En el año 1970, el Ray Brown, dedicado a la medicina naturista y aficionado al buceo, realizó una expedición submarina con algunos amigos cerca de las Bahamas, en un área próxima a una gran fosa denominada La Lengua del Océano.
Al nadar alrededor de ésta inexplicable extructura descubrió un camino de entrada y decidió adentrarse a explorar. Al pasar a lo largo de un estrecho pasillo, Brown finalmente se encontró en una pequeña habitación rectangular con un techo interior en forma piramidal y a pesar de que no llevaba con sigo ninguna linterna pudo contemplar aquella la habitación por la iluminación propia de los reflejos del agua contra los cristales.
La atención de Brown se centró en una varilla metálica bronceada de unos seis o siete centímetros que colgaba hacia abajo del ápice del centro, estando su extremo sujeto a una gema roja de numerosas caras y que terminaba en punta. Directamente debajo de la varilla y de la gema, colocado en el medio de la habitación había un estrado de piedra tallada coronado por una placa de piedra con los extremos enrollados.
Sobre la placa descansaba un par de manos talladas de metal de color bronceado, de tamaño natural, que se veían ennegrecidas y quemadas, como si hubieran estado expuestas a un calor extremo. Acomodada entre las manos, y situada a unos quince centímetros directamente debajo de la gema de la varilla del techo, había una esfera de cristal de unos nueve centímetros de diámetro. Continuar leyendo «La Pirámide sumergida en el triuángulo de las Bermudas»