El 28 de diciembre se recuerda como el día en el cual, en la ciudad de Belén, fueron asesinados muchos niños menores de dos años de edad, con la intención de matar al recién nacido Jesús de Nazaret. Esto ocurrió bajo las órdenes del rey Herodes para asegurarse que Jesús no le robara el trono. Ya que la profesía indicaba que había nacido «el Rey de los Judíos».
Desde entonces se ha conmemorado este día como la «Masacre de los Inocentes» o el «Día de los Santos Inocentes» y es una tradición de la Iglesia Católica mencionada en el evangelio de San Mateo.
En la actualidad es una celebración en la cual se practican bromas de todo tipo en conmemoración de la muerte de los niños inocentes, es una manera de honrar la inocencia.
El carácter pagano de este día nació en la Edad Media, cuando se gozaba de mucha diversión en esta fecha como preámbulo al Carnaval. Esto permitía que todos pudieran realizar muchas bromas sin culpar a nadie.
A lo largo de los años, esta fecha se reconoce como el día ideal para poder realizar diversas bromas, especialmente los medios de comunicación social que publican noticias chistosas o irreales.
A lo largo de la historia, muchos fueron los que anunciaron que el final de una era llegaba, en base a cálculos matemáticos y supuestas revelaciones bíblicas. Cada cierto tiempo, un «elegido» aparece con la revelación sobre la fecha en que ocurrirá el fin del mundo, basándose en especulaciones sobre los diferentes textos de la Biblia o cálculos matemáticos, o incluso anunciando el nacimiento de un Anticristo y el año en que su poder caerá sobre toda la humanidad.
Las predicciones apocalípticas fallidas son documentadas a lo largo del tiempo por los diferentes escritos realizados por esas mismas personas o sus «obedecidos».Aquí, un listado de las profecías más famosas y que lograron ser documentadas. Continuar leyendo «Un repaso por las profecías fallidas del fin del mundo»
Edward Mordrake era un inglés que tenía un rostro extra en la nuca.
De acuerdo a las historias que se cuentan de él, el rostro no podía hablar ni comer, pero podía reír y llorar.
Edward suplicó a los médicos que le extrajeran este gemelo demoniaco porque, supuestamente, le susurraba cosas horribles en la noche, pero ningún médico se atrevió a intentarlo. Edward terminó suicidándose a la edad de 23 años.
En él se dice que Edward Mordrake era heredero de una familia noble de Inglaterra, su gemelo parásito era en realidad ella y hasta se escribió una opera con su historia llamada «Poor Edward».
«Una de las historias más raras así como de las más melancólicas de la deformidad humana es la de Edward Mordrake, quien iba a ser el heredero de una de las familias más nobles de Inglaterra. Sin embargo nunca reclamó el título y se suicidó a los veintitrés años. Vivía en un retiro absoluto, evitando las visitas incluso de los miembros de su familia. Era un joven de grandes conocimientos, un buen estudiante y un músico de rara habilidad.
Su figura era remarcable por su gracia natural, y su rostro –su rostro natural- era como el de Antinoo. Pero en la parte de atrás de su cabeza había otra cara, la de una chica muy guapa, «adorable como un sueño, atroz como un demonio». El rostro femenino era una mera máscara, «ocupando sólo una pequeña zona de la parte posterior del cráneo, aunque mostrando signos de inteligencia de aire maligno».
Se la había visto sonriendo y burlándose mientras Mordrake lloraba. Sus ojos seguían los movimientos del espectador, y sus labios se movían sin cesar.La
voz era inaudible pero Mordrake aseguraba que durante la noche no podía conciliar el sueño debido a los odiosos susurros de su «gemela diabólica» como él la llamaba, «que nunca duerme, pero que me habla de tales cosas de las que sólo se oyen en el infierno.
La imaginación no puede concebir las tentaciones espantosas en las que me envuelve. Por alguna imperdonable maldad de mis antepasados estoy cosido a este demonio – porque estoy seguro que es un demonio. Yo ruego y suplico para que lo eliminéis del mundo, aunque yo muera».
Estas eran las palabras del desventurado Mordrake a Manvers y Treadwell, sus médicos. Aunque lo vigilaban constantemente consiguió procurarse veneno, debido a lo cual murió, dejando una carta en la que pedía que la «cara demoníaca» fuera destruida antes de su funeral, “para que no continuase con sus espantosos susurros en la tumba”. Por petición propia fue enterrado en tierra baldía, sin ninguna lápida o marca que dejara constancia de su tumba.”