La historia de Kowloon es una historia de crimen, corrupción y miseria. Pero también es una historia apasionante, sobre su pequeño emplazamiento, de apenas 26,000 metros cuadrados, que conformaba un microcosmos dentro de una ciudad mucho mayor.
La antigua Ciudad Amurallada de Kowloon fue una anomalía política, una pequeña parcela de territorio perteneciente al gobierno chino, pero encuadrada dentro de Hong Kong, en el tiempo en que esta ciudad era una colonia británica.
El establecimiento de la ciudad se remonta a la dinastía Song. Durante aquella época, era un puesto de vigilancia contra los piratas de la zona que amenazaban el comercio de sal. La ciudad estaba situada en la Península de Kowloon, junto a la Isla de Hong Kong, y fue reconstruida a mediados del siglo XIX como fortaleza.
Cuando la isla de Hong Kong fue cedida al imperio británico en 1842, las autoridades chinas creyeron necesario mantener un punto de control para supervisar la actividad de la zona y el cumplimiento de los acuerdos. Kowloon fue el lugar elegido, convirtiéndose en un enclave chino dentro del territorio británico (algo parecido a lo que representa Gibraltar hoy en día).
El convenio para la anexión de Nuevos Territorios firmado entre China y Gran Bretaña para la cesión de tierras excluía a la Ciudad Amurallada, lo que permitía a China mantener una tropa en el lugar, mientras no entorpeciese la actividad británica. En aquella época, la población de Kowloon no llegaba a 700 personas. Sin embargo, tan sólo un año después, Gran Bretaña se arrepintió del acuerdo y, de forma no oficial, decidió acabar con la base militar existente, atacándolo en 1899.
A pesar de ello, una vez destruido el emplazamiento militar, la Ciudad Amurallada de Kowloon siguió permaneciendo en un limbo legal, fuera de la ley británica pero en el corazón de la colonia. Se desarrolló como un vecindario típicamente chino, con sus propias costumbres. Dado que su comercio no representaba ningún peligro, las autoridades británicas dejaron evolucionar en paz a la ciudad, factor clave para su desarrollo.
Al ver la ciudad desde el aire, impresiona la enorme densidad de edificios de la misma, sin dejar apenas resquicios entre los mismos. Las casas se levantaban unas sobre otras, hasta un límite de 14 plantas, marcado porque era el máximo al que se podía llegar para no entorpecer el tráfico aéreo de la vecina Hong Kong, cuyos aviones pasaban rozando las azoteas de las casas.
Los edificios de la ciudad se apiñaban unos junto a otros, siendo las calles más amplias de apenas un metro de anchura. Es entonces cuando uno se explica porque la ciudad se mantenía en pie, a pesar de la desastrosa construcción: las casas, simplemente, se apoyaban unas sobre otras. Nuevos edificios se erigían encima de las azoteas de los antiguos. Sin arquitectos ni ingenieros, simplemente se construía al azar, apoyándose en el edificio colindante. De este modo, las calles se estrechaban cada vez más a medida que la ciudad crecía.
El progresivo crecimiento de los edificios, sin embargo, respeto un único espacio: el templo Tin Hau, construído en 1951 y situado en el centro de la ciudad. Dicho templo perdió progresivamente todo atisbo de luz solar a medida que los edificios crecían a su alrededor, hasta que tuvieron que protegerlo con una rejilla para impedir que cayera basura sobre el mismo.
Las únicas dos normas de construcción eran la ya conocida del límite de altura y una segunda norma que establecía que la instalación eléctrica estuviera al descubierto para poder abordarla en caso de incendio, dando lugar a una maraña de cables y tuberías que cruzaban todas las calles de la ciudad e impedían el paso de la ya de por sí escasa luz solar que recibían. En cuanto al suministro de agua, ocho puntos de agua proveían a la totalidad de la población, cortesía de las autoridades de la vecina Hong Kong.
