Aveces la realidad supera la ficción; Así lo demuestra la historia de un grupo de sobrevivientes de una catástrofe aérea ocurrida en las profundidades de las selvas de Borneo hace 38 años.
El insidente ocurrió el 24 de marzo de 1973. Un avión DC-6 que se dirigía desde Singapur a Manila, en Filipinas desapareció sin dejar rastros junto con su tripulación y 47 pasajeros. El 26 de junio del año 2000, los sobrevivientes y sus hijos fueron encontrados por un equipo de reconocimiento, 100 millas al oeste de Bontang.
Aquel día de marzo del 73′, el avión viró fuera de la ruta durante una tormenta y siguió en dirección hacia el este, hacia Borneo. El piloto, según parece, se estrelló luego de intentar un aterrizaje de emergencia en una región montañosa fuera de la costa este de Borneo. Unas cuarenta personas, entre los que se incluyen tres americanos, sobrevivieron al accidente. Se enviaron partidas de búsqueda, pero la selva era demasiado densa. Nunca se encontró ningún resto del avión o de sus pasajeros.
Los supervivientes recordaban acontecimientos de los años sesenta y principio de los setenta. En tanto que los niños nacidos en la jungla nunca habían visto nada parecido a automóviles, aviones o teléfonos. Durante los años transcurridos desde el accidente, los supervivientes trataron de encontrar el camino de vuelta a la civilización, pero eran forzados a volver a lugares más seguros dentro de la densa selva por el accidentado e infranqueable terreno y por las fieras tribus de cazadores de cabezas que habitaban el área. Luego de que los salvajes mataran, por lo menos, a diez de los supervivientes originales el resto tenía miedo de abandonar el lugar del accidente y decidieron establecerse, construyendo cabañas y repartiendo los trabajos y tareas, tales como cazar y cocinar, para incrementar sus posibilidades de supervivencia.
Pese a la gran cantidad de años aislados de la civilización, lograron crear una vida confortable a su alrededor. Equiparon un sistema de canalización de agua utilizando bambú como tuberías. Tejían sus ropas con fibras de las plantas de la selva. Aprendieron de dónde recoger las mejores frutas y capturaron y domesticaron pequeños mamíferos de la selva. Algunos, incluso se casaron y tuvieron hijos. Envejecieron, algunos murieron, pero aquellos que sobrevivieron nunca olvidaron de dónde venían.
Cuando el equipo de reconocimiento les encontró, actuaron como si les hubieran liberado de una prisión. Muchos de ellos lloraban de alegría.