Perú: Las pirámides de adobe del norte peruano revelan más misterios

Las pirámides truncas de adobe del norte peruano siguen revelando sus misterios, gracias a la inauguración hoy del nuevo museo ubicado junto a la Huaca Rajada y dedicado a la rica cultura moche.

La Huaca Rajada (1000 km. al norte de Lima) es una de las muchas pirámides de adobe que se levantan en la zona desértica del norte de Perú, y ha demostrado ser una de las más fecundas en hallazgos arqueológicos desde que en 1987 se descubriera la tumba del Señor de Sipán, comparada por su estado y riqueza con la de Tutankamón.

Pero por razones políticas y de seguridad, el tesoro del Señor de Sipán fue trasladado a Lambayeque (a unos 40 kilómetros de distancia), y los poblados cercanos a la huaca vieron con envidia cómo el turismo pasaba de largo mientras los huaqueros, traficantes de antigüedades, parecían los únicos interesados en el lugar.

Sólo la constancia de arqueólogos como Walter Alva (descubridor del Señor de Sipán) y de Luis Chero, nombrado director del nuevo museo, hizo que continuaran las excavaciones y que fueran apareciendo nuevos restos que han permitido conocer mejor la riquísima cultura moche.

Los moches, un pueblo guerrero que Chero llama «vencedores del desierto», dominaron entre el siglo II a.C. y el VII d.C. la franja costera de lo que hoy es el norte peruano, y demostraron ser hábiles constructores de pirámides, geniales hidráulicos (hicieron 900 kilómetros de canales) y conocedores de la metalurgia.

Por razones desconocidas, ligadas en parte a la brusca sucesión de épocas de lluvias torrenciales y de sequías, los moches (también llamados mochicas) desaparecieron y fueron eclipsados por civilizaciones posteriores, principalmente por el brillo de los incas.

Como ya quedó de manifiesto con el tesoro del Señor de Sipán, el nuevo Museo de la Huaca Rajada inaugurado hoy muestra una cultura compleja, con varias clases sociales y con importantes conocimientos técnicos en cerámica, textil y metalurgia.

El museo ha sido financiado por el Fondo Italo-Peruano, con una fórmula de canje de la deuda que Perú tiene contraída con Italia, y su ejecución ha corrido a cargo de Cáritas Perú, que de paso ha traído agua corriente, desagües y capacitación artesanal a la población de la zona.

La joya del museo es la tumba del llamado Sacerdote Guerrero, el encontrado en la Tumba 14, un dignatario moche muerto a sus cuarenta años (promedio habitual en su época) y enterrado junto a su esposa, probablemente envenenada con una poción para acompañarlo en la eternidad, y una llama, además de multitud de jarras, máscaras y adornos diversos.

El esqueleto del sacerdote, junto a todos los objetos, se exhiben en una sala iluminada solo con una luz tenue en la que también se pueden contemplar los complejos atavíos con los que iba vestido este personaje de la élite moche.

Walter Alva consideró este jueves que la abundancia y complejidad de restos encontrados en la Huaca Rajada, «que pueden dar trabajo todavía a ocho generaciones de arqueólogos», la sitúan «entre los grandes descubrimientos arqueológicos del siglo XX».

El presidente Alan García, en sus palabras de inauguración, destacó que este museo pone de manifiesto «la continuidad (histórica) del Perú».

«Nuestra historia es más rica y compleja de lo que nos enseñan en las escuelas», afirmó el gobernante.

Como todas las huacas, la Rajada es una pirámide (en realidad dos partidas por una «raja») construida desde su base por millones de ladrillos de adobe. Las impetuosas lluvias caídas durante siglos en los inviernos han labrado lenguas y surcos en las laderas hasta hacerla parecer una colina roída por la erosión.

La leyenda de El Dorado.

El Dorado era un lugar mítico en América. Se suponía que tenía grandes reservas de oro y los conquistadores españoles lo buscaron con gran empeño, atraídos por la idea de un lugar con calles pavimentadas de oro, en donde el preciado metal era algo tan común que se despreciaba. Muchos de ellos murieron en el intento por descubrir la ciudad, ya que las largas expediciones transcurrían por la selva y a la dureza del terreno había que unir la falta de provisiones.

Se cree que la leyenda de El Dorado fue difundida por el conquistador Gonzalo Jiménez de Quesada, que al conocer un relato de la tradición de los aborígenes chibcha, confundió parte del relato con una ciudad oculta llena de riquezas.

Estos aborígenes realizaban un rito, por el cual cubrían a su cacique de piedras preciosas y luego él se sumergía en las aguas del lago. Sobre el lago aparecía una mancha amarilla (del oro y las piedras preciosas), luego los indios arrojaban oro al fondo de la laguna. Este bien podría haber sido un rito iniciático, de coronación, o bien una ofrenda anual al Dios Sol.