Tras el final de la Segunda Guerra Mundial y la rendición de Japón, el recinto se convirtió en un reducto donde se agrupaban los habitantes ilegales, los que ya había y, sobre todo, los recién llegados, cuyo número aumento en 1949 tras la fundación de la República Popular China, que provocó la llegada de cientos de nuevos refugiados.
Kowloon, La ciudad de la Oscuridad
Kowloon era también conocida como «la ciudad de la oscuridad», debido a que el apiñamiento de edificios había relegado a la ciudad a vivir iluminada de día y de noche por la luz de las lámparas fluorescentes. La inexistente planificación urbanística provocaba que las calles tuvieran apenas un metro de anchura lo que, unido a la altura de los edificios, que llegaban hasta las 14 plantas antes mencionadas, convertía a la luz solar en un lujo sólo al alcance de las azoteas y los habitantes de los pisos superiores.
La Anarquía en Kowloon
La ciudad de Kowloon era una especie de estado al margen de la ley, autoregulada y autosuficiente. Era la ciudad más independiente que ha conocido la historia de la humanidad, un espacio al margen del resto del mundo en el que no existía la autoridad. La vida en la ciudad era, según sus habitantes, un “armonioso estado de anarquía”. A pesar de que la policía de Hong Kong no entraba en la ciudad, existía en la misma un grupo de voluntarios que ejercían funciones de vigilancia y, en general, trataban de mantener la paz.
Los Británicos intentarón desalojar Kowloon en numerosas ocasiones, hasta que finalmente desistieron en 1948. La ciudad se convirtió entonces en un enclave irreductible con una intensa actividad comercial. Dicha actividad comprendía sobre todo el tráfico de opio y alcohol, así como la prostitución, ante la incapacidad legal de la policía de Hong Kong para actuar en el recinto.
La «ciudad sin ley» era conocida por sus excesos, sus fumaderos de Opio, sus traficantes de cocaína, sus casinos, los puestos de comida en los que se servía carne de perro y las fábricas secretas de falsificaciones diversas. Por otra parte, Kowloon también era famosa por la cantidad de dentistas que trabajaban en la ciudad, de forma totalmente antihigiénica, debido a podían ejercer sin licencia y sus precios eran asequibles para la fuerte demanda de Hong Kong.
Con el tiempo, tanto las autoridades británicas como las chinas calificaron de intolerable la situación del recinto, debido al elevado índice de criminalidad y las insalubres condiciones de vida, acordando finalmente su demolición en 1987. En 1991 comenzo a desalojarse la ciudad, que por aquel entonces había alcanzado la impresionante cifra de 50,000 habitantes. Esto arrojaba una densidad de población de 1,900,000 habitantes por kilometro cuadrado, convirtiendo a la antigua Kowloon en la ciudad más densamente poblada de la historia de la humanidad. Para tener una idea de lo que esto significaba, la densidad de población de Nueva York es de 91 personas por hectárea. La de Kowloon, en comparación, era de 13,000 personas por hectárea.
Al evacuar la ciudad, sus habitantes fueron reubicados y recibieron ayudas económicas, aunque a pesar de ello muchos se resistían a abandonarla, considerando insignificantes las indemnizaciones. No sería hasta 1993 cuando por fin se vació la ciudad y comenzó la demolición.
Sin embargo, en sus últimos años, antes de destruir la ciudad por completo, se aprovechó para filmar varias películas en la misma, Jackie Chan, por ejemplo, protagonizó una cinta de artes marciales titulada «Crime Story», que incluía escenas de las explosiones reales. Otra de las películas rodadas en Kowloon fue “Bloodsport”, de Jean-Claude Van Damme. El opresivo y oscuro aspecto de la pequeña ciudad la convertía en un auténtico infierno urbano, un paisaje que inspiró también videojuegos como «Shenmue II».
Fotografias de Greg Girard en colaboración con Ian Lamboth