La leyenda de Nosferatu

El cine dentro del cine, o bien el remake de un clásico del cine de terror filmado en 1922. La leyenda de Nosferatu se adentra sobre todos los misterios de los vampiros y de los seres que nunca mueren, pero lo hace metiéndose en aquel film originario, envuelto de misterio por la prematura muerte de su director F. W. Murnau.

Obsesionado por darle veracidad a su Nosferatu, se cuenta que el director originario encontró a un verdadero vampiro para protagonizar el papel del conde Orlock. El mito agrega que el actor Max Schreck era un vampiro en verdad (su apellido significa “terror” en alemán), y que el director Murnau lo convenció de actuar ofreciéndole a cambio la vida, sangre y espíritu de la actriz Greta Schroeder, la protagonista del film.

Los entendidos en materia de vampiros, convencidos aún del mito original de esta película, aseguran que los Nosferatu son los de apariencia menos humana de todos los clanes de vampiros, más bien con una apariencia bastante salvaje. Los reconocen por sus largas y tuberosas orejas, rostros alargados salpicados de verrugas y cráneos de áspera piel y unos pocos mechones.

En la reciente película el propio director original, Murnau, es interpretado por John Malkovich, encargado de darle una trabajada y muy bien lograda composición. Las escenas que va rodando sobre la pantalla de proyección se ven en blanco y negro, y logran con bastante rigor asemejarse a las del film de 1922. El tratamiento formal que tiene la película de Mehrige es bello y muy cuidado, y en su magnífica fotografía hay que buscar buena parte de los puntos fuertes.

El regreso de Orlok

Donde se dan los puntos fuertes del film rodado en Estados Unidos e Inglaterra en el año 2000 es probablemente en la interpretación que Willam Dafne hace del Orlok original, captando la atracción más poderosa, y para muchos alcanzando la semejanza perfecta y superando la actuación del Schreck.

La historia cuenta que los Nosferatu salen a abrazar a los mortales que de algún modo están experimentando deformaciones, sean éstas emocionales, espirituales, físicas o intelectuales. Y buscan estos seres porque el abrazo del Nosferatu es demasiado horror para ser dado a cualquier ser humano común, ya que ese gesto los convierte en uno de ellos.

Después de recibirlo, los Nosferatu atraviesan un doloroso periodo de transformación. Durante semanas evolucionan lentamente desde su semblante mortal hasta su rostro de Nosferatu. El trauma psicológico de convertirse en una monstruosidad tan odiosa es a menudo más doloroso que los síntomas físicos.

La leyenda, reproducida en el filme de Mehrige, también cuenta que estos seres que nunca mueren encuentran placer en hallarse sucios y asquerosos, y jamás intentarán mejorar su aspecto, aunque sea poco lo que pueden hacer por ello. Viven por lo general en lugares bajo tierra, como bodegas, alcantarillas, o a lo sumo casas abandonadas.

Sin dudas, una película de terror capaz de erizar los nervios sensibles del más duro. Y una leyenda emparentada con el clásico Conde Drácula, que parece dejar cabos sueltos y no estar para nada dispuesta a dejarnos dormir en paz.

La leyenda del vampiro de Istria

Antes de que Bram Stoker realizara su obra maestra «Drácula», un vampiro croata llamado Jure Grando ya sembraba el terror entre los aldeanos de Istria, hasta el punto de que sus andanzas le valieron el título de primer muerto viviente de Europa.

El legado de este vampiro sigue hoy vivo como atracción turística en Kringa, la semidesierta localidad croata donde vivió, murió, se levantó de la tumba y fue de nuevo muerto por sus habitantes.

En el camposanto del pueblo, ninguna tumba lleva su nombre y nadie sabe dar pista de ella. «Esa tumba jamás existió», aseguró con lúgubre fastidio a Efe una mujer en el cementerio local.

«Los vecinos probablemente derribaron y cubrieron la tumba por miedo a que Grando volviera como vampiro para maltratarlos», explicó con una misteriosa sonrisa Igor Rajko, empleado del museo dedicado al vampiro. «Hay sepulcros sin nombre», añadió enigmático.

Uno de ellos, un imponente sepulcro anónimo, resistió todos los intentos de ser fotografiado o filmado por la reportera: entre todos los archivos, sólo estos bloqueaban continuamente el ordenador en un curioso fallo técnico. O algo más.

La leyenda cuenta que Grando fue un campesino que murió en 1656 y se transformó en un maléfico ser que se levantaba de su tumba.

El vampiro abusaba sexualmente de su propia viuda, quien describió con horror como el cadáver de su esposo se le aparecía con una sonrisa espantosa, la boca sangrienta y haciendo un ruido horripilante esforzándose por respirar.

Para poner fin al maleficio, el párroco asaltó al vampiro con un crucifijo demandando que dejara de aterrorizarlos.

Aunque las lágrimas salieron a los ojos del espectro, Grando siguió aterrorizando a la aldea hasta el punto de que un grupo de lugareños lo atraparon y trataron de perforar su corazón con estacas de espino.

La historia cuenta que ni siquiera el mas conocido remedio contra los vampiros surtió efecto y que en las noches siguientes Grando se vengó de sus agresores: tocaba a las puertas de los que le habían atacado y en cada casa alguna persona moría después de grandes sufrimientos como si alguien le hubiera chupado la sangre.

No fue hasta 1672 cuando, en un nuevo intento de poner fin a la maldición, nueve audaces aldeanos y el párroco acordaron degollar a la criatura maléfica mientras descansaba en la tumba.

El más valiente entre ellos, un tal Stipan Milasic, logró tras una batalla feroz cortarle la cabeza mientras el vampiro saltaba y chillaba horriblemente. De la herida salió tanta sangre que cubrió a los presentes. Cuando rebosó de la tumba, el monstruo finalmente se rindió.

Desde entonces la paz volvió a Kringa. La misma paz inalterada que ahora perturban solo los turistas interesados en el vampiro.