Hallan posibles evidencias de la existencia de los reyes bíblicos David y Salomón

Seis sellos oficiales de arcilla refutan la creencia de que los reyes David y Solomón son figuras mitológicas y revelan la época en la que gobernaron sobre los israelitas.

Seis sellos de arcilla encontrados durante una excavación en el sitio arqueológico de Khirbet Summeily, Israel, pueden demostrar que hubo un gobernante en la región durante los siglos IX y X antes de Cristo, informa ‘Daily Mail’.

Aunque las bulas no hagan referencia directamente a David o Salomón, sugieren la presencia de un gobierno y de actividad política durante sus supuestos reinados respectivos, señala el medio.

Jimmy Hardin, uno de los investigadores, explicó que las bulas de arcilla se utilizaban para sellar correspondencia oficial de la misma forma que los sellos de cera se emplearían en documentos oficiales en períodos posteriores.

La leyenda del Rey Salomón

Dos madres solteras compartían una habitación, y cada una de ellas dio a luz un niño sobre el mismo día. Por la noche, una de estas madres por accidente, se dio la vuelta en la cama asfixiando a su bebé.  Al despertarse en medio de la oscuridad, vio que su hijo yacía gélido e inmóvil, por lo que la avergonzada madre, cogió el bebé de su compañera de cuarto que aun dormía, colocando al bebé muerto en su lugar.

Posteriormente, la otra mujer despertó, y viendo al bebé muerto, comenzó a llorar por el dolor de su pérdida. Pero después examinó al niño, y se dio cuenta que ese no era el suyo. En el otro lado de la habitación, pudo comprobar cómo su compañera tenía a su bebe.

Las dos mujeres se presentaron ante el rey, luchando por la custodia del niño vivo.

– Escuche, mi señor -dijo la primera mujer-… El hijo de ésta murió una noche por haberse acostado ella sobre él; ella se levantó a mitad de la noche y me arrebató a mi hijo, mientras tu sierva dormía, lo puso a su lado, dejando al lado mío a su hijo ya fallecido.

La mujer siguió profiriendo que cuando se despertó a la mañana para dar de comer a su pequeño, encontró a su lado a un bebé muerto que no era el suyo, sino el de su compañera.

– No -gritó la otra mujer con enfado-, mi hijo es el que está vivo; es el tuyo el que ha perecido.
– No -exclamó la primera mujer-, tu hijo es el muerto; y el mío vive.

Qué espectáculo ofrecieron estas dos mujeres en el palacio, gritándose de manera mutua, dispuestas a tirarse de los pelos si las hubieran dejado. ¡Pobre Salomón! Nunca antes había presenciado un caso tal. ¡Ahora si que necesitaba la sabiduría que Dios le había garantizado!

– Acercadme una espada -ordenó contranquilidad; y cuando el siervo se la trajo, un insondable silencio se apoderó de la sala.
– ¿Qué querrá hacer con esa espada? -murmuró alguien.
—¡Ahora, traigan al bebé! -mandó el rey. Los asistentes manturvieron la respiración. ¿Cortaría al niño por la mitad?-. Partid al niño vivo por la mitad —siguió ordenando Salomon— y entregad la mitad de él a la una y la otra mitad a la otra. Un cuchicheo de pánico recorrió la estancia.

En principio, el soldado pensó que el rey estaba de broma, pero Salomón comenzó a mirar con ira la indecisión del subdito. Lentamente este desenvainó su afilada y brillante espada y avanzó hacia la mujer que poseía el niño. De repente, la verdadera madre se lanzó a los pies del rey y suplicó:

– ¡No! ¡No, por favor! -exclamó la verdadera madre.- ¡Oh, señor rey!, dale mi bebé a esa mujer, pero vivo; que no lo maten.
– No -dijo la otra mujer sin compasión-. Ni para mí ni para ti: que dividan al bebé.

Entonces Salomón supo sin lugar a dudas, quién era la madre de verdad. La mujer que abdicaba en la partición, era la madre legítima del niño, y señalando a la mujer que había pedido que perdonaran la vida al pequeño ordenó: «Entregad a la primera el niño vivo; no lo matéis. Ella es su madre verdadera».

Al salir del juicio las dos mujeres, la curiosa historia de lo que ocurrió comenzó a propagarse. Yendo de boca en boca, llegó a los pueblos y aldeas hasta que en todo el país la gente se supo de cómo Salomón había reconocido a la verdadera madre del niño.

“Todo Israel conoció la sentencia que el rey había emitido, y todos le admiraron, viendo que había una sabiduría divina con la que él podía hacer justicia”. Visto en : Historias y Leyendas