Cuenta la leyenda que un hombre de mediana edad, alto, de frente ancha, orejas de soplillo, abrigo y corbata negros y traje impecable compró un billete en Portland bajo el nombre de Dan Cooper, para el vuelo 305 de Northwest Orient Airlines con destino a Seattle. Unas horas más tarde, el avión, en el que viajaban 36 pasajeros y seis tripulantes, es secuestrado por Cooper, quien pide que al aterrizara Seattle, le sean entregados 200.000 dólares y cuatro paracaídas, ya que de lo contrario detonaría una bomba que llevaba consigo haciendo explotar el avión. Cuando finalmente el avión llegó a Seattle, los pasajeros desembarcaron normalmente y ajenos a la realidad del secuestro. Cooper, esperó a que le entregaran los 200.000 dólares en billetes de 20 y los paracaídas. Negoció la salida de dos azafatas y se quedó con una tercera. Hecha la transacción, ordenó al piloto que se dirigiera hacia Reno (Nevada). Le dio órdenes concretas respecto a qué altura volar, a qué velocidad y cómo colocar las alas del avión, y le especificó que no sellaran la puerta de atrás. El Boeing 727 era el único modelo con unas escalerillas que permitían utilizar esa puerta para saltar y, evidentemente, el secuestrador conocía esos detalles. D. B. Cooper repartió los cinco kilos que pesaba el dinero por todo su cuerpo, invitó a la azafata a encerrarse en la cabina con el piloto y se quedó solo. Después de eso, se lanzó desde 3.000 metros de altura sobre el Estado de Washington y sus montañas escarpadas, sus glaciares y sus bosques infestados de osos. Seguramente habrá tenido algún otro plan para poder escabullirse de la naturaleza ostil que lo esperaba debajo. Desde ese momento ha pasado a ser un misterio sin solución, con muchos supuestos, pero ninguna verdad.
Cazadores de Tesoros: En busca del salon de Ambar.
En el verano de 1944, en plena guerra mundial, las tropas alemanas de la wehrmacht irrumpieron en el palacio de Catalina la Grande y se llevaron uno de los tesoros artísticos más valiosos de la vieja Europa. La pista del botin, se perdió en la mitad de los bombardeos de la guerra y desde entonces, los países implicados y los “cazadores de tesoros” iniciaron una carrera por encontrar el Salón de Ambar.
La sala, que guardaba las reliquias que el rey de Prusia, Federico Guillermo I le había regalado al zar Pedro I el Grande en 1.716, recibía el nombre de Ambar, debido a que sus paredes estaban recubiertas de ámbar, una valiosa resina fósil del color de la miel.
Fotos de la réplica del Salón de Ambar.
Objetos encontrados del Salón de Ambar.
De la vasta cantidad de objetos sustraídos de la cámara, se encontraron solamente una cómoda y un mosaico florentino. Este último, fue recuperado un año después del saqueo, cuando el hijo de uno de los soldados alemanes de apellido Achtermann, se disponía a venderlo por cinco millones de marcos. La cómoda fue hallada por casualidad en el año 1997 en el museo berlinés de artes aplicadas. En cuanto al resto del botín, aun sigue siendo un misterio.
En busca del tesoro de la Cámara de Ambar.
El diputado alemán y alcalde de la localidad de Deutschneudorf, Heinz-Peter Haustein, es un gran aficionado a la arqueología y desde hace más de diez años está obsecionado con encontrar el tesoro de Ambar. Desde su lugar en el parlamento, consiguió hace muy poco tiempo, la autorización para realizar una gran excavación en las proximidades del pueblo que precide, en la frontera entre Alemania y la República Checa. Se cree que en ese lugar, los nazis habrían enterrado un gran tesoro a finales de la segunda guerra mundial. Los análisis realizados en el sitio a través de aparatos electromagnéticos, han confirmado que el metal hallado no es hierr, por lo que se espera que sea oro o tal vez plata.
Desapariciones misteriosas: EL caso del aviador Frederick Valentich
A las 19:08 reportó: «Se está acercando desde el este hacia mí. Parece estar jugando algún tipo de juego… volando a una velocidad que no puedo estimar». Un minuto más tarde: «No es una aeronave. Es. En ese momento, el contacto radial se interrumpió por unos minutos. A las 19:11, La voz de Valentich, otra vez en la radio y con un tono de asombro, decía: «Está volando rápido ante mí. Es una forma alargada. No puedo identificar más de eso. Ahora mismo viene hacia mí. Parece estar estacionario. Estoy orbitando y la cosa está orbitando también sobre mí. Tiene una luz verde y un tipo de luz metálica en el exterior».
Tras un breve silencio, el piloto informó por radio que el motor de su avión fallaba. Sus últimas palabras fueron, «¡No es una aeronave!» Y entonces… Frederick Valentich simplemente «desapareció». En ese mismo momento comenzó una búsqueda desesperada por dar con la localización del piloto. Durante los cuatro días siguientes, buscaron restos de la aeronave por tierra y por mar sin obtener ningún resultado. Lo único que descubrieron fue una gran mancha de aceite sobre el mar que por las características, parecía no haber sido producida por el pequeño avión Cessna.El miércoles 25 de octubre, dieron por finalizada la búsqueda el cuando los oficiales gubernamentales se dieron por vencidos.
El caso se convirtió en uno de los sucesos más espectaculares en la historia de los fenómenos de OVNI.