Esta imagen fue tomada en el Museo Edward Jenner en Berkeley, por el reportero de la BBC Chris Sandys. Chris se encontraba tomando imágenes del ático del Museo para un reportaje, cuando, tras tomar una panorámica y visualizarla en la pantalla de la cámara, se dio cuenta que había algo extraño en la fotografía.
Tan pronto como tome la panorámica, la examine en la cámara y de inmediato note una extraña formación de luz en el pasillo que hay tras la puerta” expresó Chris, “Si moverme del lugar realice varas tomas mas para tratar de averiguar que pudo causar aquella formación, pero no logre dar con la causa. No creo en fantasmas, pero esto es muy extraño.” continuó.
Detalle donde aparece el supuesto fantasma. Detalle donde aparece el supuesto fantasma.
Tras la difusión de la imagen, muchos han especulado que el supuesto fantasma sea el mismo Jenner, quien fue un pionero en la vacunación contra la viruela y el padre de inmunología. Nació en Berkeley en 1749 donde paso la mayor parte de su vida hasta su muerte en 1823. Curiosamente, la actual directora del museo dijo a los medios que “en el museo siempre ha habido historias de fantasmas, pero por lo general uno se toma esto un poco a broma, pero ahora estoy realmente asombrada por la imagen.
En la imagen uno puede ver una especie de figura humana que parece estar reclinado sobre una silla, una silla que en el pasillo no existe”. ¿Quién puede decir que es el propio Jenner?, tenemos dibujos de soldados alojados en estas habitaciones a finales del siglo XIX, podría ser uno de ellos, incluso uno de los sirvientes de Jenner… si es que la imagen responde a la de un fantasma. [Extraído de Esencia 21]
En la segunda mitad del siglo XIX hacían furor todo tipo de espectáculos teatrales que, en muchas ocasiones, llevaban el dudoso adjetivo de “científico”. No cabe duda que un público ávido de emociones novedosas, antes del nacimiento del cine, necesitaba calmar su sed de sorpresas con todo tipo de ingeniosas representaciones. Tan pronto eran momias egipcias que volvían a la vida, como magos capaces de trocear a una bella dama en pedacitos para, luego, volver a tomar su figura como si nada. Todo esto, más la moda del espiritismo y sus mesas “parlantes”, junto a médiums y el gusto por lo macabro, convertía muchos teatros en auténticos antecesores de las películas de terror.
Vale, hoy día nos podría causar risa, tan acostumbrados como estamos a carísimos efectos especiales y sofisticadas puestas en escena, pero ¿qué pensarían nuestros tatarabuelos? Para alguien que no hubiera contemplado nunca algo parecido, ver una representación fantasmal en un teatro debió ser algo ciertamente impresionante. Todo esto empezó, o más bien habría que decir que llegó a su culminación, con la feria científica abierta en la británica The Royal Polytechnic, institución que con el tiempo ha pasado a formar parte de la Universidad de Westminster. La idea consistía en crear ilusiones de la forma más realista posible acudiendo a todo tipo de atilugios y técnicas científicas. Puede que no lo sospecharan al principio, pero lo que surgió como divertimento se convirtió en poco tiempo en un espectáculo de masas. Ahí estaba John Henry Pepper, un químico que llegó a la institución en 1848 con grandes ideas y un inventor, Henry Dircks, que había ideado una máquina de fantasmagorías, esto es, un generador de imágenes fantasmales. A Dircks no le iba muy bien el invento, nunca mejor dicho, pues requería teatros con una disposición especial y un equipamiento complicado. Fue Pepper quien se ofreció a crear en su feria un espectáculo de fantasmas con la técnica de Dircks, modificando el teatro ya existente. El resultado, que se dio en llamar Los Fantasmas de Pepper causó sensación.
La primera prueba se realizó representando una escena de una obra de Charles Dickens. ¿Dónde estaba la gracia? Naturalmente, en los fantasmas, parecían reales o, al menos, eran tal y como los imaginaba el ideario decimonónico occidental. Los espectadores ocupaban sus butacas, como en un teatro normal, sin sospechar que todo lo que veían formaba parte de un escenario trucado, dotado con una sala oculta equipada con grandes espejos. De esa forma, camuflando inteligentemente varios juegos de grandes espejos móviles, podían proyectarse todo tipo de imágenes “fantasmales” flotantes. El resto dependía de la capacidad teatral de los actores y de la habilidad de quienes manejaran marionetas, pedazos de tela desgarrada y similares. Ante los asombrados espectadores flotaban toda clase de espectros del otro mundo, juegos de luces y puertas que dejaban a la vista criaturas infernales. El éxito del montaje de Pepper fue tan grande que terminó por ser exportado a teatros de todo el mundo. En muchos lugares se crearon túneles del terror basados en la misma tecnología de luces y espejos, se construyeron casas “encantadas”, en las que la gente llegaba a pagar considerables cantidades por disfrutar de un rato de terror. Lo que surgió a mediados del siglos XIX como sencillo divertimento, terminó convertido en todo un clásico de los parques de atracciones destinado a dar miedo, claro está, muy mejorado gracias a todo tipo de efectos por ordenador.
Gustavo trabaja de sereno en el edificio de Telefónica de Argentina, en Roca y pasaje Tucumán de Trelew. La noche del 25 de junio, había comenzado su jornada laboral de manera habitual, cuando de repente comenzó a escuchar sonidos extraños: Puertas que se cerraban, golpes en las oficinas y hasta el sonido de la cadena que provenía de uno de los baños del lugar. Aunque con un poco de temor, siguió los sonidos en busca de una explicación racional de los acontecimientos. Sin embargo, y tras llegar al final de su recorrido, descubrió una extraña imagen que lo dejó sin palabras.
Afortunadamente, Gustavo llevaba consigo su celular y consiguió filmar lo que sus ojos veían y no podían creer. Una inexplicable sombra desplazándose por los pasillos del edificio.