Una mexicana de 127 años revela los secretos de su longevidad

Sueño, un buen apetito y cariño de 153 descendientes: esos son los secretos de la longevidad de la mexicana Leandra Becerra Lumbreras, que al cumplir 127 años el domingo podría ser la mujer más longeva del mundo.
Doña Leandra nació el 31 de agosto de 1887 en la ciudad de Tula, en el estado de Tamaulipas, y pese a su edad tan avanzada, la sordera y las cataratas, conserva cierta movilidad y puede conversar, informa ‘El Salvador’.

Los datos del nacimiento están documentados en un acta certificada por jueces después de una investigación en su ciudad natal, pero el registro de nacimiento original pudo haberse extraviado cuando la mujer migró a la ciudad de Guadalajara, en el estado de Jalisco, según explica su bisnieta Miriam Alvear.

Doña Leandra pasa su vida entre periodos de sueño que pueden durar hasta 3 días prolongados y no carece de buen apetito. «Siempre fue una mujer que luchó. Cosía ropa, tejía hasta hace dos años, nunca ha dejado de estar activa, por eso creemos que pudo llegar hasta esta edad», sostiene su bisnieta.

La enorme descendencia de doña Leandra suma más de 153 personas: 5 hijos, 20 nietos, 73 bisnietos y 55 tataranietos. Este domingo la numerosa familia va a celebrar el cumpleaños de esta mujer que, de confirmarse su edad, sería la más longeva de México y probablemente del mundo, observa el medio.

Pescan una singular langosta de color azul

Una peculiar langosta color azul fue pescada en la costa de Maine en el fin de semana – una captura valorada de $1 a 2 millones.

Meghan LaPlante de 14 años y su padre, Jay, operador de la compañía Miss Meghan Lobster Catch, encontraron la langosta azul en una de sus redes el domingo. Los estudiosos de langostas dicen que el color azul es causado por un defecto genético. Continuar leyendo «Pescan una singular langosta de color azul»

El enigma de los árboles parlantes

Los árboles, pueden avisarse entre ellos de un peligro inminente, pero la forma en que lo hacen representa un verdadero misterio para la ciencia.

El químico y zoólogo estadounidense Davey Rhoades infectó un grupo de sauces con orugas tóxicas. El experimento consistía en ver como los árboles se las ingeniaban «biológicamente» para protejerse de ésta plaga, extremadamente tóxica para su normal existencia. Y así fue como éstos árboles, cambiaron la composición química de sus hojas – elevando el nivel de ácido clorogénico – de modo que a las orugas les resultara tóxico y murieran. El experimento habría dado hasta aquí los conocimientos necesarios sobre éste tipo de árboles.

Lo raro ocurrió después, cuando Rhoades comprobó que un grupo de sauces cercanos, que no había sido infectado por las indeseables orugas, también elevó su nivel de ácido clorogénico en las hojas, en respuesta a un posible e inminente ataque. Pese a que aún no se sabe si la comunicación fue activa (disparada por el ataque de las orugas) o pasiva (percibida de algún modo por los sauces no infectados), los expertos aseguran que hubo algún tipo de comunicación entre los sauces del bosque. Un lenguaje silencioso para el oído humano.