En búsca del tesoro perdido

Por Yahoo Noticias – La tormenta se desató de repente, oscureciendo el cielo de media mañana. Los vientos soplaban a 100 kilómetros por hora. Las olas, que alcanzaban los ocho metros, cubrían el barco pesquero.

Las ocho personas a bordo del Polar Mist pidieron ayuda por radio, se colocaron los trajes de buzo de supervivencia y se arrojaron a las aguas heladas. En una riesgosa operación, los rescatistas que pendían de un helicóptero lograron sujetarlos y ponerlos a resguardo.

Dos días más tarde, el 18 de enero, un remolcador chileno se topó con el barco abandonado. Mientras lo remolcaba a tierra firme, el Polar Mist, de bandera chilena, se hundió imprevistamente a 40 kilómetros de la costa argentina, cerca de la boca del Estrecho de Magallanes.

Los propietarios de la carga aseguran que el pesquero transportaba casi 22 millones de dólares en oro no refinado y plata que fue a parar al fondo del mar y reclaman a la compañía aseguradora Lloyd’s de Londres que cubra los costos de la onerosa operación de rescate.

Pero la prensa argentina y expertos marítimos se preguntan si es cierto que los metales preciosos estaban a bordo, por qué los tripulantes abandonaron el pesquero cuando habría sido más seguro quedarse a bordo, por qué dejaron el motor encendido –lo que hizo que el Polar Mist quedara girando en círculos– y, sobre todo, por qué un pequeño buque pescador construido en 1979 era usado para transportar esa valiosa carga.

“Es todo muy gracioso, muy sospechoso”, dijo a la AP Carlos Mey, un experto en historia marítima que vive en las afueras de Buenos Aires. “El barco siguió flotando, no estaba en peligro de hundirse”, agregó.

El fiscal marítimo Pedro Vargas, de Punta Arenas, Chile, y un juez federal de Río Gallegos, Argentina, investigan el hundimiento del Polar Mist. Ambos rehusaron hacer comentarios porque la investigación está en curso.

Por su parte, Cerro Vanguardia S.A. –la mina en la Patagonia argentina de la que se extrajo el metal– reclama 16,5 millones de dólares por la carga sumergida y dice que el caso es claro como el agua.

“No hay nada misterioso aquí”, dijo a la AP el presidente de la empresa, Jorge Palmes. “Un barco se hundió”, agregó.

La verdad podría salir a la luz esta semana, cuando equipos de rescate se sumerjan 75 metros bajo el mar para examinar la bodega del Polar Mist.

El juez de Río Gallegos autorizó la semana pasada el rescate de la carga. La operación será realizada por Mammoet, una compañía holandesa que ayudó a recuperar los restos del submarino nuclear ruso Kursk del fondo del helado Mar de Barents en 2001.

La operación debería tomar aproximadamente una semana si los 9.300 kilogramos de metal –90% plata y 10% oro– siguen allí. Si no están, dijo Palmes, Lloyd’a tendrá que reembolsar a su empresa.

Los funcionarios de Minera Tritón Argentina S.A., que sostienen que el Polar Mist llevaba otra carga de cinco millones de dólares en oro y plata, no respondieron las llamadas telefónicas de AP.

Gustavo María Giugale, el abogado que representa a Lloyd’s en Argentina, explicó que los registros oficiales del puerto de Punta Quilla, Argentina –de donde zarpó el Polar Mist– aseveran que la carga estaba a bordo. Su destino era Punta Arenas, desde donde sería enviada por avión a Suiza para su refinación.

Para recorrer el trayecto entre Argentina y Chile el barco debía cruzar el Estrecho de Magallanes, al límite sur del continente americano. Llamado así en homenaje al célebre navegante del siglo XVI, el estrecho ha sido temido durante siglos por los marinos por sus fuertes vientos, sus olas tumultuosas y su clima voluble.

