Una sanguijuela indestructible desconcierta a los biólogos

Biólogos japoneses han publicado esta semana un estudio en PLoS ONE un estudio sobre una especie que ha batido todos los records de supervivencia.

Su nombre científico es Ozobranchus jantseanus, una pequeña sanguijuela que vive como parásito de algunas clases de tortugas y, ante la desconcertada mirada de los autores de la investigación, ha resultado ser la campeona mundial de resistencia al frío.

En el experimento de estos investigadores de la University of Marine Science and Technology de Tokyo estas duras sanguijuelas han soportado hasta 24 horas con vida sumergidas en nitrógeno líquido a -196ºC… Y aún más, porque han sido capaces de sobrevivir hasta 32 meses a temperaturas de -90ºC

Y todo esto sin preparación o aclimatación previa ya que han salido indemnes de casi cualquier prueba de frío a las que han sido sometidas, incluyendo repetidas inmersiones en nitrógeno líquido de hasta doce veces seguidas…

Los científicos también están perplejos porque se trata de una sanguijuela que vive en aguas templadas y tropicales por lo que no se han enfrentado nunca a temperaturas tan bajas en su entorno natural.

Los investigadores deberán ahora estudiar para qué necesitan estas sanguijuelas de aguas cálidas una resistencia tan notable a las bajas temperaturas y, sobre todo, cómo lo consiguen y qué mecanismos celulares emplean para soportarlas.

Tras la publicación del estudio han surgido numerosas cuestiones que afectan a otras disciplinas y muchos otros científicos se han interesado por ellas para buscar respuestas y ayuda extra en campos tan apasionantes como el de la criogenia.

Nos estamos quedando sin antibióticos eficaces

Un acontecimiento fortuito, ocurrido en los sótanos del Hospital St. Mary de Londres en la mañana del 28 de septiembre de 1928 iba a pasar a la Historia de la Ciencia y se iba a convertir en uno de los descubrimientos más importantes de la Humanidad.

En aquellos bajos de lo que hoy es el Imperial College, la curiosidad de Alexander Fleming le hizo no desechar una placa de estudio con bacterias del género Staphylococcus aureus consiguiendo así el primer antibiótico: la penicilina. Este hecho le llevó a ganar el Premio Nobel en 1945 y ha salvado cientos de millones de vidas a lo largo de todos estos años.

Esta es la historia que casi todos sabemos y hemos aprendido en los libros de texto, sin embargo existe un dato mucho más desconocido sobre aquel descubrimiento y es que, aquella primera bacteria de Fleming (el estafilococo dorado) apenas tardó unos años en desarrollar resistencia a la penicilina. En 1947, tan solo cuatro años después de que comenzase su producción al público, comenzaron a encontrarse los primeros ejemplos de Staphylococcus aureus inmunes a los antibióticos. Hoy en día, se ha convertido en una “superbacteria” resistente a todo lo que hemos ido innovando.

La evolución mediante selección natural actúa en todos los seres vivos y por supuesto en todas las escalas. Las bacterias también se adaptan a las nuevas amenazas a las que son expuestas, y su resistencia a los antibióticos (cada vez más potentes) se está convirtiendo en un problema global que nos afectará en menos tiempo del que creemos.

Y es un problema de mayor alcance del que podamos suponer y con implicaciones que seguramente no habríais considerado: un elevadísimo número de lo que en la actualidad consideramos grandes avances de la ciencia, como los trasplantes de órganos, el tratamiento de bebés prematuros, la quimioterapia o la gran mayoría de operaciones quirúrgicas que hoy utilizamos serían prácticamente imposibles sin antibióticos eficaces.

Hace unos días las instituciones estadounidenses encargadas del control y prevención de enfermedades (CDC) han desarrollado un demoledor informe con los datos actualizados de 2013. Este estudio ha sido portada de medios especializados como The Lancet o New Scientist con titulares tan potentes como “¿Estarán ahí los antibióticos cuando los necesites?”.

El problema no es solo de Estados Unidos. La resistencia a los antibióticos se ha convertido en uno de los asuntos más preocupantes a los que se enfrenta la Medicina del futuro: actualmente y solamente en Europa se estima que hay 400.000 infecciones al año causadas por bacterias multirresistentes y el número no ha parado de crecer en las últimas décadas. Los países del sur, como España, consumen más antibióticos que los del norte y en muchas ocasiones se utilizan de manera inadecuada. En Grecia por ejemplo las infecciones causadas por la bacteria K. pneumoniae resistente a los antibióticos pasó del 49% al 68% en tan solo un año.

El mal uso de los medicamentos hace menos eficaces a los antibioticos Continuar leyendo «Nos estamos quedando sin antibióticos eficaces»

Un misterio que lleva décadas intrigando a la NASA y la ESA

La ardua tarea de enviar una nave al espacio supone analizar miles y miles de datos y parámetros, utilizando superordenadores para realizar innumerables cálculos con el objetivo de conseguir una precisión exacta. El Universo es una inmensa mesa de billar en la que las bolas se encuentran a distancias enormes moviéndose además a velocidades vertiginosas. En todo este proceso, el más mínimo error puede dar al traste con muchos años de trabajo.

Sin embargo enviar una misión espacial desde la Tierra hasta un planeta del sistema solar no es tan fácil como podríamos pensar. Para alcanzar cuerpos planetarios lejanos necesitamos una carga de combustible demasiado alta y los ingenieros espaciales deben aprovechar las carambolas cósmicas que la gravedad les ofrece.

Sin estas maniobras de asistencia gravitatoria las misiones espaciales a muchos planetas hubieran sido virtualmente imposibles. ¿En qué consisten? Bueno, en este caso, explicarlas es mucho más sencillo que realizarlas puesto que a grandes rasgos tan solo se trata de aprovechar la gravedad de satélites o planetas bien para disminuir la velocidad de una nave espacial o bien para relanzarla hacia su destino.

Se llevan utilizando desde la década de los ’70 cuando los técnicos de la NASA utilizaron por primera vez la gravedad de Venus, curiosamente no para empujar sino para frenar la sonda Mariner 10 en su camino hacia Mercurio.

El ejemplo más alucinante de estas maniobras es sin duda alguna la misión interplanetaria de las Voyager 1 y 2, lanzadas en el año 1977 y que aprovecharon un poco frecuente alineamiento planetario que permitió utilizar el tirón gravitatorio de, no uno, sino dos planetas (primero Júpiter y después Saturno) para conseguir su impresionante viaje hacia las profundidades del Sistema Solar.

La sonda Galileo por su parte, supuso ya la perfección en el manejo de estas maniobras de asistencia gravitatoria puesto que se aprovechó del empuje de varias lunas y planetas para llegar a Júpiter. Incluso llegó a orbitar la Tierra utilizando nuestra propia gravedad para adquirir velocidad antes de emprender su vuelo hacia el gigante gaseoso. Continuar leyendo «Un misterio que lleva décadas intrigando a la NASA y la ESA»