Una historia digna de los clásicos de terror del cine. Sin embargo, sucedió en realidad, en un experimento considerado como “el más cruel en la historia de la psicología”. Se trata de la historia del canadiense David Reimer, que fue castrado de forma accidental cuando apenas tenía 8 meses de edad para después tener que pasar por un tratamiento experimental para una reasignación de género que implicaba la remoción de sus testículos y la creación de un conducto vaginal.
Los gemelos idénticos David y Brian Reimer llegaron al mundo en 1965 en la ciudad de Winnipeg, Canadá. En Canadá, de la misma forma que en su país vecino, la circuncisión es una práctica bastante regular, los padres de David y Brian decidieron, por recomendación médica, someter a sus pequeños a la operación. Hasta ahí todo iba perfecto, pero el cirujano no pudo presentarse a la operación de David y el procedimiento fue llevado a cabo por su asistente. De forma inaudita, se suscitó una falla con el cauterizador eléctrico, un hecho que dejó el miembro de David totalmente chamuscado. Posteriormente el órgano pasó a un estado necrótico, pudriéndose en pocos días para finalmente desprenderse del cuerpo del pequeño.
El desarrollo de la cirugía de reconstrucción genital se encontraba en una fase muy prematura, lo que le auguraba pocas opciones al pequeño David. No obstante, sus padres se enteraron de la existencia de un médico en Baltimore, Estados Unidos cuya teoría defendía la inexistencia de una sexualidad innata, por consiguiente era posible cambiar la sexualidad del niño a través de una terapia de reorientación. John Money era un sexólogo con buena reputación, cuyas ideas sobre la superioridad de la influencia ambiental con respecto a la biológica le habían valido el reconocimiento dentro de los círculos ambientalistas de estudio de la Psicología. Money estaba convencido de que la educación determinaba la conducta de las personas.
Cuando los padres de David decidieron solicitar un consejo a Money, este vio una oportunidad inigualable en el caso, ya que tendría a su disposición un voluntario para análisis y experimentos, David, y otro voluntario perfecto pare el control, Brian, con el que compararía las diferencias que surgirían según la educación recibida, pues estaba claro que a un nivel genético David y Brian eran prácticamente idénticos.
Money le aconsejó a la familia Reimer que David debía ser sometido a una operación de construcción de un conducto vaginal artificial, y que debía recibir una educación según su nuevo género: es decir, la educación que recibiría cualquier niña. A partir de aquí el pobre David pasó a ser llamado Brenda. Así, los preceptos que tenían que cumplir los padres eran muy sencillos: bastaba con tratar a Brenda como si fuera una niña y nunca mencionarle el asunto de su sexualidad artificial.
Los padres no tuvieron mejor idea que aceptar y ejecutar el plan. Sin embargo, Brenda odiaba los juguetes para niña como las muñecas, y acostumbraba a arrancarse y rasgar todos los vestidos. El temor de los padres era que algún día Brenda se diera cuenta de su verdadera sexualidad que no hacía nada más que aumentar, pero los problemas apenas y estaban comenzando. Conforme Brenda crecía, los efectos hormonales comenzaron a hacerse visibles, pese a su tratamiento de feminización con estrógenos. Así, comenzó a desarrollar una musculatura y estatura poco femeninas. Según cuenta su hermano Brian, el único rasgo distintivo entre ambos era la larga cabellera de Brenda, y partiendo de la inconsciencia de los niños, ya podemos imaginar la crueldad y el ridículo con que Brenda era tratada durante su etapa de estudiante.
Frecuentemente, los hermanos asistían a consulta con John Money para que su desarrollo fuera supervisado. Según relataron ambos hermanos tiempo después, la terapia del doctor Money tuvo consecuencias perturbadoras para ambos. En su biografía, David Reimer narra cómo el médico les mostraba imágenes de índole sexual, que eran, según Money, necesarias para reorientar su sexualidad. Uno de los episodios más estremecedores de las terapias, según lo relatado por David, sucedía cuando el Dr. Money les obligaba a despojarse de sus ropas contra la voluntad de los pequeños, y obligaba a Brenda a permanecer de rodillas mientras Brian realizaba movimientos y toques pseudo-sexuales contra el trasero de su hermana, en una escena que denominaban ensayo sexual. Brian nunca logró superar aquellos años. Sin embargo, el médico siempre negó estas prácticas.
Durante varios años, el Dr. Money se refirió al desarrollo de los Reimer como el caso “John / Johana”, describiéndolo como un caso exitoso del desarrollo del género femenino, y valiéndose de este supuesto triunfo para apoyar la viabilidad del cambio de sexo y de reconstrucción quirúrgica, aun en los casos de no intersexualidad.
La experiencia de los niños en sus visitas al Dr. Money era traumática, en lugar de terapéutica, y cuando él comenzó a presionar a los padres para que finalmente hicieran la cirugía de construcción de una vagina en Brenda, la familia decidió interrumpir las visitas de supervisión. Desde los 22 meses de vida y hasta sus primeros años como adolescente, David orinó a través de un orificio que los cirujanos hicieron en su abdomen.
Brenda fue creciendo y su vida deteriorándose progresivamente. Se negaba a tomar estrógenos y sus intentos de suicidio se convirtieron en un serio problema. Cuando el Dr. Money fue alejado de la familia su padre finalmente decidió contarle toda la verdad de su historia. Después de escuchar el relato, Brenda volvió a cambiar de sexo, se convirtió, de forma oficial, en un hombre nuevo, se inyectó testosterona, se realizó una mastectomía doble y dos operaciones de faloplastía.
David incluso se casó años después con una mujer llamada Jane Fontaine y se convirtió en padrastro de tres hijos, pero poco tiempo después su historia se hizo pública, y terminó por perder su empleo y a su mujer. Poco años después, su hermano Brian se suicidó con una sobredosis de antidepresivos, según los informes, debido a una profunda culpabilidad que sentía por haber salido bien en la operación de circuncisión, y por los años de frustración viendo el sufrimiento de su hermano.
David tuvo una vida infeliz y miserable y no tenía por qué haber sido víctima de un sexólogo oportunista y demente. Si hay algo que podemos aprender de esta historia, es que el determinismo siempre debe ser cuestionable. Somos el resultado de un cúmulo de combinaciones, circunstancias y coincidencias que terminan por dar forma a nuestra manera de ser, y esta forma de ser no debe ser nunca un escenario donde personas ajenas se adjudiquen méritos o virtudes.
La mañana del 5 de mayo de 2004, David se detuvo en el estacionamiento de un supermercado y cometió suicidio dándose un tiro en la cabeza con una escopeta recortada. Tenía tan sólo 38 años de edad.