Compraron una isla privada en Camboya y han creado algo maravilloso

En 2005, Rory y Melita Koulmandas planeaban irse a vivir en Nueva York cuando su vida dio un giro inesperado: Rory recibió una oferta para ir a dirigir una agencia de publicidad en Camboya.

Los Koulmandas llegaron a un país destrozado tras una larga guerra civil, donde el 70 por ciento de la población era menor de 30 años. «No había luces de tráfico, ni caminos pavimentados, ni cajeros automáticos, y prácticamente no había autos en la carretera; bicicletas, tuk tuks y motos eran los medios dominantes de transporte», recuerda Melita en declaraciones a Yahoo.

Afortunadamente, los cambios se produjeron de inmediato: las calles comenzaron a pavimentarse, se estableció el primer semáforo, los autos a multiplicarse, la construcción de edificios se disparó.

Mientras su esposo trabajaba en la agencia de publicidad, Melita estableció una pequeña empresa de diseño de paisajes para negocios. En 2006, un amigo le habló a la pareja del archipiélago de Koh Rong, con sus increíbles islas de aguas prístinas, arena blanca y selva virgen, a unas 18 millas de la costa de Camboya.

Cuando llegaron, los Koulmandas no podían dar crédito ante la belleza del paisaje que veían. Los residentes eran pescadores y muchos nunca habían visto un extranjero. En el último día de su estancia en el archipiélago, la pareja se detuvo a almorzar en la pequeña isla de Koh Oun.

«Conocimos a una familia con un negocio de pesca al por mayor que habló de cómo las cosas estaban cambiando, las aguas estaban siendo sobreexplotadas y se estaba volviendo cada vez más difícil alimentar a sus familias. Tenían un terreno en el continente y querían volver a la agricultura del arroz. El padre de familia nos preguntó: «¿Quieres comprar mi isla?», rememora Melita.

Los Koulmandas no lo pensaron dos veces. A la semana siguiente volvieron con el dinero dentro de una bolsa marrón para sellar la transacción. Y pusieron manos a la obra.
Melita Koulmandas su esposo Rory y su hijo Naryth. Photo; Melita Koulmandas HunterMelita Koulmandas su esposo Rory y su hijo Naryth. Photo; Melita Koulmandas Hunter

Muy distinta de la visión paradisiaca inicial fue lo que hallaron cuando se adentraron en Koh Oun.

«Los arrecifes estaban muriendo debido a la basura del medio centenar de barcos de pesca que aparcaba allí cada día. La isla en sí había perdido la selva tropical y se habían plantado cocoteros y toda una ladera de la loma estaba impenetrable debido a las malas hierbas”, dice Melita. “Había 20 años de basura apilados y todo tipo de lodo y desperdicios de los cerdos y los pollos que habían estado viviendo allí”. Rory garantizó a los aldeanos que se quedaran que tendrían trabajo allí. Ocho familias permanecieron en el lugar.

Durante los dos años y medio siguientes, la pareja dirigió los esfuerzos para crear una Reserva Marina, bautizada como Song Saa. Cuenta con una zona de exclusión pesquera en torno a las dos islas de la localidad y, como resultado, la vida marina ha vuelto a resurgir en el área.

El complejo privado está situado en dos islas conectadas por un puente peatonal sobre la reserva marina y varias cabañas se erigen sobre la selva y el agua, todas con vista al mar. Para construirlas se usaron materiales locales y reciclados, entre ellos madera de los barcos viejos, chatarra, y piedra.

Para Melita, la experiencia ha sido un gran aprendizaje.

«Hemos aprendido mucho de respeto por la cultura, el patrimonio, las personas y el medio ambiente”, reflexionó. “Desde el principio, las preocupaciones ambientales eran de suma importancia. Y eso significaba no sólo la ecología local, sino también ayudar a las comunidades a tener medios de vida sostenibles, apoyando el rejuvenecimiento de los poblados y la limpieza hasta las islas vecinas”.

En 2013 los Koulmandas establecieron la Fundación Song Saa, la primera reserva coral de conservación de los arrecifes corales de Camboya, y lograron duplicarla en tamaño. El príncipe Alberto de Mónaco visitó la isla e hizo una donación para que los Koulmandas puedan construir un laboratorio de investigación científica dedicado a la Conservación Marina.

La pareja está decidida a echar raíces en el país asiático, y ha adoptado a un niño, Naryth, a quien Melita considera “la mayor alegría de nuestras vidas”.

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