Al igual que sus parientes de las nieves, el yeti del Tíbet y el bigfoot de EEUU y Canadá, el sisimite es otra de esas criaturas que aparecen de la nada y desaparecen del mismo modo.
Estos monstruos secuestraban a mujeres, y se las llevaban a sus cuevas. Se dice que de esta unión nacieron hombres-simio. Aún se comenta en los pueblos de las montañas la historia de una mujer que logró huir del escondite donde vivía con un sisimite.
Según cuentan, la criatura la persiguió cargando con los tres hijos que habían tenido en común y enseñándoselos a la madre. Ésta logró cruzar un río mientras la bestia, desde la otra orilla, le mostraba a los pequeños para lograr atraerla. Al parecer, los intentos del sisimite no surtieron efecto, de tal modo que, enfurecido, arrojó a los niños al agua y perecieron ahogados.
El fraile italiano Federico Lunardi, uno de los más importantes estudiosos de la cultura hondureña, asociaba esta criatura al dios Chac de los mayas, “el que sostiene el cielo, el dios del agua”.
Según Lunardi, la creencia popular sostiene que en el interior de una de estas cuevas, en una pared, están grabadas “la mano con sus dedos” y varias huellas que habían dejado los sisimites que acudían a media noche a la caverna para afilar sus uñas en la roca.