En el lejano Oeste un vaquero vivia y moría por su ingenio, su pistola y, a veces su habilidad a la hora de jugar a las cartas. Cuenta la leyenda que un vaquero , Wild Bill Hickok, fue asesinado a tiros a sangre fría en medio de una partida de póker. Sus cartas se esparcieron sobre la mesa boca arriba mostrando una mano de dos ochos y dos ases. No se sabe si con esa jugada habría ganado la partida, pero desde entonces se conoce a esta mano de póker como “la mano del muerto”, y es considerada un mal presagio en la mesa de juego.
En la noche de su muerte, Wild Bill entró en un salón en el territorio de Dakota. Quería unirse a una partida de póker de apuestas bajas que se jugaba en una mesa del establecimiento. Trató de encontrar un asiento en esa mesa que le diera una panorámica de las puertas frontal y trasera, con la espalda contra la pared, pero no había ningún asiento disponible. El único asiento libre disponible era uno que le permitía la visión de la puerta principal, pero que dejaba su espalda desprotegida. Wild Bill renunció a sus principios en cuestión de seguridad y fue asesinado con un tiro en la nuca a cargo de Jack McCall, hermano de una de las víctimas de Wild Bill.
En la mesa de póker esta leyenda viene a decirle a los jugadores que tentar la suerte no es una buena idea.