Historias de Fantasmas: Muebles que puso Maple

Hace ya unos años, cuando me casé, compré en cuotas un juego de dormitorio nuevo y un bargueño antiguo (para el comedor), todo de estilo inglés, en esta prestigiosa mueblería de Buenos Aires, que ya no existe en la tradicional locación de la calle Suipacha .

Vinieron muy seguidos los hijos (tres) y con ellos algo se despertó también en casa. Una presencia que cada vez más asiduamente nos visitaba.

Primero fueron ruidos en el precioso bargueño, acentuados por las copas de fino cristal, más adelante, por furtivos pasajes desde el comedor a la pieza de los niños, donde se esbozaba un volumen blanquecino que indudablemente recordaba la silueta humana, de un varón joven no muy alto.

Al principio esto nos producía inquietud, luego que consultamos, nos dijeron que si la presencia no era negra, no era de cuidado. Mi señora llamó al párroco para que bendijese la casa; cosa que repitió al cambiar de autoridad parroquial.

Para los chicos, solo terminó siendo un motivo de curiosidad y acicateó en todos la necesidad de leer sobre el tema.

No hubo ningún cambio al bendecirse la casa, cada tanto aparecía, en especial cuando alguno estaba enfermo; parecía que le preocupaba mucho el bienestar de los chicos.

A veces se lo vio observando a los mismos, cuando hacían los deberes.

Era muy inquieto, denotaba su presencia con el tintineo de las copas del bargueño, muy frecuentemente. Uno de los pibes lo soñó y dice que era un Botana.

A medida que los chicos crecieron «su presencia» se fue atenuando.

Ya están casados y en sus hogares. No lo hemos sentido más, ni el tintineo del cristal en el bargueño.

Lo habíamos llegado a querer, espero que haya encontrado el camino y la paz. Era un alma buena, seguramente.

Por : Manlio E. Wydler

Artículo Recomendado del día de hoy

FELIZ DIA DEL PADRE

Misterios sin Resolver : El Paso Dyatlov

Este relato representa un gran misterio, aún vigente, de la antigua URSS. En el año 1959, un grupo de nueve alpinistas murieron bajo circunstancias misteriosas en los Montes Urales.

Durante el mes de febrero del año 1959, una decena de alpinistas se preparaba para realizar una expedición a la cordillera montañosa. El clima acompañaba las espectativas del grupo de estudiantes del Instituto Politécnico Ural a cargo de Igor Dyatlov, de 23 años, quien era un esquador y alpinista experimentado. Momentos antes de emprender el viaje hacia la base del monte Otorten nadie se podría haber imaginado el destino de tal odisea. Al llegar al último lugar de aprovisionamiento el día 28 de enero, un miembro del equipo llamado Yuri Yudin, enfermó repentinamente, lo que le obligó a quedarse allí para recuperarse ante la imposibilidad de seguir el ritmo del resto del grupo de estudiantes. Paradójicamente, aquella circunstancia se convirtió para su protagonista en un suceso providencial. Desanimado, Yudin se despidió de sus nueve compañeros. Esta sería la última vez que los vería con vida.

Cuando Yury se despidió de Igor, este le dijo que si el clima empeoraba, la fecha de regreso, prevista para el día 12 de Febrero podría postergarse. Ese fue uno de los motivos de que nadie se percatara de la posterior desaparición del grupo de alpinistas. Tal y como Igor lo había previsto, el clima empeoró, y ésto obligó a al grupo de jóvenes a desviarse de su curso, para formar un campamento desde el cual esperar a que las condiciones del clima mejoraran.

