Situada en el noroeste de España, Galicia está considerada como una de las regiones europeas con mayor tradición mitológica. Muchas de las leyendas que nutren la tradición popular gallega también están presentes en otros países europeos, sobre todo en Francia, en la región que se conoce como Bretaña Francesa, algo que se debe principalmente a que muchas de ellas tienen su origen en los celtas, aunque también en zonas más al norte: en la región de Normandía o en poblaciones como Calais o Lille, centro neurálgico del comercio económico europeo y sede recientemente de uno de los grandes eventos del póker mundial, también se pueden encontrar vestigios de este tipo de historias místicas ya que todas ellas estuvieran habitadas por los celtas, también denominados galos, hasta su conquista por parte del Imperio Romano.
Una de las leyendas que más calado tiene en tierras gallegas es la de la Santa Compaña, una historia de muertos que se aparecen por los caminos y que lleva aterrorizando a todos los mortales durante siglos. La Santa Compaña es una procesión de almas en pena que, a partir de las doce de la noche, vaga por los parajes rurales gallegos con la finalidad de anunciar la muerte. Generalmente esta procesión se dirige a las casas en las que pronto alguien morirá, pero la tradición también dice que aquel que ve la Santa Compaña muere en el plazo de un año, aunque este período puede variar en función de la zona de Galicia en la que te encuentres.
La comitiva de esta procesión de muertos está formada por varias presencias fantasmagóricas vestidas con túnicas, los pies descalzados y que portan una vela en sus manos. A la cabeza va un hombre o una mujer vivos que noche tras noche guían a estas ánimas por los recónditos caminos de los pueblos gallegos. Este hombre o esta mujer, que no recuerda nada durante el día de su labor nocturna de ultratumba y que responde a una descripción física de alguien muy enfermo y pálido, es el encargado de portar una gran cruz como símbolo de la Santa Compaña al tiempo que reza y toca una pequeña campanilla que sirve como aviso para los que estén cerca del lugar. De esta terrible obligación solo podrá liberarse cuando se encuentre con otra persona viva a quien le entregará la cruz, y de esta forma este nuevo individuo será el encargado de ocupar su puesto como guía de la Santa Compaña.
La existencia de la Santa Compaña sigue siendo hoy en día un tema candente en muchos parajes gallegos. Se trata de una tradición muy arraigada en su cultura, por eso todavía hay gente de avanzada edad a la que no le gusta que se traten estos temas como algo banal o irreal porque para ellos la Santa Compaña es tan real como el aire que respiran. De hecho, incluso todavía hoy se pueden encontrar testimonios que afirman haber visto a esta comitiva fantasmal. La pregunta pues es: ¿cómo pueden seguir con vida para contar su extraordinaria experiencia con el más allá si realmente estuvieron en presencia de la Santa Compaña? La respuesta pasa por explicar que existen diferentes maneras para protegerse de esta procesión de almas. La más popular es la que consiste en que la persona que se encuentra con la Santa Compaña trace un círculo en el suelo con una cruz dentro y se meta dentro de él. De esta forma, la persona queda a salvo tanto de la posible muerte en un corto período de tiempo como de convertirse en el nuevo portador de la cruz y guía de la comitiva de muertos.
Paralelamente a la leyenda de la Santa Compaña existe lo que en Galicia se conoce como Procesión das Xás. La idea es la misma: una procesión de almas que vaga por los caminos pasada la medianoche. La diferencia principal recae en que no son las almas de los muertos las que marchan sino las de los vivos, que avanzan en una comitiva que porta un ataúd. La leyenda cuenta que cuanto más cerca del ataúd se encuentra el alma de la persona viva, más cercana en el tiempo está su muerte. Curiosamente, y al contrario de lo que ocurre con la Santa Compaña, no todos los seres humanos son capaces de ver a esta procesión de «vivos muertos». Tan solo los vedoiros, personas con la facultad de ver a los muertos y más sensibles a los fenómenos sobrenaturales, son capaces de vislumbrar a los componentes de la Procesión das Xás. Estas personas cuentan con esta capacidad desde que tienen uso de razón, y es que se dice que solo aquellos que fueron bautizados con los óleos de la extrema unción en lugar de los del bautismo y/o cuyo padrino rezase mal el credo durante la celebración del mismo se convierten en auténticos vedoiros.
Ambas procesiones de almas tienden a aparecerse cerca de los campos santos o en los cruces de los caminos, lugares en los que en la tradición gallega se colocan cruces de piedra conocidas como cruceiros. La leyenda dice además que la Santa Compaña no podrá llevarse las almas de aquellas personas que se encuentran subidas a las escaleras que preceden al cruceiro. Una manera más de burlar muerte… por el momento.