Un libro de aproximadamente unos 2000 años de antiguedad fue encontrado en en Turquía, en el Museo de Etnografía de Ankara.
El libro, mantenido en secreto hasta el año 2000 contendría el Evangelio de Bernabé, un discípulo de Cristo, el cual indicaría en su relato que Jesús no fue crucificado , ni era el hijo de Dios, sino un profeta. El libro también haría referencia al apóstol Pablo como el «El Impostor».
Un informe de The Turk Nacional, dice que la Biblia fue capturada por una banda de contrabandistas en una operación del Mediterráneo. Dicha pandilla habría sido acusada de contrabando de antiguedades, excavaciones ilegales y posesión de explosivos. Continuar leyendo «El evangelio apócrifo de Bernabé»
Que unas inundaciones desentierren una serie de restos de miles de años de antigüedad, no deja de añadir más casualidades al descubrimiento, en un sitio donde por otra parte no llueve a menudo. Un pastor del Norte de Jordania lo encontró. Y le llamó la atención la «menorah», el candelabro religioso judío, grabado sobre una de estas cajas.
Contenían 70 libros de metal,que tenían entre 5 y 15 hojas diminutas de metal de plomo y sellados con este material y cobre. También se encontraban unos rollos, unas vasijas de incienso y mas cosas sin determinar.
El hombre que lo encontró no entendía que podía ser aquello, pero del valor que podría tener para algún estudioso judío, no tuvo ninguna duda. Se lo vendió a un tal Hassan Saeda, judío y beduino quien lo sacó de Jordania. Después de unos años,llega a oidos del Gobierno Jordano y, como es natural, reclama su propiedad.
La importancia de estos textos de plomo no es banal. Según algunos arqueólogos británicos, que siempre están donde ocurren estas cosas, podrían tratarse de los textos cristianos más antiguos y podrían aclarar bastante sobre la vida de Jesús.
Y fue el quien alertó al gobierno jordano de la existencia de tales hallazgos cuando el comprador, el tal Saeda, se dirigió a él para tasar la compra que le había hecho al pastor jordano. El señor Elkington, uno de los pocos afortunados que ha visto los restos arqueológicos, intuye que el hecho de que estén en el formato de libro, les da un valor añadido y una pista de su valor, arqueológicamente hablando.
Los judíos y los romanos usaban rollos y por otra parte, de los cristianos primitivos, quitando las cartas de Pablo, no hay practicamente nada.
Pruebas de su procedencia:
«Creemos que es probable que pertenezcan a la Edad Oscura del cristianismo, un período de unos 20 años, tras la muerte de Jesús. No hay restos de esa época, porque éstos desaparecieron cuando los romanos destruyeron Jerusalén y el resto, irónicamente, fue destruido por los cristianos cientosde años después», para que no fueran conocidos.
No son los únicos detalles del origen cristiano. Uno de los libros tiene unas placas de yeso con un mapa de la ciudad santa de Jerusalén. En el primer plano hay una crucifixión y al fondo una tumba, que puede ser la de Jesucristo. Hay imágenes del Templo de Jesrusalén y ramas de palma, lo que se asocia con la Fiesta de los Tabernáculos o Sucot, que en su forma más antigua era conocida como la Fiesta del Mesías. «Aunque todavía tenemos que descifrar la mayor parte de la lengua, por sus imágenes es muy fácil ver cómo pintan la vida de Jesús».
Más datos: está escrito en hebreo asmoneo, un idioma antiguo en los ritos del Templo de Jerusalén. «No era una lengua hablada. Se usaba en el templo para textos que la gente corriente no podía leer, sólo los sumos sacerdotes lo hacían», y admite que, posiblemente, los primeros cristianos usaban esta lengua con el mismo fin. Por eso, también los libros fueron hechos en metal, para que no se pudieran reproducir. Acabaron, los libros, en Jordania posiblemente de la mano de cristianos que huyeron de Jesrusalén tras ser arrasada por los romanos, en el año 70.
La tradición gnóstica afirma un origen extraterrestre para los Niños de Seth. Los gnósticos cristianos afirman que su progenitor Seth, el tercer hijo de Adán y Eva, era diferente a sus hermanos Caín y Abel, y que disfrutó de una conexión sin trabas con el reino divino y sus habitantes celestiales.
Se encarnó entre nosotros, viniendo como un mensajero de luz, un redentor, desde un mundo más allá de nuestro mundo imperfecto. Los descendientes de Seth, dice el Evangelio de los Egipcios apócrifo recientemente encontrado entre los manuscritos del Mar Muerto, son “la raza inmortal que vino de los tres mundos (anteriores)”.
