El gigante desconocido

Un grupo de físicos y astrónomos, liderados por John J. Matese, de la Universidad de Louisiana, acaba de publicar un estudio en el que manifiesta la inquietante posibilidad de que en las fronteras de nuestro Sistema Solar exista un planeta gigante desconocido, con una masa entre una y cuatro veces la de Júpiter.

El enorme compañero del Sol se encontraría en las zonas exteriores de la nube de Oort, a cerca de un año luz de distancia de nosotros, la extensa región esférica de escombros que rodea el Sistema Solar y de la que proceden la mayor parte de los cometas conocidos.

Fue precisamente realizando un análisis dinámico y estadístico de esa remota región cuando los investigadores se encontraron con una serie de anomalías que podrían explicarse con la presencia de un gran cuerpo planetario, con una masa que podría llegar a multiplicar por cuatro la de Júpiter, el gigante de nuestro sistema. Para darse una idea de las dimensiones de este cuerpo aún no observado, baste decir que Júpiter tiene una masa 318 veces superior a la de la Tierra (ver imagen), y dos veces y media superior a la suma de todos los planetas del Sistema Solar.

La posibilidad de la existencia de un cuerpo similar en nuestro vecindario inmediato ya fue apuntada por este mismo científico en 1999. Sin embargo, tal y como expone en su estudio, desde entonces la base de datos de cometas conocidos se ha duplicado, lo que permite realizar análisis mucho más precisos.

Según los cálculos de Matese, las anomalías detectadas en la distribución de la población de cometas en la zona externa de la Nube de Oort sugiere que por lo menos un 20% de ellos está sufriendo los efectos del tirón gravitatorio de un cuerpo enorme.

Para evitar cualquier tipo de confusión, Matese especifica que no se está refiriendo en absoluto a la hipótesis de  Némesis, propuesta en 1984 y según la que existiría una pequeña y oscura estrella (quizá una enana marrón) acompañando al Sol, sino a un mundo desconocido hasta ahora y que nada tiene que ver con las hipótesis catastrofistas alrededor de esa hipotética compañera.

“Un obeto así -escribe Matese- sería incapaz de crear tormentas de cometas. Para ayudar a mitigar la confusión popular con el modelo de Némesis, usaremos el nombre sugerido recientemente por Kirkpatrick y Wright (2010), Tycho (en mitología, la hermana buena de Némesis), para referirnos a este nuevo e hipotético compañero.

En su artículo, Matese asegura que, usando el recientemente lanzado  (2009) satélite WISE (Wide-field Infrared Survey Explorer), sería relativamente fácil detectar el nuevo planeta y despejar así las dudas que sobre su existencia aún tiene la comunidad científica. Fuente

Una escurridiza presencia

Una gran mayoría de estrellas se presentan formando dúos o tríos, con planetas en complicadas órbitas, como las estrellas más cercanas, que son Próxima, Alfa y Beta, del Centauro, las dos últimas semejantes al Sol en tanto que la primera es mucho más chica y menos potente en su luminosidad.

Nuestro Sol, parece casi una excepción, aunque muchos astrónomos sospechan que existiría una compañera del astro rey.

Los últimos planetas y micro-planetas se fueron descubriendo por afectaciones de las órbitas por la masa de–en ese entonces- incógnitos planetas.

Hoy sabemos que los cometas son elementos de la nube de Oort, con órbitas que los acercan desde esos lejanos confines hasta la cercanía del Sol. Se pensó que estas órbitas podrían deberse a la influencia de algo masivo(Tal que se habló primero de un planeta X).

Sabemos hoy que existen enanas rojo-negras (en extinción de sus vidas), y marrones, (estrellas fallidas que por falta de suficiente masa no encendieron sus fuegos nucleares, generando calor solo por gravitación). Son algunas veces más grandes que Júpiter.

Orbitando a un millón de kilómetros del Sol, sería difícil verla para nosotros con tantos cuerpos que existen en estos lugares y que por ende permitirían un cierto ocultamiento. El trabajo astronómico realizando innumeras fotos –en forma automática- para notar particularidades de movimientos, intensidades, variaciones varias, etc., generalmente son seguidos ahora por especiales computadoras.

Sería probable esta existencia, aunque difícilmente detectable por todavía algunos años. Las perturbaciones cometarias se explicarían muy bien, deberá estar por detrás de la Nube de Oort, en el plano de la eclíptica, ser enana marrón-negra y estar a más o menos un año luz de distancia. Más, sería muy probable que una buena parte de esta distante nube, en parte la encontramos porque por su gran cercanía al Sol, esta compañera no pudo contar con ella, para aumentar su tamaño y constituir sus propios planetas y satélites, salvo capturar y expulsar a algunos futuros cometas.

Esta “compañera” del Sol, por sus andanadas desde los confines, de la materia más alejada del sistema, sería uno de los modificadores de la constitución planetaria y satelital, e incluso del reloj biológico de nuestra propia Tierra.

