Científicos de la Universidad de Michigan, han descubierto la capacidad de una bacteria que resiste una increíble cantidad de toxicidad, esta bacteria es la clave para la producción de oro de 24 quilates.
El proceso por el cual se obtendría el preciado metal se denomina «Alquimia microbiana» y es cuando se transmutan los metales vulgares en «oro». Tal y como los antiguos alquimistas buscaban la denominada «Piedra Filosofal», el profesor Kazem Kashefi, asistente de microbiología y genética molecular, pretende crear, mediante un pequeño y compacto laboratorio una bacteria llamada Cupriavidus metallidurans para transmutar el cloruro de oro, una sustancia tóxica que se puede encontrar en la Naturaleza, en oro puro al 99%.
El proceso por el cual la bacteria crea el oro se basa, en que la «bacteria» se alimenta con el cloruro de oro y al cabo de una semana de «digestión» el «residuo» excretado resulta ser el preciado metal. Este descubrimiento se produce en momentos en que el valor del oro ha alcanzado un máximo histórico!
La alquimia se practicó desde el siglo IV a. C. y hasta el surgimiento de la química y las ciencias naturales, a comienzos del XVII y tuvo su mayor explendor en la Europa medieval.
A partir de la etapa final de la Edad Media se escribieron numerosos libros sobre el «Arte Hermético». La palabra alquimia, deriva del árabe «al-kimiya», cuyo significado es similar al de química actual, aunque con referencias a lo trascendental y espiritual.
Que es la piedra filosofal?
La piedra filosofal es una sustancia que según la alquimia tendría propiedades extraordinarias, como la capacidad de transmutar los metales vulgares en oro. Existen dos tipos de piedra: la roja, capaz de transmutar metales innobles en oro, y la blanca, cuyo uso transforma dichos metales innobles en plata. La roja se obtiene empleando la Vía Seca; la blanca a través de la Vía Húmeda; en ambos casos el elemento de partida es la pirita de hierro. Otra de las cualidades de ése singular elemento sería la propiedad de sanar enfermedades e incluso prolongar eternamente la vida.
La piedra filosofal y el elixir de la juventud eterna.
Entre los objetivos perseguidos por los alquimístas, se encontraban dos importantes cuestiones. La necesidad imperiosa del hombre por descubrir la fuente de la vida eterna, «el Elixir de la eterna juventud» y el de transformar los metales innobles, como el plomo y el cobre, en metales preciosos, como la Plata y el Oro.
Para lograr el primer objetivo, los alquimistas invirtieron en el proceso, algo más que tiempo. Sus propias vidas. Tal es así que una leyenda urbana, cuenta que el reconocido físico Isaac Newton, intentando obtener el elixir de la vida eterna, bebió un brebaje preparado por el mismo y encontró su propia muerte en vez de la inmortalidad.
En busca de la vida eterna.
En la Antigua China, intentaron encontrar el elixir con diversos resultados. En la Dinastía Qin, Qin Shi Huang, envió a un alquimista con 1000 personas, entre hombres y mujeres, a los mares del este para encontrar el elixir de la vida eterna, y ninguno regresó jamás.
En la Edad Moderna aparecieron un conjunto de personajes que probaron una serie de técnicas según ellos infalibles para regenerar el cuerpo y poder vivir más.
Así, el conde de Cagliostro, noble nacido en Palermo en 1743, ideó un sistema similar al de los capullos de seda: la persona que quería regenerarse debía desnudarse, tumbarse en una cama, envolverse en una manta y durante un mes alimentarse solamente de caldo de pollo. Cagliostro afirmaba que pasados unos días el individuo perdería el pelo y los dientes hasta debilitarse al máximo, pero a partir de ahí comenzaría un proceso regenerativo que le devolvería los dientes, el pelo y la juventud. Obviamente, la persona que se sometiese a este “tratamiento” cumpliría la primera parte por la acción del escorbuto al no tomar nada de vitamina C, pero jamás recuperaría los dientes, el pelo y aún menos la juventud.
La creencia de la vida eterna en la actualidad.
Actualmente en la India, existe la creencia de que los «orejones», mejor conocidos como albaricoques, ayudan a prolongar la vida y a combatir ciertas enfermedades. Es por ello que son considerados como un alimento sagrado y son consumidos a todas horas del día. Uno de los grupos más convencidos de ello son los monjes budistas.
Pero no hace falta acudir a las culturas orientales, para comprender que en pleno siglo XXI, la búsqueda del elixir de la juventud sigue siendo un tesoro preciado por muchos. Solo basta con observar los avances en cosmética y medicina, orientados a mejorar la calidad de vida e incluso, en cierta medida, prolongarla.