Descubren la tumba de Jesús

Un grupo de arqueólogos que exploran una cámara funeraria cristiana del siglo primero, debajo de una torre en Jerusalén, han descubierto una antigua inscripción sobre la tapa de un ataúd, el cual se cree que podría ser el lugar de descanso final de Jesús.

Utilizando una cámara a control remoto, conectada a un brazo robótico para explorar por debajo de la torre, los arqueólogos descubrieron cuatro cajas con huesos que datan del siglo 1ro. La tapa de una de estas cajas de piedra caliza, también conocidas como osarios, lleva una inscripción en griego que podría traducirse como ‘Divino Jehová, levántate, levántate’.


La tapa del supuesto osario de jesúas, muestra un pez tallado.

Otra de las tapas, tiene grabadas la figura de un pez con un palo en su boca, que se cree que se refieren a la historia de Jonás y la ballena – uno de los primeros relatos bíblicos.

La Tumba de la Familia de Jesús

El hallazgo se produjo a unos 60 metros de distancia de un descubrimiento anterior conocido como la Tumba de la familia de Jesús, el cual provocó una gran controversia después de que fue descubierto en la década de los 80′.

Los arqueólogos afirmaron entonces, que las tumbas descubiertas contenían osarios con inscripciones de nombres asociados con la familia de Jesús. Ese descubrimiento habría dado lugar a teorías asombrosas, una de las cuales aseguraría que Jesús fue enterrado junto a María Magdalena, con quien el mesías se había casado y formado una familia. Continuar leyendo «Descubren la tumba de Jesús»

El misterio del Hierro de Wolfsegg

El Hierro de Wolfsegg o Cubo Salzburgo, como también es conocido, fue supuestamente hallado por un minero de nombre Reidl, mientras se desempeñaba en una fundición de en Schondorf, Austria.

La rotura de un trozo de lignita, proveniente de un yacimiento de Wolfsegg de 60 millones de años de antigüedad, dejó al descubierto un cuerpo de naturaleza férrea con caracteristicas poco convencionales.

Según la reconocida publicación de divulgación científica Nature (volumen 35, 11, noviembre 1886, pag 36), el objeto encontrado en la fundición era prácticamente un cubo con una profunda incisión.

Las dimensiones del cubo resultaron en 67 x 67 x 47 mm, con un peso aproximado de 0,785 Kg. El peso específico del metal resultó en 7,75.

De acuerdo a una revisión posterior realizada en el Museo de Historia Natural de Viena en 1966, el objeto tenía altas probabilidades de ser una pieza de hierro fundido artificial. Sin embargo, la consecuencia inevitable de aceptar la existencia de una tecnología minera moderna 60 millones de años en el pasado, relegó al olvido a la cuestionada pieza.

Muchos críticos del artefacto argumentan que las melladuras podrían ser las características de un meteorito corriente, no obstante análisis con haz de electrones acusaron ausencia de cromo, níquel y cobalto, típicos elementos presentes en tal caso.

Una de las hipótesis más aceptadas a partir de 1966 propuso al Hierro de Wolfsegg como parte de una máquina minera de humanidades previas. Pero una investigación realizada en 1973 atribuyó al cubo un origen propio de la técnica artística de “

El hijo del propietario de la fundición lo donó al Museo ‘Heimathaus’ en Vöcklabruck, pero en 1910 el objeto desapareció misteriosamente. Años más tarde reapareció y desde 1950 hasta 1958 se expuso en el museo nacional de Oberosterreichisehes de Linz (Austria) donde se conserva también el molde; pero según Peter Kolosimo, el original salió de Austria, y hoy se puede ver en el Museo Salisbury, en el Reino Unido. Continuar leyendo «El misterio del Hierro de Wolfsegg»

El enigma de los Libros de Plomo de jordania

Que unas inundaciones desentierren una serie de restos de miles de años de antigüedad, no deja de añadir más casualidades al descubrimiento, en un sitio donde por otra parte no llueve a menudo. Un pastor del Norte de Jordania lo encontró. Y le llamó la atención la «menorah», el candelabro religioso judío, grabado sobre una de estas cajas.

Contenían 70 libros de metal,que tenían entre 5 y 15 hojas diminutas de metal de plomo y sellados con este material y cobre. También se encontraban unos rollos, unas vasijas de incienso y mas cosas sin determinar.

El hombre que lo encontró no entendía que podía ser aquello, pero del valor que podría tener para algún estudioso judío, no tuvo ninguna duda. Se lo vendió a un tal Hassan Saeda, judío y beduino quien lo sacó de Jordania. Después de unos años,llega a oidos del Gobierno Jordano y, como es natural, reclama su propiedad.

La importancia de estos textos de plomo no es banal. Según algunos arqueólogos británicos, que siempre están donde ocurren estas cosas, podrían tratarse de los textos cristianos más antiguos y podrían aclarar bastante sobre la vida de Jesús.

Y fue el quien alertó al gobierno jordano de la existencia de tales hallazgos cuando el comprador, el tal Saeda, se dirigió a él para tasar la compra que le había hecho al pastor jordano. El señor Elkington, uno de los pocos afortunados que ha visto los restos arqueológicos, intuye que el hecho de que estén en el formato de libro, les da un valor añadido y una pista de su valor, arqueológicamente hablando.

Los judíos y los romanos usaban rollos y por otra parte, de los cristianos primitivos, quitando las cartas de Pablo, no hay practicamente nada.

Pruebas de su procedencia:

«Creemos que es probable que pertenezcan a la Edad Oscura del cristianismo, un período de unos 20 años, tras la muerte de Jesús. No hay restos de esa época, porque éstos desaparecieron cuando los romanos destruyeron Jerusalén y el resto, irónicamente, fue destruido por los cristianos cientosde años después», para que no fueran conocidos.

No son los únicos detalles del origen cristiano. Uno de los libros tiene unas placas de yeso con un mapa de la ciudad santa de Jerusalén. En el primer plano hay una crucifixión y al fondo una tumba, que puede ser la de Jesucristo. Hay imágenes del Templo de Jesrusalén y ramas de palma, lo que se asocia con la Fiesta de los Tabernáculos o Sucot, que en su forma más antigua era conocida como la Fiesta del Mesías. «Aunque todavía tenemos que descifrar la mayor parte de la lengua, por sus imágenes es muy fácil ver cómo pintan la vida de Jesús».

Más datos: está escrito en hebreo asmoneo, un idioma antiguo en los ritos del Templo de Jerusalén. «No era una lengua hablada. Se usaba en el templo para textos que la gente corriente no podía leer, sólo los sumos sacerdotes lo hacían», y admite que, posiblemente, los primeros cristianos usaban esta lengua con el mismo fin. Por eso, también los libros fueron hechos en metal, para que no se pudieran reproducir. Acabaron, los libros, en Jordania posiblemente de la mano de cristianos que huyeron de Jesrusalén tras ser arrasada por los romanos, en el año 70.