Conocida como la «Isla extraterrestre», existe un lugar muy extraño que llama la atención de los viajeros y aventureros que viajan por el sureste de las costas de Yemen. Se trata de la isla de Socotra.
Su rareza radica en las más de 700 especies de flora y fauna completamente extrañas y únicas en el mundo. Debido a ésta rica biodiversidad Socotra fué declarada Patrimonio de la Umanidad por la Unesco en el año 2008 .
Localización de la Isla Extraterrestre
Socotra se encuentra ubicada a 350 kilómetros al sureste de las costas de Yemen. Socotra pertenece a éste país y está emplazada en el cuerno de África. En la actualidad, el paradisíaco lugar peligra debido al cambio climático.
Entre sus variedades de vegetación resaltan el dracaena cinnabari, un árbol espectacular cuya forma recuerda a un paraguas. Las rosas del desierto yemení solo presentes en las montañas de Haghir y su más preciado “árbol pepino” (dendrosicyos socotrana) que puebla sus acantilados y sus colinas.
Tiene una superficie de alrededor de 3.600 kilómetros cuadrados. Está conformado por las pequeñas islas Abd Al Kuri, Samha y Darsa. Pero la principal es Socotra.
En peligro de extinción por el Cambio Climático
Sus altas temperaturas, la falta de agua y el aislamiento del lugar son lo que la hacen especial. Hasta 1999 solo se podía llegar en barco. Esto se complicaba mucho entre junio y septiembre por la fuerza del viento y el oleaje generado por los monzones. En julio de 1999 abrió el aeropuerto, en un lugar en el que la mayoría de los habitantes (hoy suman 44.000) ha vivido durante generaciones sin electricidad, agua corriente ni rutas . La principal ciudad es Hadiboh que tiene alrededor de 9.000 habitantes.
Su flora es magnífica, pero muy vulnerable a las modificaciones, especialmente a las especies introducidas, como las cabras, y el cambio climático. Por eso, está en peligro: estudios realizados sobre su fragilidad sitúan a Socotra entre las 10 floras isleñas con mayor peligro de desaparición en el mundo.
Poco después de la visita de Charles Darwin a las Galápagos, allá por 1850, se registró la extinción de una de las especies que habitaba en la isla Floreana, la tortuga gigante, debido a que balleneros y navegantes las utilizaban como alimento en sus viajes por el Pacífico.
La especie —Chelonoidis elephantopus, endémica de esa isla— se creía perdida para siempre, pero su rastro genético se encontró por casualidad en el volcán Wolf y el hallazgo sumado a estudios genéticos realizados en la Universidad de Yale, generó la posibilidad de revivir a estas tortugas.
Sin embargo, Linda Cayot, asesora científica de Galapagos Conservancy, precisó a The Associated Press que la especie podría recuperarse “hasta cierto punto”.
“No vamos a tener una especie perfecta genéticamente, 100% como la que había en Floreana, pero sí vamos a tener una población de tortugas con bastantes genes de la tortuga gigante original”, y añadió que cuando se liberen individuos reproducidos en cautiverio en esa isla, dentro de unos cinco años, “la evolución va a actuar y vamos a tener una tortuga natural de Floreana y eso es lo mejor que podemos hacer”.
El descubrimiento del material genético que permitiría rescatar a la especie se realizó en la isla Isabela, cuando científicos de Estados Unidos, Bélgica, Ecuador, Grecia, Italia y Australia, buscaban en 2012 individuos con alta carga genética de otras especies gigantes, entre ellas el emblemático Solitario Jorge.
La Tortuga Gigante de las Islas Galápagos
Este proyecto denominado Iniciativa para la Restauración de las Tortugas Gigantes, se cumple como una propuesta conjunta entre el Parque Nacional Galápagos y Galapagos Conservancy.
La razón por la que se hallaron tortugas con alta carga genética de la isla Floreana en Isabela es porque los navegantes y balleneros las capturaban en su sitio de origen pero en ocasiones las dejaban en Isabela para aligerar carga porque ese era el último punto antes de emprender largas travesías oceánicas.
El ministro de Ambiente de Ecuador, Tarsicio Granizo, destacó la importancia de la noticia: “estamos oyendo sobre extinciones y lo dañino que el ser humano puede ser para una especie, pero hoy, con los resultados de esta investigación estamos diciendo al mundo que es posible revertir los efectos negativos sobre la naturaleza. Vamos a recuperar una especie extinta”.
Uno de los científicos que estuvo en las investigaciones posteriores al hallazgo, Washington Tapia, explicó a la AP que del volcán Wolf se extrajeron inicialmente 1.700 muestras de sangre de igual número de tortugas. De éstas, 80 tenían ascendencia de Floreana, lo que resultó inesperado pues se trataba de una especie extinta 160 años atrás.
Poco después, dice, se eligieron 20 tortugas vivas que poseen alta carga genética de la especie extinta y las juntaron en cuatro grupos —corrales de tres hembras y dos machos— para iniciar el programa de reproducción y crianza con su propia especie.
