El material “asesino” que se encuentra en tu celular

Mientras el primer mundo consume con avidez cualquier información que tenga que ver con la llegada del próximo iPhone, la noticia de un accidente en un yacimiento en Indonesia que causó la muerte a seis mineros no parece importar mucho. Pero resulta que las dos noticias están relacionadas de una forma siniestra.

Bloomberg Bussinessweek ha publicado un reportaje en el que se investiga a fondo la cadena de extracción y suministro mundial de estaño, un metal que se utiliza en la soldadura de diversos componentes de aparatos como teléfonos inteligentes, tabletas y ordenadores.

Gran cantidad de este material procede de minas peligrosas y a menudo ilegales en la isla indonesia de Bangka. Mientras en los lugares más pudientes del planeta los compradores hacemos la vista gorda y solo nos preocupamos por si nuestra compañía de teléfono subvenciona parte del precio de nuestro caro móvil, en ese remoto lugar el ecosistema está siendo alterado de una manera brutal: el campo está siendo destruido y la pesca -la principal forma de ganarse el dinero de los habitantes de Bangka- se está viendo seriamente afectada por culpa de las embarcaciones con dragas que literalmente acuchillan el fondo marino en busca de estaño.

La media docena de muertos a los que hacíamos referencia al principio fallecieron esta pasada primavera por culpa de un desprendimiento de tierra en una mina que había sido mal construida.

Irónicamente, las grandes empresas de tecnología compran estaño a las compañías mineras de Indonesia porque en teoría ofrecen más seguridad para sus trabajadores que las excavaciones africanas. En ese continente, los ‘minerales de conflicto’ son el motivo de guerras entre diferentes facciones.

¿Esperanza para el futuro?

A pesar del negro presente en el que nos encontramos, con mineros que se juegan la vida por un salario ínfimo y en unas condiciones insalubres, en Estados Unidos se ha aprobado una medida que puede hacer que la esclavitud provocada por los ‘minerales de conflicto’ acabe. La Securities Exchange Commision, un órgano encargado de supervisar diferentes aspectos de la industria norteamericana, va a obligar a partir de 2013 a que todas las empresas estadounidenses hagan públicos los acuerdos que han firmado con otros países sobre la extracción de minerales.

Con esta norma los ciudadanos de naciones del tercer mundo sabrán el dinero que están recibiendo por las explotación de sus materias primas, y si coincide con el precio de mercado. Así, se espera que se acaben los negocios oscuros y los tratos injustos con estos países, y que los estadounidenses puedan conocer cómo se las gastan sus multinacionales a la hora de comprar materia prima.

También es una medida que busca pacificar determinados países, como la República del Congo, en donde supuestamente los grandes compradores minerales financian a grupos rebeldes para poder controlar las explotaciones mineras y conseguir un buen precio en minerales como el oro, la casiterita y la wolframita.

Pero hasta que llegue el día en el que las compañías paguen un precio justo por las materias primas, los trabajadores cobren un salario digno y no se produzcan más muertes por culpa de los minerales, tendremos que vivir con la vergüenza de que nuestros flamantes aparatos contienen materiales manchados de sangre.

Por Nestor Parrondo / Yahoo! Finanzas España

Los Tasaday: La tribu que nunca existió

Durante una expedición por una Fundación, el 7 de junio de 1971 se descubrió en una región montañosa de la isla de Mindanao, en Filipinas, un pueblo que vivía literalmente, en la Edad de Piedra. Los Tasaday, aislados del mundo desde hacía 2,000 años, eran cazadores y recolectores que hablaban un dialecto desconocido y vivían en cuevas.

La Tribu Tasaday

Su poco contacto con el mundo les había impedido conocer productos como el tabaco, hecho que los antropólogos era una prueba de su incomunicación, pues esta planta se comenzó a introducir por todos los rincones del planeta desde el siglo XV, cuando los primeros viajeros se lanzaron a explorar el mundo.

