La Tumba de Cristo

La Muerte de Jesucristo según los Evangelios Canónicos

Segun los testamentos canónicos, los pertenecientes al canon del Nuevo Testamento y aceptados por las iglesias cristianas, durante el año 33 de nuestra era sucedió en la ciudad de Jerusalén la crucificación de un hombre que decía ser el Mesías. Su cuerpo fue depositado, envuelto en una sábana, en un sepulcro excavado en la roca, tras ser solicitado su cuerpo por Jesús de Arimatea a Poncio Pilato, prefecto de la provincia romana de Judea. Según el Evangelio de Mateo, Pilato también accedió a situar frente al sepulcro una guardia armada, ante la insistencia de los «príncipes de los sacerdotes y los fariseos», para evitar que los seguidores de Jesús robasen su cuerpo y difundieran el rumor de que había resucitado.

Todos los evangelios (Juan, Marcos, Mateo y Lucas) coinciden en que el domingo, después del Sabbath (día de reposo para los judíos), María Magdalena, una de sus discípulas más cercanas, y otros seguidores (este hecho varía según el evangelio) acudieron al sepulcro para ungir el cuerpo del difunto con perfumes, encontrando desplazada la piedra que cerraba el sepulcro y vacío éste. Con la resurrección de Jesucristo se cumplían, según los autores del Nuevo Testamento, algunas profecías formuladas en ciertos libros del Antiguo Testamento.

La veracidad de los Evangelios

Jesús, como otros muchos destacados filósofos y dirigentes religiosos de la Antigüedad, no dejó legado en forma de escritura de su puño y letra, por lo que todo lo que se conoce de él se debe a textos escritos por otros autores. Según cálculos probabilísticos de todos estos textos, los primeros relatos sobre Jesús (algunas cartas de Pablo) son posteriores en unos veinte años a la fecha probable de su muerte. La opinión predominante en medios académicos es que se trata de un personaje histórico, cuya biografía y mensaje fueron significativamente alterados por los redactores de las fuentes, que actuaron movidos por intereses religiosos.

A su vez, los evangelios de Marcos, Mateo y Lucas, muy afines entre ellos, están sujetos a cierta controversia ya que se suelen datar entre los años 70 y 90, mientras que el de Juan, con concepciones teológicas más evolucionadas, es algo posterior. Existen además una serie de evangelios apócrifos o no aceptados en el canon del Nuevo Testamento, es decir, no aceptados por la ortodoxia católica por surgir en comunidades gnósticas (una de las primeras comunidades cristianas), que también narraban la vida de Jesús.

La Tumba de Talpiot

En el año 1980, durante los trabajos de construcción de unas viviendas, apareció en Talpiot, a las afueras de Jerusalén, una tumba con un chevrón (o cabrión) y un círculo en su entrada. En ella, se encontraron 10 osarios, seis de los cuales contaban con inscripciones de nombres. Antes de que fuese nuevamente sellada, estas urnas fueron trasladadas al departamento de Antigüedades de Israel y los restos que en ellas se encontraban fueron nuevamente enterrados según el tradicional rito judío.

En el Jerusalén de hace dos milenios y según la ley judía se enterraban los cuerpos en sepulcros familiares excavados en la roca, donde permanecían amortajados durante un año para su descomposición. Un año después, luego que el cuerpo se desintegraba, los huesos eran recolectados por los familiares y colocados en una caja de piedra llamados “osarios”. En esta urna se inscribía ocasionalmente el apodo con el que era conocido el difunto y era depositado en el interior de un nicho, descansando así para siempre dentro de la tumba familiar.

Las inscripciones de la tumba Talpiot, aunque realizadas de una forma muy tosca, se cree que representaban los siguientes nombres:

Yeshua bar Yosef – Jesús hijo de José (escrito en arameo, lengua semita como el hebreo hablado por Jesús).
María – María (escrito en hebreo)
Matía – Mateo (apodo de Matitia o Matikia)
Yosa – José (inusual diminutivo de Joset)
Mariamene e Mara – María (escrito en griego, deducido de Mariamne) y Mara (maestra en arameo)
Yehuda bar Yeshua – Judas hijo de Jesús (encontrado en un osario de pequeñas dimensiones)
Jacobo bar Yosef – Santiago hijo de José (encontrada con posterioridad y asociada a la misma tumba)

En ese momento, no se prestó mucha atención ante tal serie de nombres porque eran bastante habituales para la época, por lo que fueron olvidados.

Discusión acerca de los Osarios

Los partidarios de la existencia de la tumba familiar de Jesús (inicialmente planteada en un documental de la BBC en 1996 y en 2007 por el director James Cameron y Simcha Jacobovici, ambos judíos) argumentan que los restos de Jesús fueron trasladados por sus discípulos para encontrar un descanso eterno, lo que contradice los evangelios canónicos. Según el evangelio de Mateo, los guardianes informaron de la aparición de un ángel anunciando la resurrección y el consejo les dio mucho dinero para que dijesen que el cuerpo de Jesús había sido robado y trasladado en secreto por sus discípulos (Mateo 28: 11 – 15), presumiblemente para un entierro permanente.

Tal teoría le hace asociar el nombre inusual de Yosa con el hermano de Jesús. Según los evangelios, Jesús contaba con Simón, José, Judas y Santiago como hermanos. El nombre de Mariamne lo asocian con el de María Magdalena por aparecer en el evangelio apócrifo de Felipe, que hace referencia a su procedencia, Magdala, ciudad comercial donde se hablaba griego y arameo. Mara, a su vez, haría referencia a la misma María, al tratarse de un apóstol (según los textos apócrifos). Argumentan que María murió en Jerusalén, después de su viaje a Francia, según el evangelio de Felipe, escrito en el siglo IV y en el que se narra la vida de María Magdalena.

