…Estaba entrando a una sucursal bancaria, iba a cobrar su exigua jubilación…
Miró el reloj, eran las 10: 30 de un martes. Colocó la tarjeta, en el cajero automático. Por suerte había dinero. Marcó en la pantalla, apoyando los dedos lo que deseaba hacer; retiró la suma y se apresuró a encontrar un «café» para descargar una gran urgencia. (Un baño).
La urgencia era enorme, pero al empezar la operación, asombrado se despertó en su cama. Se incorporó, la luz invadía todo el cuarto. Aún atontado por este «descubrimiento», sintió que la urgencia persistía,… «despertador» era la tarde; las 14 horas precisamente.
Apenas logró abrir la puerta del baño y levantar la tapa del inodoro… un dolor intenso le muestra que sus piernas y el trasero están acalambrados… Con mayor asombro aun nota al abrir sus ojos, que se había dormido en un sillón del comedor, con la televisión encendida, luego de almorzar. El reloj pulsera indica las 15 horas.
Apenas llegó al baño para calmar su necesidad, pero con una desazón, tiene el pantalón indiscretamente mojado. Recordó que había decidido ir al Banco al día siguiente.
Nunca antes tuvo una experiencia parecida: soñaba, sin saberlo, despertó, pero aún, sin apreciarlo seguía soñando, volvió a despertarse y ahora si, a hacerlo de verdad. Bueno, muy convencido no está, ahora, sigue preguntándose… en que momento percibirá que despierta en otra realidad.
Una pregunta martilla su mente (y debo confesar que a mi también): ¿Estará dormido aun y finalmente se
despertará? Será este mundo que conocemos, algo real o solo será un mundo virtual, a semejanza de lo que nos muestra la famosa película «Mátrix»?
Los takiones, escurridizos constituyentes de las cuerdas, podrían moverse como el frente de una onda, pulsando una parte de la misma a una velocidad algo menor de la luz y otra parte a mayor velocidad de la luz – en otras dimensiones- , adelantando y retrocediendo en el tiempo, manteniendo perennemente su integridad. Serían estos finalmente los constituyentes básicos de las cuerdas, de las membranas y de los gravitones y finalmente de todo lo que existe entre las singularidades que origina y fenecen a cada uno de los Universos infinitos.
Los experimentos realizados por destellos hiperlumínicos, han demostrado salir de la caja de investigación antes de haber entrado. Lo que parece ser una negación de la causa-efecto que en sentido lato no es tal, porque estos haces hiperlumínicos no salen si inmediatamente a posteriori no se los hace entrar. Al viajar en parte más rápido que la luz, retroceden en el tiempo, se efectúa una distorsión temporal y que se expresa viéndolos salir antes de entrar. Si no los hacemos entrar no salen antes. Lo que demuestra algo más, que este sería el primer experimento que demostraría que adivinar el futuro es totalmente posible. El experimentador verá la luz, antes de hacer más experiencias, sino la ve sabe positivamente, que algo sucedió para que esto no pasara. Cuando el Dr. Michio Kaku (Ciencia de lo Imposible) se entere, seguramente, se alegrará, algo hasta ahora imposible, ha sucedido y mucho antes de lo pensado.
La masa de los takiones sería cero, para algunos autores o directamente negativa para otros. Su velocidad sería enorme, con tendencia a infinita. De ser esto posible, tal vez un solo takión constituiría todo lo que existe. Le sobraría tiempo para estar en todos lados y en todos los Universos.
La gran dificultad de probar la existencia, características y demás particularidades de la nueva «fauna» de la física cuántica, estriba en la actual imposibilidad de crear métodos y herramientas aptas para investigar palmariamente elementos tan enormemente pequeños y primordiales.
Parecía que el colisionador europeo nos acercaría algo a estas fronteras, pero casi inexplicables roturas lo han paralizado.
Recién cuando la humanidad empiece a probar naves de impulso gravitacional, podremos inferir estas «cosas» de un modo más directo.
La naturaleza se muestra muy celosa en mostrar sus últimas intimidades y hasta nos cambia las reglas de juego con dudas y certezas casi paradojales.
Cuando el físico Enrico Fermi se encontraba trabajando en el Proyecto Manhattan, cuyo fin era el desarrollo de la bomba atómica estadounidense, enunció la que hoy se conoce como Paradoja de Fermi.
