Sangre caliente es una expresión coloquial usada para describir a un animal que mantiene su temperatura corporal a un nivel aproximadamente constante, independientemente de la temperatura del ambiente; es decir, un animal que mantiene homeostasis térmica.
Esto puede implicar no sólo la capacidad de generar calor, sino también la capacidad de enfriarse. Los animales de sangre caliente controlan su temperatura corporal regulando su tasa metabólica, por ejemplo incrementando la tasa metabólica a medida que la temperatura del entorno empieza a disminuir.
Además, controlan la pérdida de calor, por evaporación del sudor, por mayor o menor esponjosidad de la pelambre, etc.
Algunos científicos pensaron que los dinosaurios podían tener mayor temperatura, ya que por su enorme masa corporal, la proporción entre superficie y volumen estaba a favor de conservar mucho del calor metabólico, sin llegar a ser animales de “sangre caliente”.
Esta controversia empieza a solucionarse por un método sumamente ingenioso encontrado por investigadores, a favor al menos, que ciertos grandes dinosaurios herbívoros tenían temperaturas altas.
Usando un modelo biomecánico que predice el coste energético de caminar y correr en función del tamaño de los huesos de las patas de un animal, los investigadores de la Universidad de Washington han demostrado que los mayores dinosaurios no habrían conseguido tener esos huesos sin un metabolismo de sangre caliente.
Un paso más adelante lo dio el equipo formado por el biólogo evolutivo Robert Eagle y otros del Instituto de Tecnología de California en colaboración con científicos de la Universidad de Bonn, en Alemania analizaron los minerales presentes en los restos de varios ejemplares de saurópodos para determinar a qué temperaturas se formaban esos isotopos y por ende el medio corporal en el que surgieron.
Los científicos hallaron que la temperatura de estos cuellos largos osciló entre los 36 y 38° C, similar a la de los mamíferos y pájaros actuales y sensiblemente mayor a la de los reptiles .
Los investigadores analizaron 13 piezas dentales pertenecientes a ejemplares de saurópodos de las especies Brachiosaurus brancai y Camarasaurus desenterrados en yacimientos de Tanzania y en Wyoming y Oklahoma en Estados Unidos que vivieron a finales del Jurásico (hace aproximadamente 150 millones de años) .
La técnica mide las concentraciones de dos isotopos (carbono-13 y oxígeno-18) en el mineral bioapatita. La frecuencia con la que estos isotopos se agrupan depende de la temperatura. A menor temperatura, más tienden a unirse estos dos isotopos. De esta forma, observar la reacción de estos isotopos es una vía directa para determinar la temperatura del entorno en el que se formó el mineral (en este caso, el interior del dinosaurio).
Ya se empieza a ver más claro y para terminar con las dudas, se realizarán estas mediciones en pequeños dinosaurios de esta época y así se tendrá más porcentaje de posibilidades que ya todos estos animales poseían las características de temperatura similares a nosotros.