Tan popular se hizo la ‘tribu’ que la revista National Geographic le dedicó una portada y un documental de una hora, realizado bajo la vigilancia de funcionarios del gobierno del entonces presidente de Filipinas, Ferdinand Marcos.

Sin embargo tras la caída del dictador en 1986 se hizo una investigación más completa sobre este pueblo. En abril de ese año el antropólogo Oswald Iten, junto con el periodista filipino Joey Lozano, entraron en las famosas cuevas y las encontraron completamente vacías.

Los tasaday existían, actualmente con unos 150 miembros, pero no había nada sorprendentes en ellos, era similares a otras tribus del sudeste asiático: usaban herramientas de hierro, vestían ropas de algodón y solo dormían en cuevas cuando iban de cacería.

Estas nuevas evidencias permitieron descubrir al autor del mayor fraude antropológico de la historia: el director de la fundación Panamin, dedicada a salvaguardar los intereses de las minorías, Manuel Elizalde, quien se ‘sacó de la manga’ a una tribu entera usando a los aborígenes del lugar con el fin de obtener recursos económicos, varios millones de dólares, destinados a proteger el estilo de vida de los Tasaday. Así llegó a su fin una tribu que nunca existió.

El Gran Fraude Lunar de 1835 | Vespertilio homo

El libro publicado en 1836, Grandes descubrimientos astronómicos hechos recientemente por Sir. J. Herschel en el Cabo de Buena Esperanza, que a pesar del título realmente describe las invenciones de Richard A. Locke, un reportero del New York Sun que en 1835 publicó una serie de seis artículos en los que aseguraba que el astrónomo John Herschel había conseguido descubrir plantas y animales en la Luna con un nuevo telescopio de su construcción.

El crédulo traductor, Francisco de Carrión, asegura en el prólogo «Decir no lo creo, por que no lo he visto, u otras trivialidades, o por lo chocante que parezca el que haya hombres con alas en la Luna, y antojarse, sin más examen, paparrucha inventada por la imaginación fecunda de un burlón; no es modo de raciocinar.»

El autor de la narración es un personaje ficticio, el Dr Andrew Grant, que se describe a sí mismo como compañero de viajes y amanuense de Sir John Herschel. Gracias a un impresionante telescopio construido por el propio Herschel, era posible contemplar la Luna a ojo desnudo a una distancia de 91 m, con lo que presuntamente se alcanzaba una resolución sin precedentes.

Sir John Herschel era hijo de Sir William Herschel, conocido músico y astrónomo aficionado descubridor del planeta Urano. Además de un gran astrónomo fue uno de los precursores de la fotografía. De hecho, acuñó los términos fotografía, negativo, positivo, y descubrió el uso del tiosulfato de sodio como fijador de las sales de plata. También informó a Daguerre de que su propio descubrimiento del hiposulfato de sosa fijaría sus fotografías haciéndolas permanentes.

En 1833 Herschel viajó a Sudáfrica para catalogar las estrellas, nebulosas y otros cuerpos celestes visibles desde el hemisferio sur. Pretendía completar la clasificación estelar iniciada por su padre William, y continuada por él mismo. Llegó a Ciudad del Cabo el 15 de enero de 1834. Entre sus observaciones se encontraba el regreso del cometa Halley.

Herschel volvió a Inglaterra en 1838 y publicó Resultados de Observaciones Astronómicas hechas en el Cabo de Buena Esperanza en 1847. En esta publicación propuso los nombres usados en nuestros días para los siete satélites de Saturno conocidos en esa época: Mimas, Encélado, Tetis, Dione, Rea, Titán y Jápeto. En el mismo año, Herschel recibió su segunda Medalla Copley de la Royal Society por este trabajo. Unos años después, en 1852, propuso también los nombres de los cuatro satélites conocidos entonces de Urano: Ariel, Umbriel, Titania y Oberón. Continuar leyendo «El Gran Fraude Lunar de 1835 | Vespertilio homo»