En las últimas décadas, unos cuantos marinos han aprovechado el mito que rodea al estrecho para realizar estafas, librando a sus empresas de barcos no deseados para reclamar luego el dinero de las aseguradoras, dijo Mey.

El Polar Mist se encuentra a pocos kilómetros de los restos de casi 350 naufragios, agregó, quizás cerca de uno de los barcos que integraban la flota de Magallanes y que aún no ha sido localizado.

Descubrimientos Científicos: Astronomía

WASHINGTON (AP) – Por primera vez, los científicos descubrieron que ciertos restos siderales encontrados en la Tierra fueron parte de un asteroide que se volvió estrella fugaz en la atmósfera terrestre: un bólido de fuego que cruzó el cielo.

El hallazgo realizado por científicos estadounidenses podría permitir dar un vistazo al pasado, cuando se formaron los planetas, y dar pistas de cómo evitar una catástrofe futura por la eventual caída de un asteroide colosal en la Tierra. [Más Información en Yahoo Noticias]

El misterio de los hombres eléctricos.

Los casos de este tipo que carecen de una explicación racional se engloban dentro de lo que se ha bautizado como Efecto SLI (Street Light Interference), un fenómeno conocido en España como «interferencia en el alumbrado público» o, coloquialmente, apagafarolas. La siguiente historia ejemplifica a la perfección lo que tratamos de explicar. Su protagonista, que prefiere mantenerse en el anonimato, regresaba a casa una noche. Al doblar una esquina, de repente, todas las farolas de la calle se apagaron. Estupefacto, dio media vuelta para no seguir a oscuras y tomó otra calle.

De nuevo le ocurrió lo mismo. Resignado, continuó por la misma vía. Pero lo más sorprendente es que, cuando se alejó, las farolas volvieron a encenderse. El Efecto SLI, por tanto, consiste en la facultad, normalmente involuntaria, de ciertas personas para interferir en el funcionamiento normal del alumbrado público. Esto puede traducirse en que las luces se apaguen, se enciendan o varíen de intensidad cuando la persona causante del fenómeno se acerca a ellas. Lo anterior puede suceder con una sola farola o, como hemos visto, con varias a la vez.

Sin embargo, menos habitual es que toda una hilera de luces vayan apagándose de forma progresiva al paso de alguien, para encenderse a medida que el individuo se va alejando. Una persona nos narró un caso de este tipo: «En cuanto me aproximaba a las farolas, se apagaban. En ningún momento pensé que este hecho podía estar relacionado conmigo. Pero comprobé que a medida que las iba dejando atrás, y ante mi estupor, se encendían de nuevo una a una».

Desde luego, se han ofrecido teorías convencionales –como el mal funcionamiento de los diversos componentes de las farolas–, pero algunos casos no pueden explicarse de esta manera, pues sobrepasan la simple casualidad que tales argumentos implican.

La siguiente historia, que escuchamos por boca de su protagonista, así lo atestigua: «Caminábamos varias personas y cuando pasamos junto a una farola, se apagó. En broma, comentamos si es que estábamos gafados o algo similar. No le dimos mayor importancia, pero recorridos unos metros, ésta se encendió. Cuando pasamos junto a otra, ocurrió lo mismo. Y también en la siguiente. Continuamos bromeando sobre el tema, así que para comprobar si era casualidad o no, cruzamos la calle para acercarnos a la farola de enfrente. Como os podéis imaginar, también volvió a apagarse.

Incrédulos, cruzamos otra vez la calle hacia la acera en la que estábamos al principio, y se apagó la farola que teníamos delante. Siempre, cuando nos alejábamos unos metros de ellas, se volvían a encender». Las teorías convencionales, además de que no pueden explicar casos como el anterior, dejan de lado aspectos curiosos del fenómeno. Y es que algunos de los sliders –término inglés con que se conoce a los apagafarolas– no interfieren sólo en el alumbrado público, sino también en otros aparatos eléctricos, como cajas registradoras, televisores, ordenadores o radios.

