Que unas inundaciones desentierren una serie de restos de miles de años de antigüedad, no deja de añadir más casualidades al descubrimiento, en un sitio donde por otra parte no llueve a menudo. Un pastor del Norte de Jordania lo encontró. Y le llamó la atención la «menorah», el candelabro religioso judío, grabado sobre una de estas cajas.
Contenían 70 libros de metal,que tenían entre 5 y 15 hojas diminutas de metal de plomo y sellados con este material y cobre. También se encontraban unos rollos, unas vasijas de incienso y mas cosas sin determinar.
El hombre que lo encontró no entendía que podía ser aquello, pero del valor que podría tener para algún estudioso judío, no tuvo ninguna duda. Se lo vendió a un tal Hassan Saeda, judío y beduino quien lo sacó de Jordania. Después de unos años,llega a oidos del Gobierno Jordano y, como es natural, reclama su propiedad.
La importancia de estos textos de plomo no es banal. Según algunos arqueólogos británicos, que siempre están donde ocurren estas cosas, podrían tratarse de los textos cristianos más antiguos y podrían aclarar bastante sobre la vida de Jesús.
Y fue el quien alertó al gobierno jordano de la existencia de tales hallazgos cuando el comprador, el tal Saeda, se dirigió a él para tasar la compra que le había hecho al pastor jordano. El señor Elkington, uno de los pocos afortunados que ha visto los restos arqueológicos, intuye que el hecho de que estén en el formato de libro, les da un valor añadido y una pista de su valor, arqueológicamente hablando.
Los judíos y los romanos usaban rollos y por otra parte, de los cristianos primitivos, quitando las cartas de Pablo, no hay practicamente nada.
Pruebas de su procedencia:
«Creemos que es probable que pertenezcan a la Edad Oscura del cristianismo, un período de unos 20 años, tras la muerte de Jesús. No hay restos de esa época, porque éstos desaparecieron cuando los romanos destruyeron Jerusalén y el resto, irónicamente, fue destruido por los cristianos cientosde años después», para que no fueran conocidos.
No son los únicos detalles del origen cristiano. Uno de los libros tiene unas placas de yeso con un mapa de la ciudad santa de Jerusalén. En el primer plano hay una crucifixión y al fondo una tumba, que puede ser la de Jesucristo. Hay imágenes del Templo de Jesrusalén y ramas de palma, lo que se asocia con la Fiesta de los Tabernáculos o Sucot, que en su forma más antigua era conocida como la Fiesta del Mesías. «Aunque todavía tenemos que descifrar la mayor parte de la lengua, por sus imágenes es muy fácil ver cómo pintan la vida de Jesús».
Más datos: está escrito en hebreo asmoneo, un idioma antiguo en los ritos del Templo de Jerusalén. «No era una lengua hablada. Se usaba en el templo para textos que la gente corriente no podía leer, sólo los sumos sacerdotes lo hacían», y admite que, posiblemente, los primeros cristianos usaban esta lengua con el mismo fin. Por eso, también los libros fueron hechos en metal, para que no se pudieran reproducir. Acabaron, los libros, en Jordania posiblemente de la mano de cristianos que huyeron de Jesrusalén tras ser arrasada por los romanos, en el año 70.