El pasado 15 de junio, un grupo de buzos descendió, tomó fotos y filmó varias horas de video. En el lugar, los cazadores de naufragios y tesoros hallaron una roca semiesférica «con forma de hongo» que, dejó a los buzos asombrados. «Primero creímos que sólo era una piedra, pero es algo más que eso», aseguró Lindberg. La ambiguedad de sus palabras nos hacen creer que en realidad el misterio no es tal y que ellos ya conocen la verdadera naturaleza del descubrimiento, solo que no dirán nada hasta el estreno de un documental dedicado al suceso. Continuar leyendo «El objeto del Mar Báltico : Hallazgo legítimo o negocio mediático?»
Alarma y pánico causa en la localidad china de Xinxiang la aparición de un misterioso animal con una especie de cresta y pelos solo en la cola. Muchas personas llegaron a preguntarse si era el resultado de un experimento científico fallido. Más aún tomando en cuenta que Xinxiang está cerca de un centro de investigaciones y experimentos con animales, y también hay una escuela de medicina.
En declaraciones captadas por Daily Mail, un residente del lugar señaló que “la piel de color rosa hace que se vea igual que un cerdo que salió mal en una especie de experimento genético”. La teoría que se maneja es que se trata de una especie resultante de un experimento genético y que escapó de alguno de los varios centros de investigación científica y laboratorios que existen en Xinxiang.
La policía, en tanto, postula que es un “perro crestado chino sin pelo”, una fina raza de can. Sin embargo, este animal no tiene todas las características de la especie a la que se le atribuye, por ejemplo, la forma de su tronco, piernas u hocico son distintas, al igual que su pelaje.
«Nací con el maligno como mi patrón a un lado de la cama cuando vine al mundo y ha estado conmigo desde entonces…». H. H. Holmes
El 1° de mayo de 1893 se inauguró en Chicago la Exposición Universal, que debía reflejar el gigantesco progreso de la humanidad en las industrias y en las ciencias. Era la edad de la seguridad. Y del optimismo. Por esos días, abrió sus puertas en la ciudad de los vientos un fastuoso hotel. La obra fue proyectada por un tal Campbell y realizada bajo la dirección de un tal doctor Holmes. Ambos tenían un rasgo común: no existían. Habían sido creados por un tal Herman Webster Mudgett, quien recurrió a ese arbitrio para estafar a albañiles y proveedores de materiales de construcción y equipamiento del suntuoso establecimiento.
Si el aspecto exterior del edificio era por lo menos extraño, su interior era inquietante: toda su estructura estaba horadada por pasadizos secretos, trampas, espejos que permitían ver cuanto acontecía en las habitaciones, y hasta cañerías de gas colocadas debajo del parquet, que se accionaban desde el subsuelo y hacían posible que los huéspedes pasasen involuntariamente del sueño diario al sueño eterno.
Si los clientes hubiesen tenido oportunidad de echar un vistazo a los sótanos, seguramente se habrían marchado sin detenerse a recoger sus equipajes. Porque hubiesen descubierto un horno crematorio, una tinaja con ácido sulfúrico, una mesa de disección anatómica, con decenas de bisturíes, sierras y otras herramientas relativamente afines con la industria hotelera. Si nadie se preocupaba por las desapariciones, menos intriga despertaban las cartas falsificadas que enviaba a los familiares de sus huéspedes para que sus familiares o socios les girasen más fondos, porque lo estaban pasando bomba.
Con, probablemente, unas doscientas muertes sobre la conciencia, este Barba Azul sádico y obseso sexual puede considerarse, en la lista de premios de los grandes criminales, como una especie de «recordman» en todas las categorías. Su mansión del suburbio de Englewood en Chicago -el Holmes Castle- es aún hoy la casa de matar más sofisticada de toda la historia de la criminología.
El Dr. Holmes, cuyo verdadero nombre era Herman Webster Mudgett, nació en 1860 en Gilmanton, en una honrada y muy puritana familia de New Hampshire. Muy pronto manifestó hacia las mujeres -y sobre todo hacia las mujeres de fortuna- el interés poco corriente que iba a hacer de él un auténtico donjuán del crimen. A los dieciocho años, se casó con una rica joven llamada Clara Louering. Para pagar sus estudios de medicina, la arruinó, y después, una vez obtenidos con lustre sus diplomas en la Universidad de Michigan, la abandonó para irse a vivir con una guapa viuda que se complació en subvenir a sus necesidades gracias a las rentas de su respetable casa de huéspedes. Siendo ya médico, dejó sin pena a aquella segunda conquista, ejerció durante un año en el estado de Nueva York y fue después a establecerse en Chicago. Continuar leyendo «El laberinto de la muerte del Dr. Holmes»