El día 20 de Febrero, los familiares de los jóvenes dieron la voz de alarma ante la ausencia de noticias de sus seres queridos. Ese mismo día se movilizó un equipo de rescate con miembros de la policía y del ejército y por un grupo de profesores y alumnos de la actual Universidad Técnica de los Urales. Después de varios días de búsqueda, encontraron el último campamento en el que se habían establecido los estudiantes. El estado del campamento no presagiaba nada bueno. Las tiendas estaban totalmente rajadas desde dentro y cubiertas parcialmente por nieve. No había nadie en su interior, pero, extrañamente, los objetos personales, incluso la ropa de abrigo, permanecían allí. Al revelar las fotos de las cámaras que los jóvenes habían dejado atrás como mudos testigos de lo sucedido, se determinó que el grupo había acampado en ese lugar el 2 de febrero hacia las cinco de la tarde. Continuar leyendo «Misterios sin Resolver : El Paso Dyatlov»

La leyenda del judío errante

El Judío errante es una figura de la mitología cristiana. La leyenda relata que un personaje judío insultó a Jesús durante el camino hacia la Crucifixión, por lo que este lo condenó a «errar hasta su retorno». Por tanto, el personaje en cuestión debe andar errante por la Tierra hasta la Parusía.

A menudo se ha visto en el Judío errante una personificación metafórica de la Diáspora judía, interpretando que la Destrucción de Jerusalén supuso un castigo divino a los judíos por su responsabilidad en la crucifixión; razón por la que se considera una leyenda de origen o naturaleza antisemita.

Los nombres del Judío errante

Se le ha dado una gran cantidad de nombres al Judío Errante, algunos de los cuales son : Ahasverus; Buttadeu; Larry el Caminante; Joseph Cartaphilus; Juan Espera en Dios; Michob-Ader. Sin embargo posiblemente el nombre más antiguo sea el que aparece en una de las Cartas eruditas y curiosas del padre Feijoo. En ella se cita a Mateo de París, obispo e historiador benedictino, indicando que en el año 1229 afirmó que dicho Judío existía, se llamaba Catafilo, y se encontraba entonces por Armenia.

Igualmente Jacobo Basnage, autor protestante, en su Historia de los judíos, cuenta que hay exactamente tres judíos errantes:

Samer o Samar: Judío errante condenado a vivir siempre, y a vagar, por haber fundido el becerro de oro en tiempo de Moisés.

Catafito o Catáfito: Habría sido una especie de guardia o policía de la puerta del pretorio de Poncio Pilatos, en cuya ocasión, cuando sacaron a Cristo, de dicho pretorio para crucificarle, para que saliese más prontamente y evitar la aglomeración o el bullicio, le dio un empujón en la espalda, a lo cual Cristo, volviendo el rostro, le dijo: «El Hijo del Hombre se va, pero tú esperarás a que vuelva». Se trata de una profecía del mismo Cristo, por la que este judío no había de morir hasta que Cristo volviese a juzgar vivos y muertos. Cada cien años sufría enfermedad y angustia de muerte, pero luego sanaba y se rejuvenecía hasta los treinta años, edad que tenía cuando Cristo murió.

Ausero: Zapatero de Jerusalén que echó de un empujón a Cristo del quicio de su puerta cuando el Señor se detuvo allí a descansar camino del Calvario, diciéndole: «Despacha, sal cuanto antes; ¿por qué te detienes?». Cristo le respondió: «Yo descansaré luego, pero tú andarás sin cesar hasta que yo vuelva» (Algunos han añadido «hasta que no nazca niño alguno» o «hasta que la mujer deje de parir»). Desde aquel momento empezó el cumplimiento del vaticinio, siempre andaba peregrinando, sin parar en provincia alguna. Representaba la edad de cincuenta años, y prorrumpía en frecuentes gemidos por la tristeza que le causaba la memoria de su delito. De este dice que en el año de 1547 fue visto en Hamburgo.

El Origen de la leyenda

El primer documento moderno que se conserva sobre esta leyenda es un panfleto de cuatro hojas llamado Kurtze Beschreibung und Erzählung von einem Juden mit Namen Ahasverus (Breve descripción y relato de un judío de nombre Ahasverus), impreso en Leiden en 1602 por Christoff Crutzer. Sin embargo, no hay registro de ningún impresor con ese nombre en los archivos de Leiden, por lo que se supone que este nombre es un seudónimo.

La leyenda se extendió rápidamente por Alemania; no menos de ocho ediciones diferentes de la leyenda aparecieron durante ese mismo año, y antes del fin del siglo XVIII había al menos 40 variantes en ediciones diferentes. Se conocen 8 ediciones en neerlandés y la primera versión en francés apareció en Burdeos en 1609. La primera versión inglesa fue una parodia de 1625 (Jacobs and Wolf, «Bibliotheca Anglo-Judaica», p. 44, No. 221). También se conocen versiones en danés, checo y sueco.

