Nuestro espíritu desgrana hechos diversos, algunos muy intensos, por motivos impactantes. Algunos humanos tienen facultades mayores para producir, casi siempre involuntariamente, reacciones paranormales. Estos fenómenos generan movimientos a distancia, puertas que se abren, o cierran, desplazamientos de diversas cosas, hasta levitaciones y bilocación.
Podríamos decir que son «fantasmas» generados por seres vivos. (Muchas veces atribuidos estos a los «duendes»). Los hechos fantasmagóricos propiamente dichos, son retazos de las vidas de personas ya muertas. Las «almas en pena», no son tales. Son períodos de las vidas de difuntos, generalmente dolorosas y traumáticas, que funcionan como desprendimientos de nuestro espíritu. Actuando como válvulas de seguridad, que permite evadir cierta carga insoportable.
Las personas más propensas a generar fantasmas pesarosos, son las que repiten por largos períodos situaciones de enfermedad o reclusión. Generalmente aparecen estas manifestaciones al momento de la muerte, cuando quedan atrás, solo siendo una «esquirla» que remeda por unos momentos, algo de la entidad original que ya está en el período “entre vidas”.
Por último, están los espíritus que en su período “entre vidas”, no pueden romper lazos afectivos muy fuertes o permanecen por siglos confinados a ciertos lugares, ocasionando manifestaciones “demoníacas” muy peligrosas y hasta posesiones.
Estos karmas son muy difíciles de resolver, pues los personajes intervinientes se han desplazado mucho en la continuidad espacio-temporal. Solo intervenciones diversas externas pueden cortar la existencia anormal de estos persistentes entes.
por Manlio E. Wydler