Palenque es un antiguo pueblo maya construido en el año 600 DC en la actual región del estado mexicano de Chiapas. Fue descubierto en el año 1.951 por un grupo de arqueólogos mexicanos a cargo de Alberto Ruz L’Huillier.
En las ruinas de ésta antigua ciudad descubrieron una escalera que conducía a una extraña tumba y dentro de ella, moraba un enorme sarcófago cubierto por una tapa con el dibujo, grabado en piedra, que muestra la imágen de un hombre, del cual se posee realmente escasa información, sentado en una especie de artefacto que guarda cierta relación con los cohetes actuales. Como si se tratara de una nace espacial y manipulando una serie de instrumentos que parecen dirigirla.
La imágen conocida desde ese momento como el «Hombre de Palenque», constituye un misterio ya que nadie sabe con certeza si el hombre es la representación de un Dios, un sacerdote o el mismo Kinich Janaab’ Pakal, Rey de los Mayas.
Muchos afirman que en realidad la escena está representando el momento en el que Pakal emprende su viaje de resurrección ya que se estima, que ésta era una de las creencias religiosas de la antigua civilización Maya. De todas maneras, la imágen de Pakal es tan llamativa y misteriosa que otorga por si sola el beneficio de la duda.
Hace ya más de un siglo, que a petición del arqueólogo y egiptólogo William Matthew Flinders Petrie (1.835-1.942), el ingeniero de la Antigua presa de Asúan, especialista en herramientas industriales y petrografía, Benjamín Baker, elaboró el conocido como «Informe Baker».
Este informe aparece en la obra de W.M. Flinders Petrie, «Pyramids and Temples of Gizeh», y trata sobre la utilización de antiguas herramientas por parte de los canteros y artesanos egipcios. Las conclusiones a las que llegó B. Baker después de exhaustivos análisis y ensayos sobre el terreno fueron rotundas y sorprendentes, pudiéndose deducir de todo ello afirmaciones como la siguiente: «…si un ingeniero moderno fuera capaz de reproducir la herramienta antigua no solamente se haría millonario, sino que revolucionaría la industria moderna…». ¿Cuáles fueron las razones para que B. Baker llegara a esta increíble afirmación?.
En 1.883, W.M. Flinders Petrie (Ilustración Derecha), presentó en el Instituto Antropológico de Londres un estudio sobre los taladros efectuados sobre bloques de roca de gran dureza, tales como el granito y la diorita. Entre éstos, aparecían los trépanos que se pueden observar en dos bloques de granito rojo de unos 12 centímetros de diámetro, que se encuentran en la Gran Pirámide, el primero de ellos tirado en el suelo, a la izquierda de la entrada original, situada por encima de la utilizada actualmente para acceder a su interior, y que fue realizada por Abdullah Al Mamún a la búsqueda de los tesoros que diferentes leyendas señalaban en el interior de la Gran Pirámide, y el segundo de los bloques, en el Pozo de la Cámara del Caos, a una considerable distancia del primero.
Entre varios de los datos técnicos aportados por Petrie, se podía ver el de un trépano realizado sobre un bloque de granito con un diámetro de 5,6 centímetros, y en el que se apreciaba en su interior un surco en espiral de cinco vueltas, con una diferencia de una a otra de 2,3 milímetros, lo que viene a significar casi un metro de avance en un sólo intento de perforación. En el caso de los bloques de la Gran Pirámide, las cifras también eran desconcertantes, pues se apreciaba que en cada vuelta el trépano se introducía 2,5 milímetros en la roca de granito rojo, un dato inexplicable si tenemos en cuenta que con nuestra más moderna tecnología, los trépanos de diamante sintético solo logran un avance de 0,05 milímetros por vuelta, exactamente cincuenta veces menos que los supuestamente primitivos y rudimentarios trépanos egipcios.
En otro de los trépanos observados de 11,43 centímetros de diámetro, y realizado en un durísimo bloque de diorita, se podía apreciar que el surco en espiral alcanzaba las 17 vueltas, nada más y nada menos que 6 metros de una sola tirada. Entre la sorpresa y la incredulidad, siguieron apareciendo nuevos datos de trépanos de todo tipo de diámetro, desde los 70 centímetros a incluso los minúsculos de 1 centímetro de diámetro, pero no por ello con menos efectividad a la hora de penetrar en la dura roca. Continuar leyendo «El enigma de los trépanos egipcios»
La Cueva de los Tayos es un Sistema de túneles subterraneos localizado a una altitud aproximada de 800 metros, en la cordillera del Cóndor en Ecuador. Ver Mapas
El descubrimiento de la cueva de los Tayos
A pesar de que existen distintas opiniones sobre la fecha exácta de su descubrimiento, es muy probable que éste se haya producido durante las exploraciones militares ecuatorianas en el oriente del país, pese a que la existencia de éstos misteriosos túneles se diera a conocer por Juan Moricz durante el trascurso del año 1969.
Juan Moricz era un espeleólogo aficionado nacido en Hungría y nacionalizado argentino. Además es considerado por otros autores como un experto en leyendas ancestrales. Su devoto interés por el mundo subterráneo lo condujo a Sudamérica y, más tarde, a las selvas del Ecuador a mediados de los años 60′, llegando a la zona de los túneles que custodian los indios shuaras en Coangos.
Gracias a su conocimiento del antiguo dialecto húngaro, «el magiar» – similar a la lengua de los nativos shuaras – pudo entablar amistad con los guardianes de estos túneles, que suelen frecuentar debido a la presencia de los Tayos, unas aves nocturnas que son codiciadas en la comunidad indígena por sus huevos.
Fue así como Morizc, con la ayuda de los indios, realizó sus primeras exploraciones entre 1964 y 1969, este último año, en el que además dió a conocer su inquietante hallazgo.
Juan Moricz – Caverna de los Tayos -1969
El acta notarial de su descubrimiento, está fechada el 21 de julio de 1969 en la ciudad costeña de Guayaquil y uno de sus párrafos contiene estas inquietantes palabras:
«…he descubierto valiosos objetos de gran valor cultural e histórico para la humanidad. Los objetos consisten especialmente en láminas metálicas que contienen probablemente el resumen de la historia de una civilización extinguida, de la cual no tenemos hasta la fecha el menor indicio…»
Esta extraordinaria afirmación ponía en segundo plano la propia existencia de los túneles que, de acuerdo a la opinión de Moricz, eran artificiales: Construidos supuestamente por ésta civilización ignorada que vivía en las profundidades de la Tierra.
Biblioteca Matélica de la Cueva de los Tayu – Via : GoldLibrary
Otro dato detallado en dicha Acta de descubrimeinto y que llamaba considerablemente la atención era la existencia de una Biblioteca Metálica de la cual no se obtenían más datos, aunque despertaba el interés por el legado que aquella cultura habría podido transmitir a nuestros tiempos. Una biblioteca de miles de libros de metal sobre repisas, con libros de entre 10 y 20 kilos, páginas grabadas por un lado con símbolos, diseños geométricos e inscripciones. Continuar leyendo «El enigma de La Cueva de los Tayos»