificación estelar iniciada por su padre William, y continuada por él mismo. Llegó a Ciudad del Cabo el 15 de enero de 1834. Entre sus observaciones se encontraba el regreso del cometa Halley.

Herschel volvió a Inglaterra en 1838 y publicó Resultados de Observaciones Astronómicas hechas en el Cabo de Buena Esperanza en 1847. En esta publicación propuso los nombres usados en nuestros días para los siete satélites de Saturno conocidos en esa época: Mimas, Encélado, Tetis, Dione, Rea, Titán y Jápeto. En el mismo año, Herschel recibió su segunda Medalla Copley de la Royal Society por este trabajo. Unos años después, en 1852, propuso también los nombres de los cuatro satélites conocidos entonces de Urano: Ariel, Umbriel, Titania y Oberón. Continuar leyendo «El Gran Fraude Lunar de 1835 | Vespertilio homo»