Los cometas en diversas épocas han modificado los paisajes terrestres, han llenado nuestros océanos y han hecho aportes minerales, de prebióticos y de algunas influencias genéticas originadas en otros planetas, desde otros soles, en otras épocas y ciclos.

Incluso, podrían los cometas conocidos haber oficiado de “cuasi” planetas en órbita de Némesis y por razones gravitacionales y astronómicas serían expulsados hasta nosotros.

Desde hace mucho esta “estrella” ya tiene nombre: Némesis, la diosa griega de la venganza, por su posible afectación de los –para nosotros- peligrosos cometas.

El efecto anti- invernadero

Todos ya sabemos lo que significa el efecto invernadero que producen ciertos gases como el dióxido de carbono o el metano en la Tierra.

Tienen la facultad de no permitir el paso de los rayos calóricos que rebotan
en nuestro planeta hacia el espacio nuevamente; estos rayos de baja energía y alta longitud de onda son los que aumentan el calor dentro de nuestra atmósfera.

Plutón,- que desde hace poco sabemos que tiene otras dos lunas aparte de el gran Carón (en proporción a Plutón), ya que una de ellas es de unos cincuenta kilómetros de diámetro y la otra de unos quinientos kilómetros de diámetro-, tiene un fenómeno de cambio de estado en un gas importantísimo en lo referente a la vida y otros aspectos del universo.

Los astrónomos piensan que la temperatura más fría que lo esperado de Plutón es debido a interacciones entre hielo de nitrógeno en la superficie del planeta y el gas nitrógeno que forma su atmósfera, que no es un fenómeno perenne, ya que en su órbita, el «semi» – planeta o planetoide, o planeta eneno, se acerca y se aleja del Sol en su extensísima órbita, por lo que el Nitrógeno en invierno está como escarcha y en parte hielo sobre la superficie, pero en el resto de las estaciones, más o menos constituyen la atmósfera que se regenera por el pasaje más cercano al Sol, por sublimación (pasaje de sólido a gas, sin pasar por el estado líquido de este u otros gases formando un complejo del tipo “buffer”, una mezcla en equilibrio dinámico entre el gas y el líquido , dependiendo de la temperatura del momento, según se aleje o acerque al calor del Sol).

Las dos formas de nitrógeno están en un estado constante de flujo «cuidadoso», casi una «tautomería», pero de otro tipo a la común en nuestro planeta: a medida que Plutón se aleja del Sol, el nitrógeno gas se condensa, helándose y cayendo nuevamente a la superficie como hielo de nitrógeno. Lo contrario sucede cuando Plutón se encuentra más cerca del Sol. Este gasto energético produciría esta menor temperatura de Plutón.

Los planetas como Venus y la Tierra experimentan un efecto natural de invernadero, donde la energía de la luz solar que llega a la superficie es absorbida y utilizada para calentar la superficie. En el semiplaneta Plutón, lo mismo de lo que aparentemente sucede en el semiplaneta ahora conocido de Eris, casi un gemelo y con un satélite conocido, sucede todo lo contrario al llamado calentamiento global, de allí el efecto anti –invernadero.

«Plutón es un ejemplo dinámico de lo que podríamos llamarle efecto anti», dijo el astrónomo Gurwell. La luz solar, en lugar de ser absorbida y calentar la superficie, en Plutón es utilizada para convertir el hielo de nitrógeno de su superficie en gas. Un proceso similar acontece cuando los humanos sudamos: la evaporación del sudor de la piel tiene un efecto enfriador porque el agua evaporada se lleva el exceso de calor del cuerpo.

El descubrimiento se podría aplicar a otros planetas en el sistema solar que tienen atmósferas condensables: como Marte, los otros semi -planetas trans neptunianos o hasta a algunos planetas extra solares, le dijo a Space.com, el propio Gurwell.

Para el futuro, Gurwell espera que los astrónomos puedan hacer mediciones aún más precisas de Plutón utilizando el “Gran Conjunto Milimétrico” de Atacama (ALMA por sus iniciales en inglés, Atacama Large Millimeter Array) que está en construcción en Chile y en unos años la misión a Plutón que la Nasa ya ha enviado, con la nave más rápida hasta ahora, que viaja al distante cuerpo a casi 90.000 Kmts/ por hora. El ALMA, conjunto que por primera vez cambia a milímetros las dimensiones de segundos de grado usuales en astronomía, más asequibles a los nuevos métodos basados en píxeles y medidas generalizadas de distancia, esta programado para terminarse en el 2012 pero algunos estudios científicos podrían esperar que el proyecto ALMA permitirá a los astrónomos poder ver en que parte de la superficie de Plutón está siendo generado el gas nitrógeno y si la atmósfera está extendida de forma regular a través de todo el planeta o si está concentrada en un “punto caliente” como sucede con la luna Encelado, satélite del planeta Saturno.

El descubrimiento ya habrá sido presentado a la Ciencia Internacional Plutón, hoy por cálculos más exactos tiene una temperatura media de solo 240 ° C, bajo cero y no los 230° C bajo cero antes calculados.