Socialmente nos hemos ido adhiriendo a un modelo que legitima profundos vicios y con el tiempo ya forman parte de nuestra “Naturaleza Cultural“.
¿Alguna vez te has detenido a observar tu vida y tu entorno cultural? ¿Alguna vez te han parecido cuestionables o, por lo menos extrañas, ciertas prácticas socioculturales? ¿En realidad consideras que el modelo que nos rige como sociedad, y que define aspectos fundamentales de nuestra existencia colectiva, por ejemplo la economía o la religión, son idóneos o siquiera justificables?
El legado cultural, la transmisión de conductas sociales, y la comodidad existencial, son tres de los ingredientes básicos que terminan por dar vida a un fenómeno tan lamentable como increíble: la aceptación autómata de premisas y pautas miserables. Más allá de nuestras circunstancias individuales, de tus creencias e ideología, la actual realidad involucra una serie de condiciones deplorables ante las que, increíblemente, nos sometemos.
Basta un análisis superficial de las particularidades que caracterizan campos como el de la salud, la política, la economía o los medios, para al menos preguntarte si no habría mejores maneras de organizar nuestra realidad social. Sin embargo, muchos de estos vicios ya están suficientemente impregnados en la cotidianidad que ya ni siquiera tienen que luchar por mantenerse, pues son aceptados, inconcebiblemente, por la mayoría de nosotros o, peor aún, pasan completamente desapercibidos.
En torno a este fenómeno, la iniciativa The Free World Charter advierte la presencia de al menos diez situaciones inadmisibles que aceptamos de manera casi natural en nuestra sociedad y que tendrían que ser tajantemente transformadas para aspirar a mejores condiciones colectivas. A continuación los puntos:
Le damos prioridad al dinero y a la economía por sobre elementos básicos para la existencia como la calidad del aire, del agua, del alimento y el medioambiente.
Formamos parte de un sistema de mercado que atenta contra la vida de millones de personas.
Dividimos el mundo en “secciones” geopolíticas de acuerdo a agendas cuestionables y luego combatimos por definir quien posee dichas porciones de planeta.
Creamos un rol identitario, el militar, que faculta a estas personas a asesinar legalmente a otros seres humanos.
Torturamos y matamos a millones de animales con pretextos de alimentación, vestido y avances científicos.
Enviamos a nuestros hijos a que pasen toda su infancia adheridos en espacios (escuelas), memorizando datos y desarrollando habilidades que tal vez jamás utilizarán.
Imponemos a los padres una presión socioeconómica que termina por obligar su ausencia durante la etapa de crecimiento de sus hijos.
Profesamos cientos de religiones excluyentes que intentan monopolizar la verdad absoluta de las cosas.
Se privilegian conductas nocivas, como la ambición o la competencia, por sobre otras como colaboración y generosidad.
Cualquiera que tenga una buena idea puede prevenir que otros le saquen provecho con el argumento de que mantener los derechos de monetizarla.