El científico estaba atormentado por la contradicción que existe entre los cálculos que demuestra que hay una enorme cantidad de planetas capaces de alojar civilizaciones inteligentes en el universo, y la ausencia de evidencia de dichas civilizaciones. ¿Es la raza humana la única civilización avanzada en el Universo?
Una de las cuestiones que más inquietan a la humanidad es la existencia (o no) de otras civilizaciones en el Universo. A lo largo de los siglos, hemos pasado de sentirnos que eramos el centro del Universo, a quedar relegados a un simple y común planeta que orbita una estrella ordinaria en los suburbios de una galaxia -la Vía Láctea- que tampoco tiene nada de especial. Esta situación ha permitido especular con que los acontecimientos que dieron lugar a la vida en la Tierra hayan tenido lugar en miles de millones de sitios más. Al fin y al cabo, si nuestro planeta no tiene nada de especial, no hay motivos para creer que sea el único lugar capaz de haber desarrollado organismos inteligentes. Sin embargo, y a pesar de la tecnología que el hombre ha creado a lo largo de siglos, hemos sido incapaces de encontrar evidencia alguna que pruebe la existencia de otra civilización extraterrestre.
A principios de la década de 1940, en medio de una conversación informal con sus colegas del Proyecto Manhattan -que terminó poniendo a punto las bombas atómicas que se arrojaron sobre las ciudades japonesas- Fermi planteó esta cuestión. Si bien Drake no publicaría su famosa ecuación destinada a proporcionar un valor concreto a la cantidad de planetas habitables que existen hasta 10 o 15 años más tarde, los científicos tenían elementos para suponer que la Tierra no era el único planeta del Universo. Era esperable que alguna de esas civilizaciones, sobre todo las que fuesen miles o millones de años más antiguas que la humanidad, hubiesen desarrollado una tecnología lo suficientemente avanzada como para recorrer la Galaxia o, al menos, intentar enviar alguna clase de mensaje a las demás civilizaciones del vecindario. Sin embargo, y a pesar de algunas historias de OVNIs y abducciones carentes de pruebas, nunca habíamos (ni hemos) encontrado rastros de vida extraterrestre inteligente, como sondas automáticas, naves espaciales alienígenas o transmisiones de radio.
La Paradoja de Fermi puede resumirse de la manera siguiente: “La creencia común de que el Universo posee numerosas civilizaciones avanzadas tecnológicamente, combinada con nuestras observaciones que sugieren todo lo contrario es paradójica, y nuestro conocimiento o nuestras observaciones son defectuosas o incompletas.” No es raro que Fermi, un físico abocado al desarrollo de una bomba nuclear, se plantease este problema. El científico creía que la respuesta a su paradoja había que buscarla en su propio trabajo. Tarde o temprano, razonaba Fermi, toda civilización lo suficientemente avanzada desarrolla con su tecnología el potencial de autoexterminarse, tal y como él mismo creía que estaba haciendo la humanidad al desarrollar armas de semejante calibre. El hecho concreto de no encontrar pruebas relativas a la existencia de otras civilizaciones extraterrestres le hacían pensar en que un trágico final le esperaba a la humanidad.
El campo magnético terrestre se encarga de protegernos del “viento solar”
Para intentar explicar la paradoja algunos echan mano a la hipótesis de la Tierra Rara. Esta teórica sugiere que la vida es tan extraña en el Universo debido a que -contrariamente a lo que creemos- hay una gran escasez de planetas similares al nuestro. La Tierra sería un planeta especial, y por eso es uno de los pocos que alberga vida. Uno de los argumentos esgrimidos para defender esta postura, se relaciona con la posición que la Tierra ocupa en la Galaxia. Los brazos espirales de la galaxias contienen un gran número de novas, cuya radiación es perjudicial para la vida superior. Sin embargo, el sistema solar está en una órbita muy especial dentro de la Vía Láctea: una órbita casi circular, a una distancia en la que se mueve prácticamente a la misma velocidad que las ondas de choque que forman los brazos espirales. La Tierra ha estado en esta ventajosa posición durante cientos de millones de años. Ese es el lapso en el que ha existido vida superior en la Tierra. Continuar leyendo «Vida extraterrestre : La paradoja de Fermi»