En la tradición egipcia antigua, Seth es un dios del cielo, uno de los doce dioses y diosas del panteón egipcio y hermano de Osiris, el dios principal egipcio a quien mató y desmembró. Por esa razón Seth, figura en la mitología popular del Egipto Antiguo como una fuerza perversa. No obstante deberíamos entender que la muerte de Osiris por Seth se refiere en la iniciación egipcia a la muerte que experimenta el iniciado para poder resucitar como hombre nuevo. Seth es la figura más misteriosa de la mitología egipcia, el alter ego de Osiris. Seth es el portador de cultura, a la vez que es el que viene a destruir aquello que ya está caduco para poder sembrar nuevas semillas. Seth es el duro e implacable, “cruel” maestro-chamán, el hermano oscuro de Osiris que guía al neófito por los mundos del más allá.
Seth, la raza de Seth, es la raza de dioses y semidioses que inician en los misterios egipcios. Ellos trajeron en el origen de los tiempos el conocimiento y la iniciación que ayuda al hombre a elevarse sobre la faz de la tierra.
Aquí entendemos el efecto de la vulgarización de los misterios. El judío incorporó a Seth en su propia mitología, otorgándole el pedigrí adámico e identificándolo con los ángeles caídos rebeldes cuya historia se contiene en los libros apócrifos de Enoc judíos y en los Jubileos. Éstos cuentan cómo Azazel, el Jefe de los Hijos de Dios, cayó desde el cielo con su hueste angélica debido a su desobediencia del “Altísimo”. Los ángeles caídos se casaron con seres humanos, y así se convirtieron en los padres de una raza superior en conocimientos y habilidades mágicas.
Los esenios de Palestina creían que sus progenitores espirituales, los ángeles caídos, les habían transmitido sus maravillosas facultades sanadoras. De hecho, la palabra griega Essenoi está relacionada con la palabra Hasaya del arameo, que significa “piadoso” y con Asa, “él sanó” y por lo tanto tiene relación con el nombre del ángel caído Asael o Azazel (que significa sanador o visionario de Dios, una descripción peculiarmente acertada de los doctos disidentes esenios de la época de Cristo).
Los posteriores gnósticos de Nag Hammadi también situaron en este contexto su tradición acerca de Seth, representándolo como un Hijo de Dios que vino voluntariamente de los mundos del cielo y fue el padre de una raza de gran sabiduría sobre la Tierra. Ellos también creyeron que era un ser de luz y no de obscuridad. El sacerdocio judío, notable por su tergiversada interpretación de los mitos de los pueblos circundantes, consideró a los Hijos de Dios unos atroces réprobos, pero Seth más bien es como lo ven los gnósticos, el equivalente al Bodhisattva, un Portador de Luz enviado a la Tierra para ayudar a la humanidad a liberarse.
Las implicaciones jerárquicas en la tradición de Seth han repugnado a la mente moderna, temerosa ante cualquier forma de verdadero elitismo, tanto como lo repugna el sacerdocio judío. Todavía más inaceptable sería en la actualidad pensar sobre el abismo que existe entre las razas humanas. Y aún más, sobre el abismo entre la raza superior y lo que queda sobre la superficie de este planeta.
Los Niños de Seth han nacido al mundo con un patrimonio de conocimientos y poder innatos acreditados por su pertenencia a otra raza. Ellos son los Antiguos, ya iluminados y con acceso a facultades psicoespirituales que pertenecen a un mundo distinto, a un tiempo diferente al nuestro y que les confiere el derecho y la obligación de gobernar.
Los Niños de Seth tenían la reputación de ser unos grandes astrónomos, lo que nos recuerda a Pitágoras, el maestro iniciado en los Misterios Solares de Egipto, quien tenía unos conocimientos astronómicos sorprendentes. Aunque vivió 700 años antes, fue más explícito que los gnósticos al referirse al origen extraterrestre de los dioses. Respecto al alma, Pitágoras afirma que “emana de un orden espiritual invariable y más elevado, así como también de la evolución anterior, de un sistema solar extinto y ha habitado muchos otros sistemas solares parecidos”. El destino del hombre ha de ser elevarse por encima de él mismo, más allá de la luna, más allá de las órbitas de los planetas más lejanos, más allá de este sol y de las estrellas, para volver al mundo que es el auténtico hogar y que permanece lejos de este sistema solar, en las profundidades del universo.
En Sumer, Anu era el dios de los cielos. Los Annunaki sumerios son la misma raza celeste que la tradición egipcia identifica como la raza de Seth.