¿El huevo o la gallina? es un dilema que proviene de la expresión «¿Qué fue primero, el huevo o la gallina?», ya que las gallinas ponen huevos y de ellos provienen los pollos. Esta expresión llena de ambigüedad condujo a los filósofos antiguos a cuestionar cómo se originó la vida y el Universo.
Una de las primeras referencias al inmortal dilema del huevo y la gallina aparece en la obra del filósofo griego Aristóteles, quien afirmaba que lo actual es siempre anterior a lo potencial, y por lo tanto, el hombre precede siempre al esperma, o lo que es lo mismo, la gallina precede al huevo. Plutarco también se preguntó lo mismo en sus ensayos, un dilema que en su opinión nos hacía preguntarnos acerca del origen del mundo.
Según podemos leer en Génesis la Creación fue un proceso completamente diferente al “nacimiento natural”. En el nacimiento y en el desarrollo natural la edad, digamos, de una persona, se comienza a contar desde que uno nace. Así, a los 50 años desde el momento del nacimiento uno tendrá 50 años. El acto de creación, sin embargo, nos presenta con una realidad diferente.
La creación Divina es un acto que escapa nuestro análisis y hasta nuestra imaginación. Nunca hemos visto ni experimentado un acto de creación mientras sucede. Pero sabemos sin embargo un par de detalles. Primero, que la Creación fue ex nihilo, es decir, a partir de la nada. Crear (el verbo libró, en hebreo), significa traer algo material a la existencia desde la nada. Este verbo sólo se encuentra aplicado a acciones Divinas, y nunca a acciones humanas.
” Los árboles no fueron creados como semillas o arbustos incipientes, sino como árboles ya maduros, en su plenitud, y cargados de sus frutos.”
Sabemos que cuando Dios creó las cosas, estas aparecieron ya desarrolladas, y no en un punto cero. Si bien las escrituras no abundan en detalles superfluos, y mucho menos durante el brevísimo capítulo destinado a la Creación, la Biblia describió el estado de una de sus creaciones en el momento de su aparición: los árboles. En Génesis 1:12 la Biblia dice “Y produjo la tierra vegetación: hierbas que dan semilla según su género, y árboles dando fruto con su semilla en él, según su género.
“Todo lo que Dios creó fue creado en su plenitud”
Si bien la Biblia circunstancialmente mencionó la madurez de los árboles, en realidad todo fue creado por Dios en su estado de madurez y plenitud. Esto no solamente resuelve el enigma del huevo o la gallina (finalmente podemos destrabar el enigma :), sino que también nos ayuda a comprender que no solo es posible sino más bien necesario que la ciencia le atribuya al mundo y lo que éste contiene una edad mayor a la que tiene.
Si viajamos en el túnel del tiempo hasta el día en el que Dios creó los árboles y examinamos el primer árbol cinco minutos después de su creación, nos encontraremos con un árbol lleno de frutos. Y si talamos el árbol encontraremos, digamos, cincuenta anillos. Cuando evaluamos este árbol desde la perspectiva científica, concluiremos necesariamente que este árbol tiene cincuenta años de edad.… ¿Estaremos equivocados? Sí. Y No. Y esta es la paradoja que se produce con la Creación. El árbol fue creado hace 5 minutos, pero tiene 50 años.
Una vez más: es inevitable entonces que exista una diferencia entre la medición científica de la edad del árbol (desarrollo desde el punto cero) y la perspectiva bíblica sobre la edad del árbol. La diferencia entre los cinco minutos y los cincuenta años, es un efecto directo e inevitable del «excepcional» acto de Creación.
Si la Creación se llevó a cabo del modo en el que la Biblia lo describe entonces, inevitablemente, dos edades distintas coexistirán en toda cosa creada:
1) La edad cronológica, estimada desde el momento de su Creación/aparición, que en el ejemplo del árbol serían cinco minutos.
2) La edad interna y aparente, cincuenta años; es decir, la edad virtual o hipotética del árbol —el tiempo que le habría tomado al árbol desarrollarse desde un punto cero hasta su estado actual, de no haber sido creado. Lo mismo ocurre con una montaña, con el planeta tierra y con una estrella que dista 1 million de años luz de nuestro planeta.
En conclusión: Lo que la ciencia afirma acerca de la edad del mundo, sin importar de cuántos millones de años se trate, no contradice lo que afirma la Biblia.