El trébol de la cuatro hojas es una variación infrecuente del trébol de tres hojas. No se sabe con precisión si la mutación genética se debe a circunstancias naturales o si son producto de la acción del hombre, pero según la tradición popular, las hojas de éste tipo de treboles traen buena suerte a quienes las encuentran accidentalmente y dicha cualidad sería mayor durante la noche de San Juan. Se estima que hay aproximadamente 10.000 tréboles de tres hojas por cada trébol de cuatro hojas.
Los tréboles, pueden tener más de cuatro hojas. El trébol con el mayor número de hojas encontrado hasta el momento es uno que posee dieciocho y fué hallado en Japón. (Ver artículo la página de los Records Guinness.)
En ciertas naciones africanas, como Angola, Nago, Oyo o Cambinda, el tributo a los santos y a la magia diaria estuvo desde los primeros tiempos, muy arraigada a la cultura y liturgia de sus pueblos. Entre fetiches, amuletos y muñecos utilizados en la magia vudu, la religión africana se afianzó como tal, atrayendo a miles de adeptos en todas partes del mundo que, ávidos por conocer los preceptos que rigen a estas comunidades, siguen hasta hoy en día cada una de sus enseñanzas.
Los talismanes o amuletos formaban parte de sus tradiciones. Era común que se realizaran danzas con fuego para solicitar a las entidades sus favores y pedidos. Esas prácticas no dejaron de incluir muchos de estos objetos, algunos hechos por los indígenas, y más tarde, por los esclavos.
En general estaban hechos con madera o con barro y en forma de medallón circular. Se les agregaban signos mágicos, y en ocasiones, también hierbas santas o aceites para ungirlos. Los talismanes se usaban como collares y pulseras, la mayoría de las veces, aunque también los colocaban en lugares estratégicos de sus viviendas a fin de protegerlas de todo mal y en especial de la magia vudu de corte oscura. Normalmente, los consagraban a los orixas, divinidades éstas que les aportaban su poder. [Leer más: Magia Vudú]
El escritor y periodista Lafcadio Hearn fue un inquieto trotamundos. De madre griega y padre irlandés, nació en una de las Islas Jónicas y vivió en Dublín, Gales, Francia, Nueva York, Cincinnati, Nueva Orleans Martinica, antes de encon y trar un hogar en Japón, país del cual acabaría nacionalizándose. Se apasionó por la cultura, las costumbres y las creencias de cada uno de los lugares por los que pasó, y sobre muchos de ellos escribió artículos o volúmenes enteros en los que reflejó la vida cotidiana de sus habitantes con espíritu de antropólogo y alma de literato.
Entre los artículos que dedicó a Nueva Orleans, al menos un par versan exclusivamente acerca de la oscura magia vudú. Tras observar que, en la época (finales del XIX) y el lugar en que escribe, el vudú ha dejado de ser una religión para convertirse en una serie de prácticas mágicas, recoge las más difundidas y aceptadas por los vecinos de la ciudad, incluyendo los hechizos más temidos.
El origen del Vudu.
La palabra vudú proviene de «voundoun», que significa dios en la lengua de Benin, aunque también pudiera ser una deformación del término «vodun» que se refiere a todo lo fantasmal. El vudú insiste en la existencia de un mundo invisible a nuestro alrededor pero compuestos de materia espiritual. En esencia nos hablan del mundo de los difuntos que pulula a nuestro alrededor sin que ellos ni nosotros podamos mezclamos, aunque en determinadas circunstancias los espíritus pueden cruzar esa barrera para ejercer su influencia.
Aunque creemos que las ceremonias vudú se efectúan siempre para hacer daño a alguien, la mayoría de las veces lo hacen para ponerse en contacto con las loas, los habitantes de ese mundo paralelo, pues les necesitan para que nos ayuden en nuestros problemas y para que actúen como intermediarios con el Creador. Una vez establecido el contacto durante una ceremonia, las loas emplearán diversos procedimientos para comunicarse con los humanos, especialmente durante el sueño, aunque en ocasiones también se aparecen durante las ceremonias. El problema es que también se les convoca para fines maléficos, como matar a alguien o provocarle desgracias.