Según L. Neubaur, la leyenda se inspiró en las palabras encontradas en el Evangelio de Mateo 16:28:

Yo os aseguro: entre los aquí presentes hay algunos que no gustarán la muerte hasta que vean al Hijo del hombre venir en su Reino.

Esta cita figuraba en el panfleto original de 1602. Hay quienes aplican el pasaje citado a San Juan, basándose en un pasaje de su propio Evangelio, concretamente 21:20-23:

Pedro se vuelve y ve siguiéndoles detrás, al discípulo a quién Jesús amaba, que además durante la cena se había recostado en su pecho y le había dicho: «Señor, ¿quién es el que te va a entregar?» Viéndole Pedro, dice a Jesús: «Señor, y éste, ¿qué?» Jesús le respondió: «Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿qué te importa? Tú, sígueme.» Corrió, pues, entre los hermanos la voz de que este discípulo no moriría. Pero Jesús no había dicho a Pedro: «No morirá», sino: «Si quiero que se quede hasta que yo venga.»

Otra versión dice que Malco, el asistente del Sumo Sacerdote, al que San Pedro le cortó la oreja, es el Judío Errante. Juan 18:10.

Un precedente del relato del Judío Errante es la leyenda aparecida en el Flores Historiarum de Roger de Wendover, publicado en 1228. Un arzobispo armenio que visitaba Inglaterra relató que se había encontrado con José de Arimatea, bajo el nombre de Cartaphilus; éste le contó que había apurado a Jesús durante la crucifixión, y este le respondió «iré más rápido, pero tú deberás esperar hasta que yo regrese».

El monje inglés Matthaeus Parisienses, del siglo XIII, recoge esta leyenda en su Chronica maiora, quien otra vez recoge el supuesto relato de un obispo armenio que llega a Inglaterra. Narra éste la historia de un ermitaño que sería un criado de Pilatos castigado por Jesús, porque, al verle pasar, cargado con la cruz, le dice que vaya rápido. Jesús replica que él se irá, pero aquel criado le habrá de esperar hasta su retorno. De este modo, el criado rejuvenece cada vez que llega a la edad de cien años, y así hasta el fin de los tiempos. Sin embargo, se ha arrepentido y está haciendo penitencia en Armenia.

Igualmente cabe mencionar como curiosidad que a menudo se ha señalado que las leyendas del Holandés Errante presentan similitudes y concordancias con esta leyenda.

Las apariciones del Judío Errante

Se dice que el Judío errante fue visto en Hamburgo en 1547; en España en 1575; en Viena en 1599; en Lübeck en 1601 y 1603; en Praga en 1602; Baviera en 1604; en Bruselas en 1640 y 1774; en Leipzig en 1642; en París en 1644; en Stamford en 1658; en Astracán en 1672; en Múnich en 1721; en Altbach en 1766 y Newcastle en 1790. Otra aparición mencionada parece haber sido en los Estados Unidos en el año 1868, visitando al mormón llamado O’Grady. Posiblemente, este último era un impostor que se hacía pasar por el Judío Errante. En la Navidad de 1993 un fraile toledano tuvo una visión y afirma que bajo el nombre de «Asuero» se había afincado en Toledo, muy cerca de su cenobio. El Abad le ordenó silencio y no habla desde entonces. Posteriormente y esta vez bajo el nombre Catáfilo fue visto en Miami (Estados Unidos), Quito (Ecuador), Bogotá y Pereira (Colombia) y Estambul (Turquía) donde estableció contacto con los judíos sefarditas en la fiesta anual de Ispahan en agosto de 2005 de la Torre Gálata, cantó con ellos en español y en el calor de la fiesta hizo múltiples referencias a Toledo (España) y su provincia. Aunque nadie sabe a ciencia cierta su número, pueden ser tres o dos o todos al mismo (Samar, Asuero o Catáfilo), ni su identidad actual ni su paradero exactos.