Y, en ocasiones, también en aparatos no eléctricos, sobe todo brújulas. Después de varias apariciones nuestras en diferentes medios de comunicación para hablar sobre el tema, algunas personas se pusieron en contacto con nosotros. Ante el extraordinario número de casos que acumulábamos, decidimos llevar a cabo una investigación más sistemática. Para ello creamos un cuestionario de sucesos SLI, lo cual nos ha servido para llegar a algunas conclusiones estadísticas provisionales.
Los primeros resultados muestran que hombres y mujeres protagonizan en un porcentaje similar casos de Efecto SLI, con lo que no se puede establecer ninguna distinción en función del sexo. Además, estos sucesos se producen tanto si la persona camina, como si viaja en coche, en moto o en otro medio de transporte. De todos modos, el número de efectos SLI producidos cuando el protagonista va a pie es mucho mayor. Este hecho no debe causarnos sorpresa, pues es más sencillo percatarse del fenómeno mientras se camina.

Continuando con los resultados estadísticos, uno de los datos que más llama la atención es el hecho de que casi un veinte por ciento de los sliders aseguren en el cuestionario que, además de afectar a las farolas, también inciden sobre relojes. Así, Yolanda M. nos contaba: «El reloj se me para varias veces, y no sólo a mi, sino también a otras personas que están conmigo, en especial a mi compañero. Lo curioso es que esto siempre sucede por la noche». Las descargas eléctricas también están relacionadas muy directamente con el fenómeno de los apagafarolas.

El porcentaje de personas que aseguran recibir más descargas de las que podrían considerarse normales es de un diecinueve por ciento, aunque sabemos que la cifra es mayor, pues en el cuestionario de recogida de casos no se hizo mención explícita a este aspecto desde el principio. Estos sliders suelen recibir shocks con máquinas de tabaco, interruptores, carros de la compra, el agua del grifo, con otras personas… Pues bien, según fuentes del Laboratorio de Ingeniería Eléctrica de la Universidad de Cataluña, «la humedad del aire funciona como un conductor que favorece la fuga de tensiones; si el ambiente es seco, el cuerpo no libera su energía y se recarga».

Es decir, que los mencionados «calambres» son más comunes cuando el ambiente es húmedo. Esto es muy importante, ya que aproximadamente un veinticinco por ciento de los sliders reflejan en los cuestionarios que es en un ambiente fresco y húmedo cuando tiene lugar el fenómeno. A esta misma conclusión también llegó el investigador Hilary Evans, de la Asociación para el Estudio Científico de los Fenómenos Anómalos (ASSAP), después de su estudio pionero sobre el Efecto SLI.

Además, según los expertos en descargas eléctricas, cuando el cuerpo se recarga de energía, ésta puede ser liberada en forma de calambres, con erizamiento del cabello, sensación de cansancio y dolor de cabeza. Curiosamente, algunas personas relacionan el dolor de cabeza con la experiencia SLI. Teniendo en cuenta todo lo anterior, ¿podría estar la clave del Efecto SLI en la electricidad estática del cuerpo? Por el momento no podemos ofrecer una respuesta concluyente, pero es obvio que, al menos, puede existir algún tipo de relación.

Por ello, recientemente hemos incorporado en el cuestionario una pregunta sobre la ropa que viste el slider cuando produce la interferencia en las farolas, ya que los zapatos con suelas sintéticas y los trajes con telas acrílicas, por ejemplo, incrementan la electricidad estática. Tal es el caso de una secretaria colombiana que provocó un incendio en un almacén de disolventes al producir una chispa sólo por tocar una estantería metálica. Según se supo, iba vestida con una blusa de nilon y zapatos de tacón.

Año Cero y Enigmas.
Fuente: Año Cero
Autor: Carlos Gutiérrez y Olga Canals