La «luz mala» o «farol de mandinga» es una superstición muy conocida en Argentina. Es un mito con trascendencia religiosa que se extiende por casi todo el Noroeste Argentino.
En algunas épocas del año (generalmente las más secas) se suelen ver de entre las pedregosas y áridas quebradas de los cerros del oeste tucumano, cuando los últimos rayos del sol iluminan las cumbres de los cerros y el intenso frío de la noche va instalándose en los lugares sombreados, una luz especial, un fuego fatuo; producto de gases exhalados por cosas que se hallan enterradas conjugados con los factores climáticos; Con terror y morbosidad, los lugareños la denominan «luz mala» o el «farol del diablo».
En algunas épocas del año, en especial en las más secas, se suele ver a lo lejos; El día más propicio para verla es el día de San Bartolomé, el 24 de agosto, porque es el día en que Lucifer (El Diablo) esta más libre de los poderes celestiales.
La luz mala, es muy temida, porque se la considera maligna, o bien el alma de algún difunto que no ha pagado sus deudas…
Cuando aparece la luz mala se debe hacer lo siguiente:
«si la luz blanca que aparece en la falda del cerro es buena, donde entra hay que clavar un puñal y al otro día ir a cavar… va a encontrar oro y plata. Si la luz es roja huyan o recen el Rosario, se dice que es luz mala, tentación del diablo».