Analizaron muestras óseas contenidas en los osarios de Jesús y Mariamne, encontrando que sus ADN no están relacionados genéticamente, algo inusual al tratarse de una tumba familiar, por lo que asociaron este hecho a su matrimonio. La existencia de un osario con el nombre de Mateo es asociado a un pariente de María, al ser un nombre habitual en su familia. También asocian el chevrón con el círculo encontrado a la entrada de la tumba con el símbolo utilizado por los primero cristianos, seguidores de Jesús, encontrado en otros osarios de la misma época.

Con todo ello, el profesor Andrey Feuerverger (también judío), matemático especialista en probabilidad de la Universidad de Toronto, calculó que la probabilidad de encontrar esa serie de nombres relacionados era de una entre 300.000, por lo que tenía que ser obligatoriamente la de Jesús, si además se tenía en cuenta que esa era prácticamente la población de Jerusalén hace 2.000 años.

Este resultado no confirma categóricamente el hecho que se argumenta, por lo que se hace evidente un estudio más profundo que puedan concluir o en su caso desmentir estas aseveraciones…

La Pirámide sumergida en el triuángulo de las Bermudas

En el año 1970, el Ray Brown, dedicado a la medicina naturista y aficionado al buceo, realizó una expedición submarina con algunos amigos cerca de las Bahamas, en un área próxima a una gran fosa denominada La Lengua del Océano.

Durante una de las inmersiones, Brown se separó de sus compañeros, y al tratar de reunirse con ellos, vio de pronto una extraña pirámide que se divisaba contra la luz aguamarina. La pirámide estaba situada a unos 40 metros de profundidad, y medía unos 6 metros de altura, de los cuales solo 2 metros sobresalían de las arenas del lecho marino. Brown quedó sorprendido por éste espectáculo, particularmente porque la magestuosa arquitectura parecía estar recubierta de cristales, con apariencia de espejos en su superficie.

Al nadar alrededor de ésta inexplicable extructura descubrió un camino de entrada y decidió adentrarse a explorar. Al pasar a lo largo de un estrecho pasillo, Brown finalmente se encontró en una pequeña habitación rectangular con un techo interior en forma piramidal y a pesar de que no llevaba con sigo ninguna linterna pudo contemplar aquella la habitación por la iluminación propia de los reflejos del agua contra los cristales.

La atención de Brown se centró en una varilla metálica bronceada de unos seis o siete centímetros que colgaba hacia abajo del ápice del centro, estando su extremo sujeto a una gema roja de numerosas caras y que terminaba en punta. Directamente debajo de la varilla y de la gema, colocado en el medio de la habitación había un estrado de piedra tallada coronado por una placa de piedra con los extremos enrollados.

Sobre la placa descansaba un par de manos talladas de metal de color bronceado, de tamaño natural, que se veían ennegrecidas y quemadas, como si hubieran estado expuestas a un calor extremo. Acomodada entre las manos, y situada a unos quince centímetros directamente debajo de la gema de la varilla del techo, había una esfera de cristal de unos nueve centímetros de diámetro. Continuar leyendo «La Pirámide sumergida en el triuángulo de las Bermudas»

OVNIS: Desde la antiguedad

La historia de los avistamientos de objetos voladores no identificados y de la variada fenomenología que los acompaña, puede dividirse en dos grandes etapas: una que engloba los avistamientos habidos desde épocas prehistóricas hasta nuestro siglo XX, y otra que recoge los avistamientos contabilizados en la época tecnológica, desde aquellos nueve discos volantes que avistara Kenneth Arnold el 24 de junio de 1947 junto al monte Rainier, en Washington, hasta hoy. En el artículo que sigue voy a resumir la fenomenología de la primera de estas dos etapas. Aquella en que ninguno de los objetos avistados podía proceder de la humanidad terrestre conocida

Siempre han estado

Desde los albores de la humanidad como tal, el hombre acepta como lógica la existencia de fuerzas inteligentes de seres supuestamente no humanos —dioses, ángeles, demonios y un sinfín de intermediarios— que intervienen directamente en el curso de nuestra vida sobre este planeta. Los textos y legados que en el curso de los tiempos han ido reflejando el acontecer de la historia de la humanidad están salpicados de testimonios que ilustran la presencia permanente de objetos volantes que evolucionan de forma inteligente a baja altura sobre la superficie terrestre. La lista de tales avistamientos en todo el mundo y en todas las épocas prueba que la actuación y la intervención de una o de varias inteligencias distintas de la nuestra forman parte integrante y continuada de la historia de la humanidad. Si prestamos oidos al bioquímico inglés Francis Crick – Premio Nobel en 1962 por haber descubierto la estructura del ADN -, habríamos sido creados por una supercivilización del espacio que en una época remota infectó al Planeta Tierra con un microorganismo destinado a desarrollarse en el tiempo hasta llegar a ser lo que hoy somos los seres humanos. Otros científicos secundan este supuesto, como por ejemplo Vsevolod Troitsky, de la Academia de Ciencias de la URSS, para quien la Tierra es un campo de experimentación de nuevas formas de vida, controlado por seres superiores y desconocidos para nosotros. Los más antiguos legados de la humanidad parecen refrendar estos supuestos. Aportaré solamente dos ejemplos. Continuar leyendo «OVNIS: Desde la antiguedad»