Los 3 tripulantes del Soyuz XI que aterrizaron muertos y sonriendo

El 30 de junio de 1971, la nave espacial soviética Soyuz XI puso a funcionar su sistema automático de aterrizaje, después de permanecer 24 días en el espacio. En la base se sintieron satisfechos a pesar de que en los últimos minutos habían perdido contacto con los astronautas: Dobrovoisky, Vlokov y Patsayev. En ese momento comenzaría uno de los misterios más comentados de los años 70.

A pesar de haber perdido el contacto al atravesar la ionosfera, no había por qué preocuparse pues la nave estaba aterrizando según lo previsto. Pero cuando los técnicos abrieron la portezuela de la astronave vieron que los tres tripulantes sonreían, pero ninguno se movió ni levanto la mano para saludar. Todos estaban muertos. Entonces comenzaron las hipótesis para intentar aclarar porque los 3 estaban muertos pero sin ninguna deformación ni rasgo de haber pasado miedo durante el aterrizaje. Primero se le echo la culpa a la descompresión, pero la autopsia no revelo hemorragias internas. Otros sugirieron una trombosis o el pánico que condujo a un paro cardiaco, al pensar los astronautas que se estrellaban sin remedio, pero la sonrisa de sus rostros era un enigma.

Pero el último diálogo entre los cosmonautas y la Tierra da motivos para pensar en otra posible hipótesis.

“Aquí Yantar – dijo Dobrovolski – todo va perfectamente a bordo. Estamos en plena forma. Preparados para el aterrizaje. Ya veo la estación. Brilla el sol.”

“Hasta ahora Yantar – respondió el control en la Tierra – Pronto nos veremos en la Patria.
“Inicio maniobra de orientación”.

Según todas las apariencias, estas fueron las últimas palabras registradas. Si hubo algo más, las autoridades soviéticas no quisieron revelarlo. No obstante subsiste un misterio, aún cuando un fallo técnico determinara una descompresión de la cápsula. Continuar leyendo «Los 3 tripulantes del Soyuz XI que aterrizaron muertos y sonriendo»

Arboles Gigantes y Milenarios…

Hyperion, el arbol mas alto del mundo.

Un equipo de científicos que se dedicó a recorrer este verano los bosques de la costa norte de California anunció el descubrimiento del ser vivo más alto de la tierra, el árbol apodado Hyperion, de algo más de 115 metros.

Hyperion y otros tres titanes recién descubiertos en el Parque Nacional Redwood, cerca de Eureka, al norte de San Francisco, destronan a Stratosphere Giant, la secuoya que hasta ahora tenía el título de ser vivo más alto.

Por el momento, los científicos han descubierto unas 135 secuoyas que se elevan por encima de los 100 metros, según dijo Chris Atkins, el naturalista que dio con Stratosphere en el verano del 2000.

El descubrimiento ha sorprendido a los expertos, ya que no esperaban encontrar más árboles de este tamaño en una zona que durante años fue pasto de las madereras y que no cumple con las condiciones que hasta ahora se pensaba que eran idóneas para albergar a este tipo de gigantes.
Atkins no ha difundido la ubicación exacta de los árboles, y el director del parque nacional señaló que será casi imposible que los visitantes den con su paradero ya que no crecen aislados, como las secuoyas gigantes, y por lo tanto son más difíciles de identificar.

“Hacerse paso entre la maleza en ese tipo de terreno es como escalar el Everest”, dijo Atkins al “San Francisco Chronicle”.

En cuanto al árbol más alto del que se tiene constancia, no vivió en California sino en Australia: se trata de un eucalipto que, de acuerdo con los datos obtenidos en 1872, superaba los 150 metros.

El árbol más antiguo del mundo

Cuando hablamos de árboles antiguos, estamos teniendo en cuenta especímenes cuyas raíces se encuentran aferradas al suelo desde hace más de 5.000 años. Si queremos hallar al árbol más antiguo del mundo tendremos que realizar un exhaustivo viaje por la provincia de Dalarna, en Suecia, junto al Dr. Leif Kullman. Continuar leyendo «Arboles Gigantes y Milenarios…»

El enigma de los fuegos de Laroya

A mediados del siglo pasado, unos misteriosos fuegos asolaron durante varias semanas una pequeña zona de la provincia de Almería. Combustiones espontáneas que, día y noche, atormentaron y en algunos casos chamuscaron a los vecinos de Laroya.

Creo que podríamos decir, sin miedo a equivocarnos, que los misteriosos fuegos de Laroya siguen siendo hoy en día uno de los expedientes por resolver que tiene España. A pesar de que cuando todo ocurrió, el Gobierno tomó cartas en el asunto, ningún científico ni investigador pudo sacar nada en claro.

Laroya es una pequeña población andaluza de la provincia de Almería que se encuentra en la sierra de los Filabres a 8 kilómetros de Máchale. Todo ocurrió el día 16 de junio de 1945 sobre las cinco de la tarde. El ambiente en la población era extraño, ya que había una densa niebla, poco habitual en esas fechas, y en todas partes se respiraba una especie de olor a azufre o algo similar. La niña de catorce años María Martínez Martínez, vecina de la población, jugaba por el cortijo Pitango y, según los testimonios, pudo ver una especie de bola de color azulada “como bajar del cielo” y que prendió el mandil que llevaba puesto. El impresionante susto de la niña la hizo reaccionar y de inmediato apagó las llamas que por su cuerpo se estaban extendiendo. Los jornaleros qu trabajaban en el cortijo, alertados por los gritos de la pequeña, fueron en su ayuda. No daban crédito ante tal asombroso fenómeno.

Pero más tarde se percataron de que también a la misma hora de lo ocurrido, en la ladera contigua de la montaña, y concretamente en el cortijo Franco, comenzaron a arder de manera similar – de forma inexplicable – unos capazos y unos montones de trigo, que además estaba verde.

En ambos casos, el fuego se inició sin ninguna causa. los habitantes de Laroya estaban completamente atemorizados, pues, al no poder entender la situación, temían que volviese a producirse e incendiara a alguien más. Y así fue, al poco volvía a producirse otro extraño fuego inexplicable, y luego otro, y así muchos otros conatos que aparecían por doquier, hasta que esa misteriosa niebla en el lugar se levantó, cosa que ocurrió a eso de las once de la noche. Continuar leyendo «El enigma de los fuegos de Laroya»