Este ritual, conocido como rito del hombre de oro, podría haber sido el origen de la leyenda de El Dorado entre los conquistadores.

El comienzo de la leyenda

Desde Cristóbal Colón en adelante, cada una de las sucesivas expediciones europeas tenían como finalidad el hallazgo del tan ansiado oro. No escaparon a esta fiebre ni siquiera los monarcas de la vieja Europa, los que financiaron la mayoría de las expediciones al Nuevo Mundo con esa finalidad. Los registros históricos demuestran que las coronas de España, Portugal, Francia e Inglaterra dieron especial importancia a aquella clase de expediciones.

Debido al enorme riesgo que significaba por aquellos días esa clase de viajes, es evidente que quienes los realizaban eran aventureros cuya única meta era la de enriquecerse fácilmente, y que no repararían en los medios para conseguirlo. Es de esta forma que comienza la exploración del nuevo continente. En 1530, tan solo 38 años después del descubrimiento de América, las expediciones españolas se adentraron en territorio de la actual Colombia fundando poblaciones y sometiendo a las tribus locales. Gonzalo Jiménez de Quesada y Sebastián de Belalcázar, fundadores de la ciudad de Bogotá, se enteraron de una leyenda local en la que una antigua tribu, probablemente los Chibchas, ungían a su nuevo rey con una ceremonia especial.
Esta ceremonia consistía en revestir al heredero con polvo de oro habiendo revestido su cuerpo previamente con lodo, construir una gran balsa en la que se embarcaba el futuro rey con cuatro de sus principales jefes y una gran cantidad de gonzalo jiménez de Quesadaofrendas en oro en un lago profundo. Cuando el nuevo rey llegaba al centro del lago, arrojaba al fondo del mismo las ofrendas y se bañaba en él, de forma que el polvo de oro que revestía su cuerpo también fuera ofrendado.

Otra leyenda sobre El Dorado está relacionada con el imperio incaico, el más rico y mejor organizado de América del Sur. Cuando llegaron los conquistadores, ocuparon la capital y apresaron al Inca Atahualpa. Dice la leyenda que, cuando algunos súbditos del Inca se enteraron de la caída de su rey, tomaron la mayor parte del tesoro del imperio y lo arrojaron al fondo de un lago.

Algunas Expediciones en busca de El Dorado.

Desde el año 1530, momento en que se creara el mito de semejante lugar, se han realizado numerosas expediciones a través de la majestuosa vegetación del Amazonas para encontrar la maravillosa ciudad inca de Paititi.

Tal es así que Francisco de Orellana y Gonzalo Pizarro partieron de Quito en 1541 hacia el Amazonas en una de las más fatídicas y famosas expediciones para encontrar El Dorado.

Recientemente (2002), una investigación a la selva amazónica del Perú encabezada por el polaco-italiano Jacek Palkiewicz dió a conocer el lugar exácto donde se supone está localizada la mítica ciudad dorada. Los resultados de dicha expedición se pueden leer en el siguiente vínculo : Exploradores internacionales encuentran el Dorado.

El Dorado incaico en la actualidad

Mas realista y mejor documentada aparece la búsqueda de una ciudad Inca más rica que el propio Cuzco. Documentación recientemente hallada en los archivos del Vaticano hacen referencia a una solicitud hecha por los Jesuitas y aceptada por el Papa, de buscar y convertir a la Santa Fe a una ciudad escondida en la selva peruana llamada por los indígenas Paititi. Dicha ciudad habría sido fundada por Inkari, el mítico fundador del imperio Inca.

Muchos investigadores creen en la existencia de dicha ciudad. Muchos de los secretos incas permanecen ocultos, como Machu-Pichu estuvo oculta por siglos. La inaccesibilidad de la región, con una muy densa selva, llena de caudalosos e intransitables ríos, enormes precipicios e insondables pantanos.

Choquencacha es la última ciudad incaica hacia oriente. Es una ciudad que posee grandes ruinas del imperio de los Incas. Más al oriente de esta ciudad, se encontraría Paititi. Adentrándose en la selva, expedicionarios encontraron una serie de extrañas formaciones piramidales, a las que llamaron “pirámides de Paratoari”, pero no pudieron determinar si se trataba o no de formaciones naturales.
Aún hoy, nuevas expediciones arqueológicas continúan hallando ruinas en la selva que rodea al río Madre de Dios, lo que permite continuar alentando la posibilidad de que Paititi, posiblemente El Dorado, exista en algún rincón de la selva peruana. Algunos exploradores, empleando modernas técnicas, han informado que hallaron un lago con extrañas e intrincadas cavernas sumergidas, donde posiblemente se hallen los tesoros escondidos por los Incas. Pero su exploración es muy difícil, por lo que es posible que pasen varios años antes de que se puedan tener noticias acerca de este posible descubrimiento.

De todas formas, los modernos buscadores de El Dorado continúan la incesante búsqueda que lleva ya quinientos años.

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