Durante siglos y a pesar de 500 años de influencia de la cultura occidental, los mayas, han mantenido la costumbre de leer su destino a través de semillas de colorín y de maíz, recibir señales divinas mediante palpitaciones en su propio cuerpo y de descifrar los designios de los dioses en los días «parlantes» del calendario.
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Incluso hasta nuestros días, los sacerdotes de los Altos de Guatemala son capaces de percibir la realidad oculta mediante el estudio del tiempo y del calendario sagrado, utilizando para ello, técnicas de interpretación.
El hombre y los calendarios
Los calendarios no sólo son herramientas de medición del tiempo, sino también magníficos instrumentos de conexión entre el tiempo cósmico y el tiempo humano.
Son puertas que le permiten al hombre acceder a los misterios del cosmos y al mismo tiempo acordar los compases de las actividades humanas a los ritmos de los astros.
Éste es también el caso de los calendarios mesoamericanos, que siguen vigentes en muchas comunidades de esta región cultural, ya sea como medición del tiempo o como ventana de observación del mundo.
De los tres calendarios usados en la época prehispánica, el tun de 360 días, el jaab de 365 días y el tsolk’iin de 260, los dos primeros fueron suplantados casi completamente por el calendario gregoriano y por las festividades marcadas por los santos católicos.
En algunas comunidades del área maya, las actividades rituales se realizan según los augurios positivos o negativos de los días de la semana cristiana.
Por ejemplo, no se pueden curar mujeres embarazadas ni el martes ni el viernes, según la implicación negativa de estos días en Europa, ya que «en martes o viernes, ni te cases ni te embarques».
Por otro lado, estos días específicos están dedicados a ciertas ceremonias, como la lectura del huevo o las limpias y las sobadas en Yucatán.
La adivinación Maya
La base de la adivinación entre los pueblos mayas actuales, sobre todo en las tierras altas de Guatemala, esta en la interpretación de los 20 signos calendaricos llamados genericamente como way o doble anímico.
El elegido es entrenado por nueve meses es decir los 260 días a fin de obtener el sagrado titulo de Ah Kin o sacerdote del tiempo.
Al final por medio de una ceremonia donde se coloca un altar con 20 conjuntos — atoles acompañados de sus panes y respectivas velas— con otros 5 al centro dispuesto como el glifo del sol o del dia lamat de este calendario—donde se aprecian las posiciones solares relevantes del tránsito solar a lo largo del año— que se acompañan además de una cruz de madera y los implementos de adivinación del futuro adivino: collar y aretes de jade, un saumerio, las semillas de colorines (tzité), las piedras y cuarzos, poom (incienso) y sonajas; todo dispuesto sobre un pequeño mantel del color correspondiente con el dia de nacimiento del aspirante. Al final de la ceremonia que dirige un Ahkin anciano se le entrega al nuevo adivino sus instrumentos en un bulto llamado baraj; a partir de ese momento acepta su responsabilidad de interpretar los designios del cielo.