Cuenta la leyenda que un hombre de mediana edad, alto, de frente ancha, orejas de soplillo, abrigo y corbata negros y traje impecable compró un billete en Portland bajo el nombre de Dan Cooper, para el vuelo 305 de Northwest Orient Airlines con destino a Seattle. Unas horas más tarde, el avión, en el que viajaban 36 pasajeros y seis tripulantes, es secuestrado por Cooper, quien pide que al aterrizara Seattle, le sean entregados 200.000 dólares y cuatro paracaídas, ya que de lo contrario detonaría una bomba que llevaba consigo haciendo explotar el avión. Cuando finalmente el avión llegó a Seattle, los pasajeros desembarcaron normalmente y ajenos a la realidad del secuestro. Cooper, esperó a que le entregaran los 200.000 dólares en billetes de 20 y los paracaídas. Negoció la salida de dos azafatas y se quedó con una tercera. Hecha la transacción, ordenó al piloto que se dirigiera hacia Reno (Nevada). Le dio órdenes concretas respecto a qué altura volar, a qué velocidad y cómo colocar las alas del avión, y le especificó que no sellaran la puerta de atrás. El Boeing 727 era el único modelo con unas escalerillas que permitían utilizar esa puerta para saltar y, evidentemente, el secuestrador conocía esos detalles. D. B. Cooper repartió los cinco kilos que pesaba el dinero por todo su cuerpo, invitó a la azafata a encerrarse en la cabina con el piloto y se quedó solo. Después de eso, se lanzó desde 3.000 metros de altura sobre el Estado de Washington y sus montañas escarpadas, sus glaciares y sus bosques infestados de osos. Seguramente habrá tenido algún otro plan para poder escabullirse de la naturaleza ostil que lo esperaba debajo. Desde ese momento ha pasado a ser un misterio sin solución, con muchos supuestos, pero ninguna verdad.
En parte, la historia fue incluída en la insuperable primera temporada de Prison Break.