En el año 1918, un grupo de exploradores, encabezados por el geólogo suizo François de Loys, realizaba el trazado del plano geológico de la remota región del Cuboen en Venezuela, un área cercana a la frontera colombiana. Mientras descansaban de las tareas del día a las orillas del Río Tarra, en el estado Zulia, fueron atacados por un grupo de animales salvajes que en principio creyeron que se trataba de osos. Sin embargo, pronto observaron que se trataba de criaturas del tamaño de un hombre, de mediana estatura y cubiertos completamente de pelo. Loys dió la órden de abrir fuego y los extraños animales consiguieron escapar, a excepción de uno que cayó abatido al piso.
La criatura tenía 32 dientes, media 1,57 metros y carecía de cola. Ninguno de los miembros del equipo, incluido Loys conocía éste tipo de animal. Después de comprobar cuidadosamente la defunción del críptido, decidieron dejar constancia de aquel encuentro. Sentaron al simio en un guacal vacío, sosteniendo su cabeza erguida con una rama le tomaron una fotografía. Luego desollaron al animal y finalmente emprendieron el camino de regreso con su piel y cráneo a cuestas.
El viaje de regreso fue más difícil de lo previsto. Perijá es una zona montañosa, caliente, húmeda y atacada por furiosas lluvias que pueden convertir un pequeño arroyo en un torrente iracundo en cuestión de segundos. Quizás por esto, en el camino, de Loys tuvo que sacrificar parte de la carga, entre ella, los restos de la criatura. Continuar leyendo «Críptidos : El Simio de Loys»