Avances de la investigación científica
En el reporte científico en que se anunció esta iniciativa, el profesor Luciano Beheregaray, jefe del Grupo de Ecología Molecular de la Universidad de Flinders, dice que el esfuerzo de conservación será un hito importante en el inicio de la recuperación del exótico ecosistema de la isla de Floreana, que depende críticamente de las tortugas.
Los genetistas siguen trabajando en colaboración con el Parque Nacional de Galápagos y la Conservación de Galápagos para el programa de mejoramiento monitoreado con los animales reubicados en los centros de crianza.
“El objetivo de este estudio es generar nuevos individuos con la mayor diversidad genética de los linajes originales de Floreana y que vuelvan a ocupar el nicho ecológico tan importante que estas especies ocupan en las Galápagos”, dijo a la AP Jaime A. Chaves, Profesor de Biología Evolutiva USFQ de la Universidad San Francisco de Ecuador.
Aunque sabemos que existen animales letales, como tiburones o serpientes, no podríamos imaginarnos que el animal más peligroso del mundo es en realidad el mosquito.
Este, es responsable de la muerte de más de 725.000 personas año tras año contra las apenas 50.000 muertes provocadas por reptiles o las apenas 10 personas que matan los escualos.
Es más, el ser humano, es el segundo responsable, después de los mosquitos, siendo responsables de 475.000 muertes de personas al año.
Pero este peligroso insecto no hace el trabajo solo; su capacidad para transmitir virus y otros parásitos causantes de patologías devastadoras es, precisamente, lo que lo hace tan peligroso.
Así, la malaria, transmitida por el mosquito Anopheles, mata cada año a 400.000 personas (principalmente niños) e incapacita por varios días a más de 200 millones de personas.
Otras enfermedades transmitidas por éste singular insecto, incluyen el dengue, que causa entre 50 y 100 millones de casos cada año, la fiebre amarilla, que tiene una alta tasa de mortalidad, o la encefalitis japonesa, que causa más de 10.000 muertes anuales, sobre todo en Asia. Sin olvidar el virus del Zika, que tiene efectos neurológicos graves y a largo plazo en bebés de madres infectadas durante el embarazo.
Existen más de 2.500 especies de mosquitos y estos animales se encuentran en todas la regiones del planeta a excepción de la Antártida. De hecho, los mosquitos son muy buenos para adaptarse a nuevos ambientes y a cualquier intervención que usemos contra ellos.
Por ejemplo, Aedes aegypti (el vector de la fiebre amarilla, zika y dengue, entre otros) se ha adaptado perfectamente al ambiente urbano: se alimenta de sangre humana y pone sus huevos en cualquier tipo de recipiente fuera o dentro de las casas.
En 2005 estudios moleculares llevaron a reclasificar Stegomyia como género, cambiando algunos autores el nombre del mosquito por Stegomyia aegypti al igual que se hizo con el Aedes albopictus que pasó a ser denominado homólogamente Stegomyia albopicta; sin embargo, estos estudios han sido muy discutidos, de forma que actualmente el nombre usado de forma mayoritaria es el de Aedes aegypti, como exigen a partir de diciembre de 2005 los editores de las revistas científicas más importantes del sector.
Un Peligroso Asiático
El mosquito tigre, científicamente conocido como «Aedes albopictus», originario de Asia, es portador de enfermedades virales como la fiebre amarilla o la encefalitis. Su picadura provoca una gran molestia por la saliva que inyecta, que hace que el picor sea persistente.
Por su parte «Anopheles gambiae» es el principal transmisor de la malaria en África. Recientemente un equipo internacional de científicos se ha centrado en dos variedades físicamente idénticas del mosquito la especie. Se ha descubierto que las diferencias genéticas “son tales que parecen estar convirtiéndose en especies diferentes”. Esto indica una evolución muy rápida.
Peligroso y muy resistente
Además, muchas especies de mosquito han desarrollado resistencia contra una variedad de insecticidas comúnmente usados y han cambiado su comportamiento para evitar las redes mosquiteras y las casas fumigadas. Lo que hacen, es alimentarse fuera de las casas y más temprano.
Como señala Krijn Paaijmans, entomólogo del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), «los mosquitos son criaturas difíciles. Están constantemente evitando cualquier cosa que hagamos contra ellos».
Y agregó: «Si queremos eliminar la malaria, necesitamos mejor vigilancia y mejores datos para desarrollar intervenciones más rentables. Esto implica formular las preguntas correctas y utilizar las herramientas adecuadas». El experto propone utilizar el mismo tipo de trampas fuera y dentro de las casas para medir correctamente la transmisión residual de malaria (la transmisión que ocurre en el exterior, donde las redes mosquiteras y la fumigación no son eficaces).
Es necesario trabajar también en nuevas herramientas contra las cuales el mosquito tiene más difícil desarrollar resistencia. El equipo de Paaijmans está desarrollando barreras electromagnéticas que repelen a los mosquitos. El equipo de Carlos Chaccour está centrado en la ivermectina. Este es un fármaco antiparasitario que mata a los mosquitos que se alimentan de animales o individuos tratados. Resta esperar que los científicos consigan cumplir con algunos de éstos objetivos. Y que futuros descubrimientos permitan controlar las poblaciones de mosquitos al rededor del mundo, para así disminuir las estadísticas fatales que preceden su historia.