Durante los pastorales viajes, en los evangelios se relata que: ante los consejos de Jesús sobre permanecer alertas y no cargar con pecados en nuestro fin, algunos le pedían que dijera cuando sería su segunda venida, para juzgar a los vivos y a los muertos.
Durante muchos siglos, esta fecha se tomó, contándola desde el probable nacimiento de Jesús, al menos para la civilización cristiana.
En Roma, miles de fieles llorando y cubiertos de cenizas por prácticas «penitenciarias», escucharon la última misa del año 999-que oficiaba el papa Silvestre III- y al terminar, pasando la medianoche, entre el tronar de los campanarios, se desparramaron con inusitada algarabía por las calles. No había finalizado el mundo.
Notable la historia de este papa, de origen francés, estudioso del Islam, de las ciencias oscuras y astrólogo, que en esa noche, se sacó un gran peso de encima, pues creía que podría ser el Anticristo profetizado por Jesús. (Murió este papa en el año 1003).
Para el año 1000, no hubo fin del mundo y si una gran hambruna en Europa, la aparición de un cometa, el incendio de la Abadía de San Michel Arcángel y algunas herejías, pero nada de lo enunciado pasó.
La fecha del Fin del Mundo, se pensó que debía ser contada desde la crucifixión de Jesús, o sea para el año 1033.
Nuevamente hubo ese año una gran hambruna y varias plagas, pero el mundo siguió funcionando, con las virtudes, pocas y sus grandes miserias.
Por lo tanto, si hasta el propio Jesús, fue desautorizado por la vida, creer en fines del mundo literalmente no debería ser muy tenido en cuenta. Si es posible que sucedan hechos trascendentes, modificaciones importantes, pero el fin del mundo (2012), no debe estar entre nuestras creencias.