El gigante de Cardiff

El gigante de Cardiff es un fraude que nació para hacerle una broma a un ministro fundamentalista que creía en las palabras de la biblia donde dice que los gigantes poblaban la tierra. De esta manera George Hull, un neonorquino ateo, decidió crear el gigante y burlarse del ministro y a posteriori, de todo el mundo.

1869 «exhumación» del gigante en una modesta granja en la pequeña villa de Cardiff, cerca de Siracusa, al norte del estado de Nueva York.

El “Gigante de Cardiff” apareció excavando un gran pozo, las palas comenzaron a chocar contra algo y poco a poco fue asomando una enorme silueta que parecía un hombre petrificado. Tres metros de alto, un metro de ancho de hombro a hombro, y unos pies de 53 centímetros.

El gigante se convirtió en un gran negocio, las largas colas para ver a la supuesta maravilla bíblica no cesaron.
George Hull confesó la verdad el primo de Newell. En 1866, compró bloque de yeso y lo hizo tallar a unos escultores de Chicago, Luego, el mismo Hull le dio el toque final: pinchandolo con agujas de tejer para conseguir una piel de aspecto poroso, luego bañó al gigante de yeso con unos ácidos, para que pareciera más antiguo, y por último el gigante quedó bajo tierra durante un año, hasta que, finalmente, fue desenterrado por los sorprendidos excavadores.

Misterios : El hombre de Piltdown

En 1911 llegó a manos del aficionado a la paleontología, Charles Dawson, lo que parecían ser los restos del «eslabón perdido«, Procedían de una gravera de Piltdown en Sussex, Inglaterra.

Junto a Arthur Smith Woodward (geólogo del Museo Británico de Historia Natural) y Pierre Teilhard de Chardin, analizaron sobre el terreno la excavación hallando huesos de animales y herramientas de sílex.

Así, con el paso de los años, fueron completando y reconstruyendo el cráneo. Publicaron numerosos artículos al respecto detallando cómo el fósil combinaba una potente mandíbula y un cráneo de bóveda circular con gran capacidad cerebral.

El hombre de Piltdown fue presentado en sociedad en 1912, bajo el nombre de Eanthropus Dawsoni. De esta manera, Gran Bretaña pasaba a estar en el origen de los primeros antepasados del hombre. Salvo excepciones, la comunidad científica aceptó sin ambages la autenticidad del Hombre de Piltdown. Sus descubridores fueron encumbrados e incluso alguno obtuvo un título nobiliario.

Durante años, fue un hallazgo incontestable.

Pero, en 1949, se le aplicó la prueba del flúor: los dientes absorben flúor mientras están enterrados. A más tiempo enterrado, más flúor contienen. Es decir, cuanto más flúor contienen, mayor es su antigüedad. Al analizar los restos dentales del Hombre de Piltdown, se comprobó que el flúor era mínimo…

En 1953, nuevos análisis confirmaron que los restos óseos habían sido manipulados, siendo teñidos de color oscuro para darles un aspecto antiguo. En realidad se trataba de un fraude, cuyo cráneo era de un humano moderno y cuya mandíbula, a la que habían limado los dientes, era de un orangután.

En 1954 el fraude es unánimemente admitido como tal.

Nunca se llegó a saber quién fue el autor del engaño. La realidad es que Eanthropus Dawsoni se convirtió en el centro de los estudios paleontológicos durante muchos años.

En la actualidad, los restos del Hombre de Piltdown permanecen en los depósitos del Museo Británico.

Sirenas, dragones y demonios momificados en templos Japoneses

Criptozoología en el folclore japonés

Esta es la historia de sirenas, dragones y otros seres mitológicos que durante el siglo XVIII, XIX y principios del XX fueron exhibidos en ferias ambulantes y circos para el asombro de la muchedumbre que acudía en masa a contemplar a estas momias legendarias.

Su origen se remonta al Japón del siglo XVIII, por allí circulaban unas ferias ambulantes conocidas como “misemono”, que ofrecían espectáculos, artesanía popular o acróbatas y que, en algunos casos, mostraban otros atractivos como la exhibición de supuestas sirenas.

Estas sirenas, o mejor dicho “sirenos”, porque muchas eran de sexo masculino, fueron creadas artesanalmente por los pescadores japoneses, que uniendo una serie de técnicas cosían la parte superior de un mono con la parte inferior de un pez, tras esto venía el proceso de disecado o taxidermia, consiguiendo con el tiempo y la perfección de las técnicas creaciones verdaderamente espectaculares.

Al principio, estas creaciones se hacían para los mencionados misemonos, pero no se tardó en ampliar el negocio para ser vendidas a los marineros que llegaban a Japón y que, en su ignorancia, pensaban que compraban verdaderas reliquias de sirenas reales. De este modo, las reliquias comenzaron a circular por Europa y Estados Unidos del mismo modo que en Japón, exhibiéndose a bombo y platillo en los mejores circos del momento. Continuar leyendo «Sirenas, dragones y demonios momificados en templos Japoneses»