La nave Apolón se posó en la superficie de la Luna. Tras varios pequeños brincos pudo estabilizarse. Se abrió su rampa y por ella descendió el comandante Armstrong para pisar por primera vez el suelo de ese mundo desconocido. Estas palabras no pasarían de ser una escueta y muy sucinta crónica de la llegada del Hombre a nuestro satélite de no ser por un «insignificante» detalle: fueron escritas en 1954. [Leer Artículo Completo]
Extrañas Coincidencias: El Papa Pablo VI
El domingo 6 de agosto de 1978, el pequeño despertador que el papa Pablo VI había comprado en 1923 -y que durante 55 años le había despertado a las seis cada mañana- sonó repentinamente, y de un modo estridente. Pero no eran las seis; eran las 9:40 de la noche y, de forma inexplicable, el reloj empezó a sonar cuando el papa yacía moribundo. Más tarde, el padre Romeo Panciroli, portavoz del Vaticano, comentaría: “Fue de lo más extraño. Al papa le gustaba mucho el reloj. Lo compró en Polonia y lo llevaba siempre consigo en sus viajes.”
Extrañas Coincidencias: La historia de Richard Parker
El pensador contemporáneo Arthur Koestler dedicó gran parte de su carrera al estudio de la teoría de las coincidencias. En una oportunidad un estudiante inglés de doce años llamado Nigel Parker, le relato a Koestler la siguiente historia: Hace muchos años, el autor de historias de terror norteamericano, Edgar Allan Poe, escribió un libro titulado: El relato de Arthur Gordon Pym. En él, el señor Pym viajaba en un barco que naufragó. Los cuatro supervivientes pasaban muchos días en un bote antes de decidirse a matar y comerse al grumete, cuyo nombre era Richard Parker.
Unos años después, en el verano de 1884, el primo de mi bisabuelo era grumete de la yola Mignonette cuando ésta se hundió, y los cuatro supervivientes navegaron a la deriva en un bote durante muchos días. Finalmente, los tres miembros mayores de la tripulación mataron y se comieron al grumete. Su nombre era Richard Parker.